Redacción (Jueves, 02-08-2018, Gaudium Press) El poder del ser humano para conseguir transmitirle sus deseos al animal, se comprueba muy especialmente en el caballo y el perro. Pero también lo ha logrado con animales salvajes feroces o incluso con aves y peces. San Antonio de Padua es famoso por el sermón que una vez le hizo a estos en un lago y al que asistieron todos muy obedientes en la orilla, con lo cual las gentes del lugar quedaron más que admiradas, conmovidas y arrepentidas, porque dice la historia que habían sido indiferentes con la predica que él les hizo, y pocas fueron las que asistieron ese día a la iglesia.
De San Francisco de Asís se dice lo mismo pero relacionado con las aves. No se sabe bien si es que hay algo relacionado con la humildad y la ausencia de pretensión, en ese poder que Dios dio al hombre para poder comunicarles a los animales sus deseos, sus pensamientos e incluso sus propios sentimientos. Otros hombres han conseguido apaciguar leones y fieras con un solo gesto o una mirada, aunque también se sabe de unos que lo que han logrado mirándolos es enfurecerles más.
Cardenal Infante Don Fernando de Austria Óleo de Gaspar de Crayer, Museo de Santa Cruz, Toledo |
Lo cierto es que pareciera que el animal presiente algo cuando entra en contacto con el hombre, y ese algo que presiente ciertamente emana del alma humana que se le comunica al cuerpo a través del sistema nervioso, entonces el animal puede adivinar la intención.
Domesticar animales ha sido un deseo que siempre ha tenido el hombre, tal vez -lo dice la beata Ana Catalina Emmerick- porque en el Paraíso terrenal el animal no le temía a nuestros primeros padres y era muy dócil y obediente con ellos, al fin y al cabo fue el hombre el que le dio a uno por uno el nombre. Eso quizá fue lo que llevó a nuestra buena madre Eva a ser un tanto imprudente y tenerle demasiado apego a su pequeña mascota, una especie de animalito encantador y muy colorido -también lo afirma la vidente alemana- que por culpa de ella terminó siendo poseído por el demonio y la indujo a la desobediencia. Y el colorido animalito encantador quedó convertido en rastrera serpiente por una maldición de Dios, conservándole apenas una combinación de colores vivos que realmente son bonitos en casi todas las culebras, las cuales probablemente tendrían también esa belleza de mutar su colorido de acuerdo al medio ambiente y la luz del sol, que todavía conservan algunos pequeños aunque feos camaleones de Asia.
Fuente en el santuario de San Francisco, Asís, Italia |
Es un espectáculo maravilloso observar por ejemplo una presentación de caballos de alta escuela o de rejoneo. También de orcas y delfines obedeciendo en una gran piscina o de pequeños peces de acuario dejándose orientar por las sombras de los movimientos de unas manos. En Central Park de Nueva York había un curioso personaje solitario que se parecía a santa Claus y que poniéndose a silbar atraía decenas de gorriones y otros pajarillos que comenzaban a revoletear en torno a él jugando y sin pelear entre ellos, aunque fueran de distinta especie. Algo parecido -cuenta la hermana Lucía de Fátima en sus memorias- sucedía con su primo Francisco el pastorcito que también vio a la Virgen en 1917.
Al parecer hemos perdido ese poder o lo hemos manejando mal. Solamente resta por ahí en algunos que hacen de eso un espectáculo para ganarse la vida, y su ángel custodio conmovido les ayuda en algo. Lo normal sería que todos los hombres -unos más, otros menos- pero todos, conservásemos ese poder para trasmitirle a los animales nuestros estados de ánimo y nuestros pensamientos obligándolos a obedecer mansamente. Si algunos lo consiguen hoy todavía, sería bueno averiguar bien por qué razón lo logran, ojalá sea con la ayuda de Dios y no del diablo.
Por Antonio Borda
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