Redacción (Viernes, 07-12-2018, Gaudium Press) María, desde el primer instante de su concepción, fue preservada de todo mancha, de todo pecado. Ella es la Inmaculada Concepción, uno de los dogmas marianos.
La Iglesia lo afirmó el 8 de diciembre de 1854 mediante la Bula ‘Ineffabilis Deus’ del Papa Pío IX:
«Declaramos, afirmamos y definimos que ha sido revelada por Dios, y de consiguiente, qué debe ser creída firme y constantemente por todos los fieles, la doctrina que sostiene que la santísima Virgen María fue preservada inmune de toda mancha de culpa original, en el primer instante de su concepción, por singular gracia y privilegio de Dios omnipotente, en atención a los méritos de Jesucristo, salvador del género humano».
Se puede decir que María es una obra de arte de la Santísima Trinidad; un misterio que al entender humano puede ser difícil de evocar, pero que algunos artistas se acercaron bastante bien representándolo de una manera casi celestial.
Inmaculada Concepción de los Venerables, Bartolomé Esteban Murillo, Museo Nacional del Prado. |
Este es el caso de Bartolomé Esteban Murillo, pintor de origen sevillano, quien realizó cerca de dos docenas de obras inspiradas en María Inmaculada, unas 19, incluso mucho antes de la declaración del dogma de la Inmaculada Concepción.
Como bien subraya E. Cenalmor, en «Murillo y Justino de Neve. El arte de la amistad», citado por el Museo del Prado de Madrid -donde se hallan algunas de las obras del artista sevillano-, «Murillo creó una fórmula de gran éxito para la representación de la Inmaculada, con la Virgen vestida de blanco y azul, las manos cruzadas sobre el pecho, pisando la luna y con la mirada dirigida al cielo. Al mismo tiempo le otorga un claro impulso ascensional que la sitúa en un espacio celestial lleno de luz nubes y ángeles. Así aunaba dos tradiciones iconográficas: la de la Inmaculada y la de la Asunción».
No en vano Mons. Juan José Asenjo, Arzobispo de Sevilla, en carta pastoral de septiembre pasado destacó «la fuerza evangelizadora» de las pinturas de Murillo, un artista que sobresalió por su gran interés por la Inmaculada Concepción:
«Él se insertó de lleno en el movimiento que propugnaba en la Sevilla de la primera mitad del siglo XVII la definición dogmática de la Inmaculada Concepción. Sus diecinueve inmaculadas lo atestiguan (…) La abundancia y exuberancia de las inmaculadas de Murillo tiene seguramente mucho que ver con la pasión con que vivió Sevilla la prehistoria del dogma inmaculista. Tales inmaculadas fueron el referente visual y plástico de una fe en la concepción inmaculada de la Virgen que creció incesantemente en Sevilla, ciudad mariana por excelencia, que tanto contribuyó a la declaración dogmática del papa Pío IX de 8 de diciembre de 1854», señalaba el prelado en el documento.
Una de sus obras es la Inmaculada Concepción de los Venerables, óleo sobre lienzo, pintada entre 1660 y 1665, que se halla en el Museo del Prado de Madrid. Fue encargada por Justino de Neve para el hospital de los Venerables Sacerdotes de Sevilla. Esta pintura sobresale frente a otras de Murillo por la representación triunfante de la Virgen y el movimiento que evoca la asunción de María a los cielos.
Precisamente este 8 de diciembre, en la fiesta de la Inmaculada Concepción, se cierra en Sevilla un año especial dedicado a Murillo, que ha trascurrido con motivo del IV Centenario de su nacimiento.
Ver también:
Inauguran en Sevilla Año de Murillo con la exposición «La mirada de la santidad»
Con esta pluma se firmó la Bula de proclamación del dogma de la Inmaculada Concepción
De la redacción de Gaudium Press, con información del Museo Nacional del Prado.
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