Perú – Lima (Viernes, 29-11-2018, Gaudium Press) El pasado sábado 24, el Arzobispo de Lima y Primado de Perú, Cardenal Juan Luis Cipriani administró el sacramento de la Confirmación a 93 jóvenes de la Parroquia Santa Rosa de Lima, durante la misa que fue concelebrada por el Padre Víctor Solís, Párroco; el Padre Julio Rodríguez, vicario parroquial; y el Padre Paulo Piérola, vicario adjunto.
En su homilía, el purpurado recordó que nuestra vida se divide en dos partes: la terrena y la eterna. «De una manera muy simple, para que no se olviden, se puede decir que la vida de cada uno de ustedes tiene dos grandes partes: la vida terrena, que compartirán en el mundo; y la vida eterna, cuando dejado este mundo estarán delante de Dios, en el purgatorio o en el infierno».
El Primado de Perú advirtió que nuestro destino en la eternidad depende de la vida que llevamos ahora. «La eternidad depende de lo que yo hago ahora. Si ahora yo amo a Dios, obedezco a Dios; si ahora vivo bien esos mandamientos de la ley de Dios, Él me tiene reservado un premio inmenso, aquí y allá. Al contrario, si aquí abajo, en tu vida terrena te dedicas a hacer lo que te gusta y te olvidas de Dios, el Señor te dirá: ‘Diviértete todo lo que quieras, pero estás arriesgando tu futuro'».
Según el prelado, todas nuestras acciones y pensamientos comienzan en el corazón y cada noche antes de dormir debemos hacer nuestro examen de consciencia y evaluar nuestro día. «El Espíritu Santo actúa en tu espíritu, en el alma, en el corazón; no se puede decir que pesa un kilo, pues no tiene peso; que mide tres metros, pues no tiene medida; que es azul, pues no tiene color; no tiene olor, es espíritu. Y usted me dirá: ¡qué difícil es esto! No, todo lo que usted hace, piensa, come, habla, todo, comienza en tu corazón. Primero pensaste, primero imaginaste y después hablaste, hiciste. ¿Cuán importante es preguntar todos los días antes de dormir, qué tuve hoy en mi corazón?».
Concluyendo, el Arzobispo de Lima animó a los presentes a acudir siempre al Espíritu Santo y pedirle que nos ilumine y que nos dé la sabiduría suficiente para no querer distanciarnos de Él. «Por eso pedimos al Espíritu Santo hoy: ayúdame para que en este corazón, reine Cristo, que Él sea el dueño. Él te conducirá y te dirá: vamos a estudiar, obedecer a los padres, rezar un poco, no te desanimes, anda y pide perdón. El Espírito Santo dentro del alma le estará hablando, ayudando, aconsejando; por eso le pedimos, Espíritu Santo habla, acompaña, enséñame a vivir esta vida que es tan bonita con Dios, tan fea con el diablo». (EPC)
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