Ciudad del Vaticano (Martes, 21-08-2018, Gaudium Press) Durante la oración del Ángelus del pasado domingo 19, el Papa Francisco destacó la centralidad de la Eucaristía en la vida del católico, y recordó que al recibir la comunión se recibe a Cristo. «Cuando vamos a la comunión recibimos la vida misma de Dios y para tener esa vida es necesario nutrirse del Evangelio y del amor de los hermanos».
El Santo Padre reflexionó sobre el pasaje del Evangelio del día, centrándose en la segunda parte del discurso de Jesucristo en la sinagoga de Cafarnaúm. En su discurso, Jesús se «presenta como ‘el pan vivo que descendió del cielo’, el pan que da la vida eterna y agrega: ‘El pan que yo daré es mi carne, entregada por la vida del mundo’. Este mensaje es decisivo, y de hecho provoca la reacción de los que escuchaban, que comienzan a discutir entre ellos: ‘¿Cómo es que él puede dar su carne para comer?'», aseguró.
San Onofre recibiendo la Eucaristía de manos de un ángel Museo de Bellas Artes, Salamanca |
El Pontífice afirmó que «cuando el signo del pan compartido trae su significado verdadero, esto es el don de sí hasta el sacrificio, emerge lo incomprensible, emerge hasta incluso el rechazo de aquellos que poco antes querían cargarlo en triunfo».
Cuerpo donado gratuitamente
A pesar de las murmuraciones, «Jesús continúa: ‘Si no comes la carne del Hijo del Hombre y no bebes su sangre, no tendréis vida en vosotros’. Aquí, junto a la carne, aparece también la sangre. Carne y sangre, en lenguaje bíblico, expresan la humanidad concreta. Las personas y los mismos discípulos, intuyen que Jesús nos invita a entrar en comunión con Él, a ‘comer’ a Él, su humanidad, para compartir con Él el don de la vida para el mundo. ¡Diferente de triunfos y espejismo de éxito!».
El Papa resalta que «este pan de la vida, Sacramento del Cuerpo y la Sangre de Cristo, es donado a nosotros gratuitamente en la mesa de la Eucaristía. Alrededor del altar encontramos lo que nos alimenta y nos sacia espiritualmente hoy y para la eternidad».
Además, el Santo Padre también recordó que «toda vez que participamos de la Santa Misa, en un cierto sentido, anticipamos el cielo en la tierra, porque del alimento eucarístico, del Cuerpo y la Sangre de Jesús, aprendemos lo que es la vida eterna. La Eucaristía nos marca porque no vivimos solamente para nosotros mismos, sino para el Señor y para los hermanos y hermanas. La felicidad y la eternidad de la vida dependen de nuestra capacidad de tornar fecundo el amor evangélico que recibimos en la Eucaristía».
Todavía insistió diciendo que «Jesús también hoy repite a cada uno de nosotros: ‘Si no comes la carne del Hijo del Hombre y no bebes su sangre, no tendréis la vida en vosotros'».
Actualizando el Evangelio para los días actuales, el Papa explicó que también en nuestros días pueden ocurrir incomprensión de los oyentes delante de estas palabras de Jesús: «Delante de la invitación de Jesús para nutrirnos con su Cuerpo y Sangre, podremos sentir la necesidad de discutir y resistir, como hicieron aquellos que lo escuchaban de quien el Evangelio de hoy habla. Eso ocurre cuando tenemos dificultad en moldear nuestra existencia en la de Jesús, a actuar de acuerdo con sus criterios y no de acuerdo con criterios del mundo. Pero Él nunca se cansa de invitarnos a su banquete para saciarse de Él, ‘pan vivo que descendió del cielo'».
Entretanto, «nutriéndose de este alimento podemos entrar en plena sintonía con Cristo, con sus sentimientos, con sus actitudes», concluyó. (EPC)
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