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Un cetro puesto en nuestras manos

Redacción (Miércoles, 26-09-2018, Gaudium Press) En el Sermón de la Montaña, el Divino Maestro, además de enseñar el Padre Nuestro, mostró la necesidad de la oración.

«¡Pedid y recibiréis!»

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Analizando el Antiguo Testamento, constatamos el papel de la oración en acontecimientos grandiosos, entre los cuales recordamos los que siguen.

Estando los hebreos caminando por el desierto, los amalecitas intentaron destruirlos. Moisés, después de haber ordenado a Josué que los enfrentase, subió a una colina a fin de rezar con los brazos erguidos. Así el Profeta se mantuvo hasta la puesta del sol, «y Josué derrotó a Amalec y su gente a filo de espada» (Ex 17, 13).

Judit, poco antes de dirigirse al campamento de los asirios a cortar la cabeza de Holofernes, se prosternó y dirigió a Dios una bellísima oración (cf. Jt 9, 4-14).

El gran héroe Judas Macabeo, acosado por Nicanor, rezó a Dios, enfrentó al enemigo y tuvo brillante victoria (cf. I Mac 7, 41-42).

En aquel Sermón, dijo el Redentor:

«¡Pedid y os será dado! ¡Buscad y hallaréis! ¡Golpead y la puerta os será abierta! Pues todo aquel que pide recibe, quien busca encuentra, y a quien golpea, la puerta será abierta» (Mt 7, 7-8).

En otros trechos del Evangelio, hay afirmaciones semejantes: «Pedid y recibiréis» (Jn 16, 24); «pedid todo lo que quisieres y os será concedido» (Jo 15, 7); «todo aquel que pide recibe, y quien busca encuentra» (Lc 11, 10). Y aún: «Si pides a mi Padre alguna cosa en mi nombre Él os la dará» (Jo 16, 23).

Gobernamos los acontecimientos con la oración

Comenta el Prof. Plinio Corrêa de Oliveira:

«El lenguaje de Nuestro Señor es clarísimo. Las mismas reglas del Evangelio en virtud de las cuales creemos que, habiendo Él dicho ‘esto es mi Cuerpo’ se obra la transubstanciación cuando el sacerdote consagra las especies, nos llevan también a creer que habiendo Él dicho: ‘Pedid y recibiréis’, de hecho recibiremos, si pedimos. […]

«¡Cómo la vida sería más fácil y más suave si nos compenetrásemos de ese valor de la oración! Ella es, verdaderamente, un cetro puesto en nuestras manos. A bien decir, gobernamos los acontecimientos con la oración humilde y persistente. Si nosotros no tomamos en serio estas enseñanzas, por falta de espíritu de fe, privamos de tesoros inestimables la Iglesia. «

Si la persona no reza, terribles catástrofes le ocurrirán.

«Conforme asevera San Alfonso, basado en Santo Tomás de Aquino, los ángeles que pecaron al comienzo de la Creación, lo hicieron porque en la hora de la tentación no pidieron auxilio a Dios. Lo mismo ocurrió a Adán y Eva en el Paraíso: en vez de rezar en la hora de la tentación, quedaron allí coqueteando con la serpiente. Resultado, cayeron.»

Debemos ser importunos en la oración

Precisamos rezar con insistencia, tornándonos hasta incluso importunos, como Nuestro Señor recomendó.

«Si alguno de vosotros tiene un amigo, y va a verlo a medianoche y le dice: ‘Amigo, me prestas tres panes, porque un amigo mío acaba de llegar a mi casa de viaje y no tengo nada que darle’; y él, respondiendo allá de dentro, dice: ‘No me seáis importuno, la puerta ya está cerrada, mis hijos están acostados conmigo; no me puedo levantar para darte cosa alguna.’ Si el otro persevera en golpear, os digo que, aunque él no se levante a darlos por ser amigo, ciertamente por su importunación se levantará y le dará cuántos panes precise» (Lc 11, 5-8).

«Esta es la imagen de Él mismo, queriendo ser importunado y pidiendo de nosotros, no lo que algunos dicen: ‘rece poco, pero rece bien’, sino lo contrario: ‘¡rece como pueda y rece mucho, sea sermoneador, reclame, y si Dios demora en atender, pida todavía más, porque Él acabará atendiendo con una generosidad mayor!’

«Ahora, si yo, antes de rezar, me acuerdo bien que Nuestro Señor quiere y sabe cómo curarme, y que la condición es ser importuno, yo preciso pedir mucho. Y hacerlo por medio de Nuestra Señora, pues a través de Ella realmente obtenemos todo.»

Es necesario rezar siempre

Precisamos orar con confianza inamovible.

«Esa disposición de alma se hace más necesaria en esta época en que la vida espiritual está cambiando bajo el signo de la desesperación. A medida que la existencia moderna, con sus horrores, se torna más difícil para todo el mundo, las personas van teniendo cada vez más actitudes próximas a la desesperación, y se va multiplicando el número de hombres con una especie de tendencia natural malévola de desconfianza en relación a Dios. […]

«Almas así tienen casi una especie de rabia de la misericordia de Dios, al punto de, a veces, hasta no gustan que otros recen por ellas, pues no desean siquiera servirse de un guincho para salir de sus problemas espirituales.

«¿Cuántos de esos espíritus ofuscados aún creerán en la misericordia, cuando llegue el momento de la manifestación de la justicia divina? ¿Y cuántos tendrán confianza en la bondad de Dios, de modo a soportar todos los sufrimientos con la convicción de que, al final, todo acabará saliendo bien?

«Tengo la impresión de que solo los confiados podrán atravesar esa época de caos y desesperación. Quien no confíe, enfrentará mucha dificultad, debido a ese pesimismo espiritual, decurrente de un pesimismo en relación a la vida temporal.»
Afirma San Lucas que «es necesario orar siempre sin jamás dejar de hacerlo» (Lc 18, 1).

Así, debemos ofrecer nuestro trabajo, entretenimiento, hasta incluso cada latido de nuestro corazón durante el sueño y otras actividades lícitas, como oración, pidiendo, sobre todo, por la Iglesia, por nuestra santificación y por la venida urgente del Reino del Inmaculado Corazón de María.

Por Paulo Francisco Martos

(in «Noções de História Sagrada -165)
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Bibliografía

CORRÊA DE OLIVEIRA, Plinio. O inestimável tesouro da oração. In revista Dr. Plinio, São Paulo. Ano VI, n. 65 (agosto 2003), p. 19.
CORRÊA DE OLIVEIRA, Plinio. A oração: importante, necessária, obrigatória. In revista Dr. Plinio, São Paulo. Ano VI, n. 68 (novembro 2003), p. 24.
CORRÊA DE OLIVEIRA, Plinio. O inestimável tesouro da oração. In revista Dr. Plinio, São Paulo. Ano VI, n. 65 (agosto 2003), p. 17.
CORRÊA DE OLIVEIRA, Plinio. Nunca abandonar a oração. In revista Dr. Plinio, São Paulo. Ano VII, n. 70 (janeiro 2004), p. 25.

 

 

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