Sídney (Miércoles, 01-08-2018, Gaudium Press) Tony Mattar, un católico perteneciente a la parroquia de Nuestra Señora del Líbano en Harris Park, Sydney, Australia, descubrió una manera creativa de dar testimonio de su fe un día en que otra persona le pidió que le explicara por qué llevaba al cuello una medalla de la Santísima Virgen. Cinco años después, ha regalado más de 148 mil Medallas Milagrosas.
«Un sacramental como la Medalla Milagrosa es una gran forma de llevar la gracia de Dios al mundo», afirma Tony Mattar. Foto: Street Evangelization. |
Algo todavía más destacable de este noble propósito es que las medallas no son las de tamaño estándar que suelen ser tan pequeñas como una moneda y que muchos creyentes portan en carteras y bolsillos o colgando de su cuello, sino las de gran tamaño, empleadas preferentemente por los católicos maronitas y que permiten que la imagen de la Virgen sea más visible y esté mejor terminada.
El día que daría origen a su apostolado, cuando tuvo que explicar la razón por la cual expresaba su devoción mariana portando una medalla de la Santísima Virgen en lugar de un Cristo, en realidad se encontró sin respuesta. Por este motivo decidió realizar una investigación sobre la historia de la Medalla y la aparición a Santa Catalina Labouré en el siglo XIX. De esta forma conoció la petición de Nuestra Señora de fabricar la Medalla y distribuirla a tantas personas como fuera posible.
Además, este católico quedó profundamente impactado por la humildad de la Santa: «A ella no se le permitió mencionar que la medalla provenía de ella y yo encontré esto como algo muy profundo, el hecho de que Dios pudiera usarla para extender el amor de Nuestra Señora y, sin embargo, mantenerla anónima hasta después de su muerte», comentó Mattar a The Catholic Weekly. «En cualquier ministerio, si usted hace parte de la Iglesia, tiene siempre que tratarse de Cristo y no de usted mismo; y esto es lo que encontré realmente atractivo».
Conocer la historia de la Medalla motivó a Mattar a importar las medallas desde Italia y regalarlas a cualquier persona que se las pida, sin pedir nada a cambio. Su ministerio se mantiene activo gracias a las donaciones particulares. Su experiencia es que muchas personas le comentan historias asombrosas de cómo sus oraciones fueron respondidas después de haber recibido una de las medallas. «Las personas simplemente me llaman, llenos de alegría y emoción. Han sido muchos», afirmó el promotor. «Mi principal esperanza es que ellos reciban respuesta a sus oraciones. Se llama Medalla Milagrosa, no porque sea una medalla mágica, sino porque si usted la usa con fe van a haber respuestas. Creo que un sacramental como la Medalla Milagrosa es una gran forma de llevar la gracia de Dios al mundo».
Con información de The Catholic Weekly.
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