Ciudad del Vaticano (Lunes, 19-11-2018, Gaudium Press) Ayer, en la meditación del Ángelus en la Plaza de San Pedro, el Santo Padre meditó en las lecturas del día, particularmente la lectura evangélica que reza:
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «En aquellos días, después de esa gran angustia, el sol se hará tinieblas, la luna no dará su resplandor, las estrellas caerán del cielo, los astros se tambalearán. Entonces verán venir al Hijo del hombre sobre las nubes con gran poder y majestad; enviará a los ángeles para reunir a sus elegidos de los cuatro vientos, de horizonte a horizonte. Aprended de esta parábola de la higuera: Cuando las ramas se ponen tiernas y brotan las yemas, deducís que el verano está cerca; pues cuando veáis vosotros suceder esto, sabed que él está cerca, a la puerta. Os aseguro que no pasará esta generación antes que todo se cumpla. El cielo y la tierra pasarán, mis palabras no pasarán, aunque el día y la hora nadie lo sabe, ni los ángeles del cielo ni el Hijo, sólo el Padre.» (Mc 13,24-32)
El Pontífice afirmó que este discurso del Señor es sobre todo «una invitación a vivir bien en el presente, a estar atentos y siempre listos para cuando se nos llame a rendir cuentas de nuestra vida».
Francisco mostró que el inicio del texto habla y anuncia la decadencia de una creación que fue saludada como brillante y ordenada en el Génesis. Pero después de esta decadencia, «la luz que brillará en ese último día será única y nueva: será la luz del Señor Jesús que vendrá en la gloria con todos los santos. En ese encuentro veremos finalmente su rostro en la plenitud de la luz de la Trinidad».
«En el Evangelio de hoy -estableció el Papa- Jesús dice que la historia de los pueblos y la de los individuos tiene un fin y una meta que alcanzar: el encuentro definitivo con el Señor. No sabemos ni el tiempo ni la manera en que sucederá; el Señor ha reiterado que nadie sabe, ni los ángeles en el cielo ni el Hijo; todo se guarda en el secreto del misterio del Padre. Sabemos, sin embargo, un principio fundamental con el que debemos confrontarnos: El cielo y la tierra pasarán -dice Jesús- pero mis palabras no pasarán». Este es punto centro: el día de la venida del Señor, cada uno verá si la Palabra divina iluminó su existencia personal, o más bien le dio la espalda a esa palabra.
De lo anterior se concluye que la clave está en vivir bien el presente con la gracia de Dios. Ahí se juega todo.
El Pontífice concluyó su meditación pidiendo la intercesión de la Virgen para no caer en la angustia, sino para que pensemos en la responsabilidad que tenemos de llevar una vida bien llevada.
Con información de Vatican News
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