El respeto a la Eucaristía y la piedad al celebrar y asistir a la Santa Misa nos hace reconocer a los que pertenecen a Nuestro Señor.
Redacción (24/04/2023 09:48, Gaudium Press) En el Evangelio de ayer, San Lucas relata una de las primeras apariciones de Nuestro Señor después de su Resurrección.
En la madrugada de ese día, algunas mujeres -entre ellas Santa María Magdalena- fueron al Santo Sepulcro, llevando los aromas que habían preparado. No vieron a Jesús, pero se les aparecieron dos ángeles y les dijeron: “¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive? No está aquí: ha resucitado”. Entonces se apresuraron a notificar a los Apóstoles la noticia anunciada por los Ángeles. San Pedro y San Juan se dirigieron inmediatamente al sepulcro, encontrando sólo las bandas que envolvían el cuerpo de Jesús. Sin embargo, a Él nadie lo vio.
Entre tanto, la liturgia de este segundo domingo de Pascua incluye la aparición de Jesús a dos de sus discípulos.
Uno de lo más bellos encuentros de la Historia
En la tarde de ese mismo día, el primer día de la semana, dos de los discípulos de Jesús se dirigían a un pueblo llamado Emaús, a siete millas de Jerusalén (Lc 24,13).
La aparición tuvo lugar el mismo Domingo de Resurrección, a última hora de la tarde. Uno de los discípulos se llamaba Cleofás; ¿y el otro? No aparece en el Evangelio, pero algunos Padres de la Iglesia plantean la hipótesis de que se trata del mismo San Lucas, y que su humildad le habría llevado a no mencionar su nombre [1]. Además, la descripción es tan detallada, rica y llena de éxtasis que al parecer no podría haber sido escrita excepto por un testigo presencial.
Probablemente, los dos regresaban a su ciudad de origen, después de haber ido a Jerusalén a cumplir los primeros ritos pascuales y visitar a los Apóstoles [2]. Durante el camino, mientras “hablaban de todas las cosas que habían pasado” (Lc 24,14) con Jesús, aparece un peregrino misterioso que les pregunta:
¿De qué estás hablando en el camino? Se detuvieron, con cara de tristeza, y uno de ellos, llamado Cleofás, le dijo: ‘¿Eres tú el único peregrino en Jerusalén que no sabe lo que pasó allí estos últimos días?’, preguntó: ‘¿Qué pasó?’: ‘Lo que le sucedió a Jesús el Nazareno, que era un profeta poderoso en obras y palabras ante Dios y ante todo el pueblo’ (Lc 24, 17-19).
Y comenzaron a narrar la Pasión de Nuestro Señor. Contaron también que unas mujeres dijeron haber visto Ángeles, quienes dijeron que Jesús había resucitado; pero a Él, hasta ahora, nadie lo había visto. Entonces el peregrino les dijo:
“‘¡Cuán poco inteligente y lento de su parte para creer todo lo que los profetas han dicho! ¿Acaso el Cristo no debía sufrir todo esto para entrar en su gloria?’ Y, comenzando por Moisés y pasando por los profetas, explicó a los discípulos todos los pasajes de la Escritura que hablaban de Él” (Lc 24,25-27 ).
Sí, ese peregrino era el mismo Jesús. Pero los dos se dieron cuenta de esto mucho más tarde cuando, invitando a Nuestro Señor a cenar con ellos, lo vieron partir el pan durante la cena. No obstante, tan pronto como lo reconocieron, desapareció. Luego, los dos regresaron a Jerusalén para contárselo todo a los Apóstoles, quienes confirmaron la Resurrección de Jesús: “¡Ciertamente, el Señor ha resucitado y se ha aparecido a Simón!”. (Lc 24,34).
Reconocer a Jesús en la Eucaristía
¿Cuánto duró la conversación entre los discípulos de Emaús y Nuestro Señor? Algunas horas, ciertamente, porque el medio de transporte más común en ese momento era caminar, y nadie recorre 11 km a pie en unos minutos.
Pues bien: durante este tiempo considerablemente largo, Jesús les explicó, con singular claridad y profundidad de análisis, todos los pasajes de la Escritura que se referían a él (cf. Lc 24, 27). ¿Quién más podría tener tal visión de la historia y las profecías aparte de Jesús? Sin embargo, solo lo reconocieron al partir el pan. ¿Por qué?
No tenemos intención de analizar las posibles imperfecciones del alma que hacían a los discípulos “como que ciegos” (cf. Lc 24,16) para reconocer a Jesús. Sólo destacamos que, con este hecho, Nuestro Señor quiso dejar una lección para toda la Historia: la forma más eficaz de reconocerlo es a través de la Eucaristía.
Cuando partió el pan, los dos discípulos se dieron cuenta: “Sólo Jesús parte el pan de esta manera; no puede ser otra persona”. Nuestro Señor, al permitir que los dos discípulos lo distinguieran de cualquier hombre en ese momento, mostró que el respeto por la Eucaristía, la forma de celebrar el fraccio panis –la observancia de las reglas litúrgicas, diríamos– son elementos que nos permiten para reconocerlo Por tanto, tal modus celebrandi nos permite distinguir a los que le pertenecen a Él de los que no son enteramente suyos.
Pidamos, pues, para nosotros hoy, una devoción y un respeto cada vez mayores por la Eucaristía, para que podamos ser más plenamente de Nuestro Señor.
Por Lucas Rezende
____
[1] Cf. CLÁ DIAS, João Scognamiglio. O inédito sobre os evangelhos. Città del Vaticano: LEV, 2013, p. 300.
[2] Cf. bid.
Deje su Comentario