viernes, 22 de noviembre de 2024
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Sacerdote en EEUU expone en un artículo la "belleza práctica" del Sacramento de la Confesión

Washington (Miércoles, 22-08-2018, Gaudium Press) Durante un congreso católico en el cual unas 500 o 600 personas acudieron al Sacramento de la Confesión, el P. Dwight Longenecker tuvo la oportunidad de reflexionar sobre la bondad de este canal de misericordia, apreciando la «practicidad, dignidad y gracia de este bello sacramento». En una reflexión para National Catholic Register, el presbítero hizo un repaso de varias de las muchas bondades de contar con esta forma de obtener el perdón de Dios, al alcance de todos.

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Desde una perspectiva humana, la Confesión ofrece la posibilidad para los creyentes de ser escuchados y aconsejados por una persona con gran formación y dispuesta a servirles de manera desinteresada. Los penitentes pueden ser «personas comunes con corazones rotos, matrimonios rotos, relaciones rotas, vidas rotas y esperanzas rotas», comentó el sacerdote. Quienes acudieron a confesarse en el congreso «eran personas ordinarias que normalmente no corrían a ver a alguien con sus problemas llenos de autocompasión. En su lugar, estaban haciendo lo mejor que podían, buscando a Dios, buscando la santidad, buscando la felicidad, buscando todo lo que es bello, bueno y verdadero».

«Pero, por supuesto, la confesión es más que una terapia para personas con baja autoestima», expresó el P. Longenecker. Los penitentes no son humillados por un Dios temible sino que ejercen en la Confesión una gran dignidad y madurez. » Una de las cosas más dignas y totalmente humanas que puedes hacer es admitir que no estás totalmente unido y que necesitas ayuda», comentó el sacerdote. «Es una cosa humana y madura decir, ‘soy mejor que eso, y voy a encontrar el perdón y levantarme y volver a intentarlo y si es necesario, para obtener ayuda'».

Sin embargo, todo esto no expresa lo que es verdaderamente importante. La Confesión es ante todo un Sacramento, «Dios viniendo a nosotros en la forma de Jesús en ese sacerdote», recordó el autor. «Así que este no es el sacramento melancólico, oscuro o lleno de culpa del que se quejan tan a menudo los católicos alejados. Esto es el pueblo de Dios encontrándose con Dios (…). La gracia es otorgada. La gracia se da no solo para el perdón, sino también para el poder de vencer el pecado. Se da la gracia de que podamos movernos siempre hacia arriba para ‘crecer en la humanidad plena de Jesucristo'».

Por tanto, este sacramento es «el Cielo bajado a la Tierra, con el perdón en sus alas» y los hijos hablando con su Padre, concluyó el sacerdote, quien describió finalmente el sacramento como «las hijas y los hijos pródigos de Dios en su camino a casa».

Con información de National Catholic Register.

 

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