Bogotá (Domingo, 16-12-2018, Gaudium Press) En un escenario majestuoso, la iglesia de Nuestra Señora de Fátima en Tocancipá, a pocos kilómetros al noreste de Bogotá, se realizó ayer en la tarde el Concierto de Navidad de los Heraldos del Evangelio en Colombia. La iglesia, colorida, trans-gótica, majestuosa, materna, tuvo lleno total para apreciar las músicas instrumentales y cantadas, de integrantes tanto de la orden masculina cuanto de la femenina de los Heraldos.
Todo comenzó con el rezo del Ave María, iniciado por el P. Juan Francisco Ovalle, EP -Director de la Casa de Formación de los Heraldos-, quien dio un saludo de bienvenida, y también de compenetración del sentido profundo del acto que se realizaría. También se ofreció el evento a la mayor gloria de Dios Nuestro Señor y a la Santísima Virgen.
El cortejo inicial de cuatro en fondo ingresó bajo las notas de una cadenciada marcha francesa, con dos filas exteriores de Heraldos portando sus característicos hábitos, que envolvían dos hileras centrales de aspirantes llevando uniforme militar. Seguía al cortejo masculino el cortejo de miembros de la orden segunda de los Heraldos del Evangelio. Con los Heraldos ya en el presbiterio, se realizó la coronación solemne de la Imagen del Inmaculado Corazón de María. «Oh Corazón Inmaculado de María, Reinad sobre el Mundo entero», retumbaba en todo el templo la melodía de coronación. Regía con propiedad la banda sinfónica el Diácono Mario, también de los Heraldos.
La tarde caía, los notas surgían, y los delicados y dorados rayos de sol entraban oblicuos por los vitrales, pero al fin desaparecieron para ser reemplazados por la perfecta iluminación del templo. Y las músicas y los villancicos se sucedían unos a otros, en alemán, portugués, en diversos idiomas, sin faltar los españoles o clásicos colombianos como ‘Tutaina’. El maestro de ceremonias, Padre Ovalle, introducía las melodías, hacía cortas meditaciones con tonus natalino, y también encendía aún más la alegría de los espectadores con algunas rifas de objetos religiosos.
La Imagen del Inmaculado Corazón de María en lugar de honra, fue objeto de veneración de los asistentes al final del Concierto. Como ocurre comúnmente en las ceremonias de los Heraldos, los asistentes no tenían prisa por partir, querían permanecer, para seguir degustando un ambiente que hablaba de paz, de armonía, de sobrenatural.
Aún resonaban en sus corazones las melodías de la verdadera Navidad.
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