Ciudad del Vaticano (Lunes, 01-10-2018, Gaudium Press) Reconocer la huella de Dios, la señal de Dios, donde ella se encuentre, incluso en ambientes insólitos: puede ser ese el resumen de la catequesis del Papa en el Ángelus del día de ayer, en la Plaza de San Pedro.
El Pontífice comentó el evangelio del XXVI domingo del tiempo ordinario, que narra la «queja» que los apóstoles llevaban a Jesús, de que alguien que no era de ellos estaba exorcizando en su nombre.
«El Evangelio de este domingo nos presenta uno de esos detalles muy instructivos de la vida de Jesús con sus discípulos. Estos habían visto que un hombre, que no formaba parte del grupo de los seguidores de Jesús, echaba a los demonios en nombre de Jesús, y por eso querían prohibírselo. Juan, con el entusiasmo vigoroso, típico de los jóvenes, refiere esto al Maestro buscando su apoyo; pero Jesús, al contrario, responde: «No se lo impidan, porque nadie puede hacer un milagro en mi Nombre y luego hablar mal de mí. Y el que no está contra nosotros, está con nosotros»», explicó Francisco.
Esta actitud de «cerrazón» es muy común, incluso entre los cristianos de hoy. Sin embargo, el cristiano debe admirarse ante «la gran libertad de Dios en el donarse a nosotros», libertad divina que «es un desafío y una exhortación a cambiar nuestras actitudes y relaciones». Cuando existen, debemos ver la huella de Dios «en personas que no forman parte de nuestro círculo».
El Papa invitó a los fieles a buscar los trascendentales del ser, donde quiera que ellos se hallen. «Se trata de estar más atentos a la autenticidad del bien, de lo bello y de lo verdadero que se realiza, que al nombre y al origen de quien lo hace».
Ejemplo de alma contemplativa, ansiosa por hallar la presencia de Dios en la creación es la Virgen: «Que la Virgen María, modelo de dócil acogida de las sorpresas de Dios, nos ayude a reconocer los signos de la presencia del Señor en medio de nosotros, descubriéndolo allí donde Él se manifiesta, incluso en las situaciones más impensables e inusuales. Que nos enseñe a amar a nuestra comunidad sin celos y sin cerrazones, siempre abiertos al vasto horizonte de la acción del Espíritu Santo», concluyó el Papa.
Con información de Vatican News
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