Redacción (Jueves, 01-11-2018, Gaudium Press) Ted Bundy: el sonido macabro de este nombre trasciende las fronteras del país donde cometió sus crímenes, EE.UU. Su caso sigue siendo estudiado en facultades de psicología y criminalística del mundo entero.
El 24 de enero de 1989, era ejecutado en Starke (Florida) el tal vez psicópata más famoso de la historia reciente, responsable al menos del asesinato de 36 chicas, quienes parece que tenían similitud con una que le había causado fuerte dolor sentimental. En la descripción de Elizabeth Loftus, una de las mejores psicólogas de la memoria del mundo y quien lo conoció personalmente, el estudiante de derecho Bundy parecía «adorable», era «el chico americano ideal», brillaba por su «amabilidad, por los hoyuelos que se le formaban al reírse»…
En una audiencia en febrero de 1976, «cuando salimos del despacho del juez – cuenta Loftus, miré a Bundy para calibrar su reacción ante la decisión del juez [ndr. el juez del caso había permitido que la psicóloga experta declarara sobre las múltiples deficiencias que pueden tener los recuerdos, algo que favorecía a Bundy]. Sonreía a Yocom [el fiscal, contraparte de Bundy] con una actitud zalamera y maliciosa que dejaba al descubierto sus blancos dientes, perfectamente alineados. Era como si le dijera: ‘¿Ves? No soy el tipejo que tú crees. Venga, dame una tregua’. Me quedé de piedra. ¿Cómo se le ocurría sonreír al fiscal, a su máximo acusador? ¿Qué diablos estaba haciendo? El recuerdo de aquella sonrisa me abrasaba por dentro. Todo en Bundy parecía normal: su discreto terno de color gris, su cabello corto y bien peinado, hasta las desdeñosas arrugas de su frente. Sin embargo la sonrisa no cuadraba…» 1. No cuadraba esa sonrisa con un chico good boy, pero sí encajaba perfectamente con lo que la psicología conoce acerca de los psicópatas: comúnmente inteligentes, manipuladores, sin sentimientos, sin temores…
Pero este monstruo, al que no lo intimidaban ni los fiscales ni los tribunales, al que no conmovía la candidez de sus víctimas, sí se detuvo ante el poder del Rosario.
Un día Bundy entró a una hermandad femenina de la Universidad Estatal de Florida, y asesinó a dos de las chicas que allí se encontraban. Entretanto, cuando iba por la tercera «algo lo detuvo».
Algunos afirman que Bundy llegó a entrar a la habitación de la joven, y cuando vio el rosario en las manos de ella, una fuerza misteriosa le impidió acercársele. Otros aseguran que esa fuerza ni siquiera le permitió entrar a la habitación.
La misma noche del descubrimiento de los asesinatos de sus dos compañeras, la muchacha dijo que su abuela la había conminado a rezar el rosario todos los días al finalizar el día, para asegurarse de la protección de la Virgen; y que hiciera eso incluso aunque estuviera agotada, con el riesgo de quedar dormida. Así lo hizo, esa fatídica noche, y el rosario la salvó… (SCM)
Con información de Aleteia
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1 Loftus, E. Juicio a la memoria. Alba Editorial. Barcelona. 2010. p. 134
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