Ciudad del Vaticano (Miércoles, 28-11-2018, Gaudium Press) En la conclusión de sus catequesis semanales sobre los Mandamientos, hoy en el Aula Vaticana Pablo VI, Francisco hizo un abordaje novedoso sobre los mandamientos, y es el de ellos como una opción de remplazo de los malos deseos del hombre en pecado. Mandamientos que son también rostro de Cristo, y que se unen con las aspiraciones de las Bienaventuranzas.
Dios nos amó primero, dijo el Papa. Y ese «amor invita a la confianza y a la obediencia, y nos rescata del engaño de las idolatrías, del deseo de acaparar cosas y dominar a las personas, buscando seguridades terrenales que en realidad nos vacían y esclavizan. Dios nos ha hecho sus hijos, ha colmado nuestro anhelo más profundo, siendo él nuestro descanso».
Cumplir los mandamientos debe ser el objeto de nuestros deseos. De esta forma «al liberarnos de la esclavitud de los deseos mundanos, podemos así recomponer nuestra relación con las personas y las cosas siendo fieles, generosos y auténticos. Es un nuevo corazón, inhabitado por el Espíritu Santo -expresó el Pontífice en español- que se nos da a través de su gracia, el don de unos deseos nuevos que nos impulsa a una vida auténtica, adulta, sincera».
Nuevos deseos, vida nueva, vida en el Espíritu
Esos nuevos deseos en nosotros no son otra cosa sino un nuevo corazón habitado por el Espíritu Santo. «El Decálogo es su radiografía [la de Crsito], la describe como un negativo fotográfico que deja aparecer su rostro, como en la Sábana Santa. Y así el Espíritu Santo fecunda nuestro corazón poniendo en él, los deseos que son su don, los deseos del Espíritu. Desear según el Espíritu, desear al ritmo del Espíritu, desear con la música del Espíritu».
«Mirando a Cristo vemos la belleza, el bien, la verdad. Y el Espíritu genera una vida que, según sus deseos, suscita en nosotros la esperanza, la fe y el amor», manifestó Francisco.
Los nuevos deseos del Espíritu Santo en nuestros corazones son realmente una nueva vida. El Pontífice profundizó en la materia.
«Si son los malos deseos los que arruinan al hombre – precisa el Papa – entonces, el Espíritu pone sus santos deseos en nuestros corazones, que son la semilla de una nueva vida. La vida nueva no es el esfuerzo titánico por ser coherente con una norma, sino la vida nueva es el mismo Espíritu de Dios que comienza a guiarnos hacia sus frutos, en una feliz sinergia entre nuestra alegría de ser amados y su alegría de amarnos. Se encuentran los dos gozos: la alegría de Dios de amarnos y nuestra alegría de ser amados».
«Esto es lo que el Decálogo es para nosotros los cristianos: contemplar a Cristo para abrirnos a recibir su corazón, para recibir sus deseos, para recibir su Espíritu Santo», resumió Francisco.
Con información de Vatican News
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