lunes, 25 de noviembre de 2024
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O el infierno de la droga o el cielo de la contemplación y la reflexión, del sano esfuerzo

Redacción (Jueves, 12-07-2018, Gaudium Press) En noticia de días atrás, Gaudium Press resaltaba las palabras del Cardenal Turkson, quien buscaba explicar porque la drogadicción afecta particularmente a los jóvenes de hoy. Reportaba el purpurado, según datos de Naciones Unidas, que 250 millones de personas consumieron drogas en el año 2015.

«Inmersos en una sociedad relativista y hedonista, [los jóvenes] reciben propuestas que los alejan de los valores». «Las nuevas generaciones a menudo viven en un mundo ‘virtual’, en el que se les ofrece ‘una amplia gama de oportunidades para disfrutar de placeres efímeros, que al final no son más que venenos que corroen, corrompen y matan’. Paso a paso, una persona comienza a destruirse a sí misma y destruir todo lo que lo rodea. El deseo inicial de huir, de buscar un momento de felicidad, se transforma en la destrucción de toda la persona, con repercusiones en todos los niveles de la sociedad». Analicemos las anteriores importantes líneas del Cardenal.

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Habla el Cardenal de un ‘mundo virtual’, donde hay ríos y ríos de placeres efímeros que se ofrecen a los jóvenes. No es sólo el placer efímero de la droga; estos son solo los tal vez más dañinos, y más atrapantes. Hay mil otros placeres, que producen un «momento de felicidad», pero que después matan. Adentrémonos por aquí.

Si antes alguien deseaba ver una película agradable, comúnmente tenía que esperar que llegara al país, comprar tiquete y verla en cine; y esperar un buen tiempo hasta la nueva película cautivante. Hoy ni siquiera tiene que ceñirse a la agenda de los canales televisivos, pues es simplemente entrar a los canales de videos a la carta; y si lo desea, ver de una tanda todos los 10 o x capítulos de la serie: Mundo virtual, gratificación al instante y continua, que si se trasforma en costumbre va alejando a ese tipo de televidente del esfuerzo que implica conseguir metas, y lo va haciendo tender y soñar con un estado de cosas donde solo exista el placer altamente gratificante, a todo momento, conseguido sin el menor esfuerzo.

Este ejemplo de las películas se puede extender a las comidas (en una plazoleta de comidas de nuestros grandes centros comerciales puedo conseguir en pocos minutos ‘lo que quiera’), a los intereses artísticos (cada día pululan más por la red los tours virtuales por los más diversos museos, monumentos, etc.), a la música (no es sino abrir YouTube cuando quiera) al turismo (las comunicaciones terrestres o aéreas se vuelven cada día más fáciles y económicas y me pueden hacer soñar con estar hoy en el Caribe y mañana en el desierto de Atacama), y etc. Es el mundo del placer intenso y a todo instante. Casi forzosamente este mundo lleva a su incauto habitante a desear placeres más extremos, más continuos, con menos esfuerzo: lo anterior es cuasi sinónimo de droga.

Situación complicada la de los jóvenes de este mundo, que casi nacen con una Tablet en la mano, la cual ya es canal para muchísimos de estos pseudo-encantandores placeres.

Se pierden los placeres del espíritu

Y los jóvenes enviciados por estos placeres, que son placeres carnales destructores, se pierden los más altos deleites, que son los del espíritu. Miremos como.

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Imaginemos a dos jóvenes que van a visitar una ciudad magnífica, como por ejemplo Cartagena de Indias. Todo en ella tiene historia; además de lindo tiene un trasfondo, tiene un misterio, pero es un misterio que solo es apreciable por ciertas almas. Imaginemos a dos jóvenes, uno enviciado en el placer tipo droga, y otro que gusta de la contemplación y la reflexión.

Llegan ambos al Castillo de San Felipe de Barajas. El primero sí tendrá un gusto sensible con las formas, las cortinas de murallas, las torres, la imponencia del conjunto, los tonos de las piedras cuando cae el sol, pero ese gusto sensible será rápidamente pasajero, y como está enviciado en el placer sensible intenso y permanente, querrá ir a otro objeto que le reporte un nuevo gusto sensible. ¿Y de ahí a las drogas? Pocos pasos…

El segundo, también tiene los placeres sensibles de arriba, pero los disfruta más lentamente, porque están matizados por la reflexión. Y tendrá placeres espirituales mucho más elevados. Se preguntará: ¿Cómo se construyó este portento? ¿Cuántos hombres se emplearon en ello? ¿Para qué fue hecho? ¿Qué sentido tenía la inclinación de las murallas, la posición de las torres, la ubicación del castillo? Y si se interesa por la historia, sabrá de la derrota allí de la mayor flota naval de la historia salvo la que desembarcó en Normandía; sabrá que un golpe de astucia de Don Blas de Lezo hizo que las escaleras de asalto quedaran cortas y expusieran a los ingleses a los arcabuces españoles; se interesará por saber si hay castillos como ese en Hispanoamérica, querrá saber si fue construido primero San Felipe que las murallas que rodean la ciudad antigua; querrá saber porque los españoles defendían con tanta magnificencia esa ciudad, qué era lo que tenía de tan importante. Y etc. Querrá saber lo que significa ‘magnificencia’, porque sentirá que tal vez el sentido de esa palabra le ayudará a entender mejor el Castillo… Verdaderamente degustará el Castillo.

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Para expresarme con franqueza, la diferencia entre un chico y otro es muy grande.

¿Son conscientes los padres, del terrible daño que causan a la psique de un niño, cuando para «distraerlo» (o tal vez para distraerse ellos…) lo colocan toda una tarde, o todas las tardes frente a una pantalla, haciendo que se acostumbre al placer enviciante tipo droga? Pueden estar definiendo toda una vida, para mal.

No. Prevenir a los jóvenes de la droga es educarlos verdaderamente, en el esfuerzo planificado que consigue objetivos. Es educarlos para que desplieguen la reflexión, no meramente la sensación. Es hacer que desarrollen ese interés innato que tienen por todo, y no adormecerlos con tablets, smartphones, y pantallas ‘ultra-placenteras’ y creadoras de zombies.

Muy difícil la situación de los jóvenes. Porque todo en el mundo les habla del placer sensible inmediato. Los padres que quieren preservarlos deben hacer un esfuerzo para que lean, para que desarrollen verdaderamente sus capacidades, para que se interesen por otros mundos, por el pasado, por el arte, por la creación y no meramente por el goce fruitivo egoísta. Es la hora de la lucha rumbo a la verdadera felicidad, o del sumergirse en el placer sensible rumbo al infierno de la droga.

Para ello hay que recurrir a Dios. Sin la gracia de Dios, nada se puede conseguir, menos con una psicología de los jóvenes medio destrozada ya por el mundo virtual del que hablaba el Cardenal Turkson.

Por Saúl Castiblanco

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