Ciudad del Vaticano (Miércoles, 21-11-2018, Gaudium Press) Con la catequesis de este miércoles, 21 de noviembre, el Papa encerró las consideraciones que venía haciendo sobre los mandamientos, dentro de las Audiencias Generales.
El último de estos comentarios fue proferido hoy cuando el Pontífice trató de los mandamientos: «No codiciar el cónyuge del prójimo y las cosas ajenas».
Antes de su catequesis, el Papa atendió a un enfermo |
Para los 15 mil fieles y peregrinos que se reunieron en la Plaza San Pedro, Francisco explicó que aparentemente estas palabras no agregan un nuevo contenido a los mandamientos sobre el adulterio y sobre el hurto.
Sin embargo, comentó él que todos los mandamientos tienen como finalidad señalar la frontera de la vida, esto es, el límite para más allá del cual el hombre destruye a sí mismo y al prójimo, arruinando su relación con Dios.
Los pecados nacen en el corazón del hombre
El Papa explicó que el décimo mandamiento apunta al hecho de que todas las transgresiones y ofensas contra Dios nacen y crecen a partir de una misma raíz interior: los malos deseos que nacen en el corazón del hombre que carga el peso de una naturaleza decaída.
Son palabras del Pontífice:
«Todos los pecados nacen de un deseo malévolo y acaban en una transgresión no formal, pero que hiere a sí mismo y a los otros».
Recordando el Evangelio de San Marcos, el Papa citó la lista de estos malos deseos que nacen en el corazón humano y que conducen a la transgresión de los Mandamientos del Señor y al pecado: impurezas, hurtos, homicidios, adulterios, codicias, maldades, engaños, libertinaje, envidia, calumnia, arrogancia e insensatez.
Explicar el Decálogo para liberar el Corazón
El caminar por los Mandamientos del Decálogo tiene su utilidad porque se llega al corazón del hombre.
El punto de llegada de este viaje es el corazón y, si este no es liberado, el resto vale poco. Este es el desafío, apuntó el Papa: «Liberar el corazón de todas esas cosas malévolas».
Humillación
Para Francisco, los mandamientos y su incidencia sobre los deseos muestran nuestra debilidad y pobreza y nos conducen a una santa humillación.
Por eso el Papa invitó a los fieles a cuestionarse sobre cuál deseo malévolo sentimos con más frecuencia.
Necesidad de los dones del Espíritu Santo
Será en vano el hombre pensar que puede liberarse de esos malos deseos solito, únicamente con un esfuerzo de la propia voluntad, por mayor que ella sea: el hombre necesita del don del Espíritu Santo, necesita abrirse a la relación con Dios, en verdad y libertad, dijo el Papa, agregando además que solamente así las fatigas pueden producir fruto, «porque tienen el Espíritu Santo que nos lleva adelante».
Ilusión
Según Francisco, el hombre no puede ilusionarse creyendo que una obediencia literal al Decálogo lo llevará a la salvación.
La función de los mandamientos, dijo, es llevar al hombre a su verdad, esto es, su pobreza, que se torna apertura auténtica y personal a la misericordia de Dios, que nos transforma y nos renueva:
«Dios es el único capaz de renovar nuestro corazón, con la condición de que abramos el corazón a Él.»
Misericordia y Cura del Corazón
El Pontífice afirmó que las últimas palabras del Decálogo nos educan, nos conducen a reconocer que somos mendicantes:
«Dejémonos ayudar, somos mendicantes. Pidamos esta gracia», agregó Francisco, antes de encerrar sus palabras y concluir la serie de catequesis sobre los Mandamientos del Decálogo:
«‘Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos’ (Mt 5,3).
Sí, bienaventurados los que dejan de ilusionarse creyendo que pueden salvarse de la propia debilidad sin la misericordia de Dios, que es la única que puede curar el corazón.» (JSG)
(De la Redacción de Gaudium Press, con informaciones de Vatican News)
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