Redacción (Jueves, 13-09-2018, Gaudium Press) Ante del magnífico misterio de la Encarnación del Verbo, Dios colocó en primer lugar a la Virgen María, de cuyo seno nacería el Hombre-Dios: Para que ello sucediera envió un mensajero celeste, el ángel San Gabriel, que dijo: «Ave, oh llena de gracia, el Señor es contigo» (Lc 1,26) , a partir de ese saludo estaba realizada la promesa de Dios a los hombres y, a partir del «sí» de María el Verbo de Dios se encarnó. Entretanto, otro «sí» marcó la historia de la humanidad, el de San José.
Destinado por Dios para ser el esposo de María, José era descendiente de David y, cuando joven, según la tradición, había hecho voto de virginidad. Cuando ya era varón, a sus cuarenta años, recibió la incumbencia de formar al Hombre-Dios.
Imaginemos el Niño Jesús ayudando a San José en sus trabajos de carpintería. San José le dice: «Mi hijo Vos sois Dios y fuisteis Vos quien disteis la luz de la inteligencia al hombre para saber lidiar con la naturaleza, pero como Vos también sois Hombre, Te pido que me ayudes en esto» y el Niño Dios hacía todo con la intención de obedecer a su padre.
Mientras tanto Nuestra Señora cosía algo con toda perfección. ¡Qué convivencia sobrenatural la de la Sagrada Familia!
Garrigou Lagrange afirma: «La misión de San José sobrepasa hasta el orden de la gracia, y confina con el orden hipostático constituido por el propio misterio de la Encarnación»(1).
Se ve claramente que San José cumplió enteramente su alta vocación. Además de haber dado sustento al Niño Dios, fue el guardia de la Virgen María.
San José, aunque haya recibido gracias esplendorosas, también fue probado por Dios. «Ahora, el origen de Jesucristo fue así: María, su madre, estaba prometida en casamiento a José y, antes de pasar a convivir, ella se encontró encinta por la acción del Espíritu Santo. José, su marido, era justo y, no queriendo denunciarla, resolvió abandonar a María, en secreto.» (Mt 1,18-19) «José quiso alejarse de María por juzgarse indigno de vivir en la compañía de una virgen tan santa» (2).
San José veía pasar los meses y, eran visibles las señales de gestación; pero él nada preguntó y ella nada le dijo. «¡Oh inestimable alabanza de María! Creía San José más en la castidad de su esposa que en aquello que sus ojos veían, más en la gracia que en la naturaleza: percibía claramente que Ella era Madre, y no podía creer que fuese adúltera; juzgó ser más posible una mujer concebir sin el concurso de un varón que María poder pecar». (3) No se equivocó San José, pero ya había decidido abandonar a María.
«Mientras José pensaba en eso, es que el ángel del Señor le apareció, en sueños, y le dijo: José, hijo de David, no tengas miedo de recibir a María como tu esposa, porque Ella concibió por la acción del Espíritu Santo. Cuando se despertó, José hizo conforme el ángel del Señor había mandado y aceptó a su esposa». (Mt 1,20.24)
En este pasaje vemos el «sí» de San José, aquel sí que lo llevaría a ser el padre adoptivo de nuestro Señor Jesucristo y, siglos después sería solemnemente declarado Patriarca de la Iglesia Católica por el papa Beato Pío IX, en 1870.
En la misma ocasión fue dedicado el día 19 de Marzo a San José, sin octava por motivo de la Cuaresma.
Delante del conocimiento de las gracias concedidas a San José y de su «sí», nos resta pedir la gracia de cumplir completamente con la vocación que Dios nos dio, dando a ruegos de San José, nuestro «sí».
La devoción a San José
En 1129 surge una iglesia en su honra en Bolonia, hasta entonces una devoción privada, que ganó gran ímpetu por las tesis de algunos santos como San Bernardo, Santo Tomás de Aquino, Santa Gertrudis y Santa Brígida de Suecia, en los siglos XII al XIV.
En el siglo XV hubo los principales propulsores de esa devoción entre los cuales San Vicente Ferrer (+ 1419); Pedro d’Ailly (+ 1420); San Bernardino de Siena (+1444); y Jehan Charlier Gerson (+ 1429); que, gracias a sus esfuerzos, fue aprobado un día a San José en el calendario litúrgico, bajo el pontificado de Sixto IV (1471-1484).
Ya bajo el pontificado de San Pío X, en el día 18 de Marzo de 1909 fue aprobada la letanía de San José.
(Fuente: http://www.arautos.org)
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(1) GARRIGOU-LAGRANGE,Réginald. La Mére du Sauveur et notre vie intérieure, p.III, c.VII
(2) JOURDAIN, Zèphyr-Clément. Somme des grandeurs de Marie. Paris: Hippolyte Walzer, 1900, t.II, p.321.
(3) SAN JUAN CRISÓSTOMO. Hom I in Mat., apud SUÁREZ,SJ, Francisco. Misterios de la vida de Cristo. Madrid: BAC, 1948, v.V, p.254
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