Redacción (Martes, 03-07-2018, Gaudium Press) En su acción divina a través de Israel, Jesús había escogido doce entre sus discípulos, a los cuales había dado el nombre de Apóstoles (cf. Lc 6, 13-16), preparando así la fundación de su Iglesia.
Síntesis del Evangelio
«Era esa la ocasión propicia para presentar en público una suma de las enseñanzas que la Esposa de Cristo, a lo largo de los siglos, habrá de guardar, defender y anunciar a todos los pueblos. Es lo que Nuestro Señor hará en el Sermón de la Montaña, verdadera síntesis del Evangelio.»
Tiene esa designación porque fue realizado en una montaña situada en los márgenes del Mar de Tiberíades, próxima de Cafarnaum. Ese sermón es para la Iglesia Católica lo que «la legislación del Sinaí era para la teocracia del Antiguo Testamento». Pero en el Monte Sinaí «la palabra divina retumba como un trueno, que da escalofríos a los corazones; aquí ella es plena de suavidad».
Cumple observar que Jesús, para hacer ese magnífico Sermón, escogió una montaña y no un valle. La revelación de los Diez Mandamientos a Moisés se obró también en un elevado monte, el Sinaí; y la Transfiguración de Jesús, en el Monte Tabor. Los lugares más altos simbolizan la mayor proximidad con Dios.
«El fondo y la forma de ese discurso son de una belleza incomparable: él contiene la doctrina más sublime, en el estilo más atrayente. […] Solo Dios puede tener semejante lenguaje.»
Es el más largo e importante de los sermones del Divino Maestro. San Mateo a él dedica tres capítulos (5, 6 e 7) y San Lucas le hace algunos agregados (cf. Lc 6, 17- 49). Fue en el Sermón de la Montaña que el Redentor enseñó la más bella de las oraciones: el Padre Nuestro.
En su parte inicial, Jesús habla de las ocho bienaventuranzas, que se contraponen frontalmente a las máximas y a las costumbres entonces vigentes. El Divino Maestro predica «a los avaros la pobreza, a los orgullosos la humildad, a los voluptuosos la castidad, a los hombres de ocio y de placer el trabajo y las lágrimas de la penitencia, a los envidiosos la caridad, a los vengativos la misericordia y a los perseguidos las alegrías del martirio».
«Pobres de espíritu» no significa carentes de dinero
Analizaremos las ocho bienaventuranzas, destacando algunos aspectos que generalmente son olvidados.
«Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos» (Mt 5, 3).
Explica Monseñor João Clá que Nuestro Señor no está tratando aquí sobre todo de la pobreza material.
«Los ‘pobres de espíritu’ mencionados por el Divino Maestro en este versículo no son los carentes de dinero, y sí los hombres desapegados de los bienes de este mundo, sean estos muchos o pocos, para seguir a Jesucristo.
«En medio a la abundancia y prosperidad, puede un rico ser pobre de espíritu, por la práctica de la caridad y la sumisión a la voluntad de Dios, en función de la cual administra su riqueza. El santo hombre Job es de esto uno de los más bellos ejemplos.»
Después de haber pasado por terribles pruebas – entre las cuales la lepra -, Job se mantuvo fiel a Dios que le restituyó todos los bienes en forma doble: 14.000 ovejas, 6.000 camellos, mil juntas de buey y mil jumentos (cf. Jó 42, 10-12).
«Por otro lado, un pobre, rebelado con su condición, dominado por la envidia, la ambición o el orgullo, será un ‘rico de espíritu’ al cual el Reino de los Cielos jamás podrá pertenecer.»
«Lázaro poseía una de las mayores fortunas de Israel, entretanto era pobre de espíritu. Y, en sentido opuesto, Judas por su ganancia, a pesar de poco o nada poseer de bienes materiales, fue traidor por ser ‘rico’ (de espíritu).»
«Consiste, por tanto, la pobreza de espíritu en la aceptación de la propia contingencia, en la compenetración de nuestra total dependencia de Dios, a quien todo debemos, y en la certeza de ser nuestra existencia un mero camino para llegar hasta el Cielo. Quien así procede ya es feliz en esta vida, pues, estando libre de todo apego desordenado y dirigido hacia los bienes espirituales, posee de alguna manera, por la gracia, la bienaventuranza eterna.»
Valor del sufrimiento aceptado con resignación y dignidad
«Bienaventurados los afligidos, porque serán consolados» (Mt 5, 4).
En la segunda de las bienaventuranzas enaltece Nuestro Señor a aquellos que «soportan el sufrimiento físico y el dolor moral por razones sobrenaturales, como expiación por los propios pecados o -lo que es más noble- en reparación por las culpas ajenas. Bienaventuradas son las santas lágrimas de esos afligidos, que tanta consolación les pueden traer al ayudarlos a ver el vacío de los bienes pasajeros y a merecer los eternos.
«Bienaventurados serán ellos también porque Dios nunca deja de confortar, ya en esta Tierra, quien acepta el dolor y, a imitación de Jesucristo, se arrodilla delante de la cruz y la besa antes de tomarla a los hombros.»
Solo se consigue la verdadera felicidad siendo fiel a los Mandamientos de la Ley de Dios y a la Santa Iglesia. El buen católico comprende «el valor del sufrimiento, del cual los pseudo-felices tanto huyen. De hecho, el dolor es para el alma humana lo que es el fuego para un metal que debe ser separado de las suciedades y purificado: se sufre, sin embargo con resignación y dignidad. Eso da al alma una tranquilidad, una armonía, una fuerza que no hay placer que pague».
Pidamos a Nuestro Señor, por intermedio de su Madre Santísima, que nos conceda el espíritu de sacrificio y el amor a la Cruz, para así tener la auténtica felicidad en esta Tierra y la bienaventuranza eterna en el Cielo.
Por Paulo Francisco Martos
(Noções de História Sagrada – 155)
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1 – CLÁ DIAS, João Scognamiglio. EP. O inédito sobre os Evangelhos. Vaticano: Libreria Editrice Vaticana; São Paulo: Instituto Lumen Sapientiae, 2013, v. II, p. 41- 42.
2 – FILLION, Louis-Claude. La sainte bible avec commentaires – Évangile selon S. Matthieu. Paris: Lethielleux. 1895, p. 100.
3 – Idem, ibidem, p. 43.
4 – BERTHE, CSsR, Augustin. Jesus Cristo, sua vida, sua Paixão, seu triunfo. Einsiedeln: Benziger, 1925, p.144.
5 – CLÁ DIAS, João Scognamiglio. EP. O inédito sobre os Evangelhos. Vaticano: Libreria Editrice Vaticana; São Paulo: Instituto Lumen Sapientiae, 2012, v. VI, p. 85.
7 – CLÁ DIAS, op. cit., p. 47-48.
8 – CORRÊA DE OLIVEIRA, Plinio. A verdadeira felicidade. In Dr. Plinio, São Paulo. Ano IV, n. 35 (fevereiro 2001), p. 17.
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