Redacción (Martes, 27-11-2018, Gaudium Press) Erigida en medio de la dura roca, sobre la áspera gruta en la cual San Benito de Nursia vivió durante tres años en contemplación y silencio, la abadía de Subiaco deslumbra al visitante con su característica fuerza de autenticidad.
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Es sencilla y al mismo tiempo altiva. Ora la vemos solitaria, ora poblada de incontables peregrinos; ora serena, ora efervescente por el misterioso rumor de las batallas espirituales. Su claustro conserva el aroma de la civilización cristiana, a la manera de ciertas ampollas de cristal que aún exhalan la fragancia del perfume evaporado con el paso de los años…
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«Los niños se hicieron hombres, los hombres se hicieron viejos, los viejos se hicieron… ¡polvo!».1 De esta ingeniosa sentencia se sirve un conocido literato español para expresar, con fuerza y contundencia, el inexorable paso del tiempo, que aparentemente todo lo supera, lo cambia y sustituye. Sin embargo, se diría que nada cambia, supera ni sustituye la altura de los grandes hombres cuando, además de grandes, también son santos.
En esa materia el insigne abad de Nursia es un arquetipo. Desde pequeño supo crecer en la sólida base de la práctica de las virtudes. Al llegar a la edad viril maduró con grandeza profética, propia al hombre que la Providencia suscitó para dar inicio a la sublime aventura contemplativa de la familia benedictina y convertirse en el glorioso patriarca del monacato occidental.
Lejos de desvanecerse o palidecer, la figura de San Benito fue engrandeciéndose con el transcurso de los siglos. Y a la luz de su vida y de sus obras, miles y miles de santos anduvieron el fabuloso camino abierto por él, cuyo final se pierde en los esplendores celestiales.
Si las palabras de los hombres del mundo se dispersan como polvo por el aire, la sabiduría del santo abad se volvió regla, sintetizada en una áurea y fulgurante divisa: «Ora et labora».
Ante ella, el bárbaro destruidor retrocede; el pecador se conviere; el inocente se ennoblece…
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Ora et labora significa oración y acción; vida contemplativa y trabajo fecundo. Ora et labora es una dedicación atenta que no descuida un instante la visión sobrenatural; es una altísima contemplación del mundo angélico que no pierde el contacto con el mundo concreto en el cual viven los hombres.
Ora et labora es el fabuloso lema que, inscrito en las piedras de la majestuosa abadía de Subiaco, compone dos invisibles alas angélicas para elevar a las almas por encima de la tierra y del tiempo, en un vuelo celestial rumbo a la eternidad. ″
Por Gustavo Kralj
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1 COLOMA, SJ, Luis. Colección de lecturas recreativas. In: www.cervantesvirtual.com.
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