Ciudad del Vaticano (Jueves, 13-12-2018, Gaudium Press) En la tarde de este miércoles 12 de diciembre, fiesta de Nuestra Señora de Guadalupe, patrona de América Latina y Emperadora de todo el Continente Americano, el Papa Francisco presidió una misa en la Basílica de San Pedro, Vaticano.
La celebración contó con la participación de diversos Cardenales, Obispos y Arzobispos, además de cerca de 550 sacerdotes, colaboradores del Pontífice en la Curia Romana, entre los cuales el Cardenal brasileño João Braz de Aviz.
En su homilía, Francisco destacó el papel de Nuestra Señora como ‘pedagoga del Evangelio’, basándose en dos palabras contenidas en el Evangelio del día, que narra la reacción de Nuestra Señora tras la anunciación del ángel Gabriel: caminó y cantó.
«María nos enseña que, en el arte de la misión y la esperanza, no son necesarias tantas palabras ni programas, su método es muy simple: caminó y cantó el Magníficat, a través del cual Nuestra Señora se torna la primera pedagoga del Evangelio, recordándonos las promesas hechas a nuestros padres e invitándonos a cantar la misericordia del Señor», dijo el Pontífice.
Sobre el verbo caminar, el Santo Padre explicó que Nuestra Señora «caminó al Tepeyac para acompañar a Juan Diego y continúa caminando en el Continente cuando, por medio de una imagen o estampa, de una vela o de una medalla, de un Rosario o Ave María, entra en una casa, en la celda de una cárcel, en la sala de un hospital, en un albergue de ancianos, en una escuela, en una clínica de rehabilitación… para decir: ‘¿No estoy yo aquí, que soy tu madre?'».
El Papa Francisco subrayó que Nuestra Señora camina cargando la alegría de quien canta las maravillas que Dios realizó con la pequeñez de su sierva, y que «en la escuela de María aprendemos que su vida no está marcada por el protagonismo, sino por la capacidad de hacer que los otros sean protagonistas. Brinda el coraje, enseña a hablar y, sobre todo, anima a vivir la audacia de la Fe y la Esperanza».
«Así lo hizo con el indiecito Juan Diego y con tantos otros que, saliendo del anonimato, les dio voz, hizo conocer su rostro e historia y los hizo protagonistas de ésta, nuestra historia de salvación. (…) Con corazón de madre, ella busca levantar y dignificar todos aquellos que, por diferentes razones y circunstancias, fueron inmersos en el abandono y el olvido», expresó el Santo Padre.
Según el Pontífice, en la escuela de María «aprendemos el protagonismo que no precisa humillar, maltratar, desprestigiar o burlarse de los otros para sentirse valioso o importante; que no recurre a la violencia física o psicológica para sentirse seguro o protegido. Es el protagonismo que no tiene miedo de la ternura y la caricia, y que sabe que su mejor rostro es el servicio».
En su escuela «aprendemos auténtico protagonismo, dignificar todo aquel que está caído y hacerlo con la fuerza omnipotente del amor divino, que es la fuerza irresistible de su promesa de misericordia», destacó Francisco.
(EPC)
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