Ciudad del Vaticano (Miércoles, 05-12-2018, Gaudium Press) En este último domingo 2 de diciembre, antes de recitar el Ángelus para los fieles reunidos en la Plaza de San Pedro, el Papa Francisco reflexionó sobre el tiempo de Adviento que se iniciaba en la ocasión.
El Santo Padre recomendó que este período que antecede a la Navidad se viva en espíritu de oración y vigilancia, añadiendo el espíritu de la caridad con los más pobres. «El Adviento nos invita a un compromiso de vigilancia, a mirar para fuera de nosotros mismos, ampliando nuestra mente y nuestro corazón para abrirnos a las necesidades de nuestros hermanos y al deseo de un nuevo mundo. Es el deseo de tantos pueblos martirizados por el hambre, la injusticia y la guerra; es el deseo de los pobres, los más frágiles y abandonados», resaltó.
El Pontífice advirtió que para vivir este tiempo hasta la Navidad, es indispensable «vigilar y orar». Y que «en estas cuatro semanas somos llamados a salir de un modo de vida resignado y rutinario, alimentando esperanzas y sueños para un nuevo futuro».
Expresó además que el tiempo de Adviento «es oportuno para abrir nuestros corazones, para hacernos preguntas concretas sobre cómo y por quién gastamos nuestras vidas. Se trata de levantarse y orar, de volver nuestros pensamientos y nuestros corazones a Jesús que está por venir».
«Nosotros aguardamos a Jesús y queremos esperarlo en oración, que está estrechamente relacionada con la vigilancia. ¿Pero cuál es el horizonte de nuestra espera en oración? En la Biblia esto es señalado sobre todo por las voces de los profetas. Hoy es la voz de Jeremías, que habla con un pueblo que fue sometido a duras pruebas por el exilio y que corre el riesgo de perder su propia identidad. Incluso nosotros, los cristianos, que también somos el pueblo de Dios, nos arriesgamos a mezclarnos y perder nuestra identidad, de hecho, para ‘paganizar’ el estilo cristiano», aseguró.
El Papa Francisco concluyó su mensaje pidiendo para que «la Virgen María, mujer de la espera y la oración, nos ayude a fortalecer nuestra esperanza en las promesas de su Hijo Jesús, para hacernos sentir que, a través de las aflicciones de la historia, Dios permanece fiel y utiliza también los errores humanos para demostrarnos su misericordia». (EPC)
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