Navidad es el anuncio del Reino de Cristo y de María.
Redacción (25/12/2020 15:23, Gaudium Press) Hoy 25 de diciembre, cuando el mundo precisa del fortalecimiento de la esperanza, nada más apropiado para este fin que compartir con nuestros lectores algunos pensamientos del Prof. Plinio Corrêa de Oliveira sobre la Navidad recogidos medio al azar, vertidos en diversos medios de comunicación.
En medio de la ruina, la esperanza
“En la época en que vivimos, de ruinas materiales y catástrofes morales, la Navidad surge como un punto luminoso de esperanza entre las naciones que corren, tanteando, inseguras, en busca de un orden que les asegure un bienestar aún no encontrado”.
“Ese Niño que adoramos reverentes y causa la admiración misteriosa a los que no lo conocen sino de nombre, es, sí, el “Príncipe de la paz” (Is. 9, 6), que trajo a la tierra, en la suavidad de su persona, todo el bien, todo el amor capaz de tornar felices el universo entero y mil mundos, caso existiesen. Pero esa Paz se condiciona a una sola cosa: los hombres y las naciones deben someterse a su Ley, a su Evangelio”.
Un mundo moría, otro nacía
“El viejo mundo, adorador de la carne, del oro, y de los ídolos moría. Un mundo nuevo nacía, basado en la Fe, en la pureza, en la ascesis, en la esperanza del Cielo”.
“¿Alegría de Navidad? Sí. Pero mucho más que esto, Alegría de los 365 días de año, para el católico verdadero. Pues en el alma en que, por la gracia, habita el Salvador, esta alegría dura siempre y jamás se apaga. Ni el dolor, ni la lucha, ni la enfermedad ni la muerte la eliminan. Es la alegría de la fe y de lo sobrenatural. La alegría del orden sacral”.
“Oh Vos, que andáis por el camino, parad y ved si hay un dolor semejante al mío, exclamó Isaías profeta, anteviendo la Pasión del Salvador y la compasión de María. Pero él también podría haber dicho, profetizando las alegrías cristianas perennes e indestructibles que la Navidad lleva a su auge: Oh Vos que pasáis por el camino, parad y ved si hay una alegría semejante a la mía. Oh Vos que vivís codiciosamente para el oro, oh Vos que vivís tontamente para la vanagloria, oh Vos que vivís torpemente para la sensualidad, oh Vos que vivís diabólicamente para la revuelta y para el crimen: para y ved las almas verdaderamente católicas, iluminadas por las alegrías de la Navidad: ¿Qué es vuestra alegría comparada con la de ellas?”.
La Paz de la gruta de Belén no es la paz del demonio
“Tres grandes lecciones, Oh Niño Dios, recogemos de vuestra Santa Navidad. Quedamos sabiendo que no hay paz en la tierra sin Vos. Que hombre de buena voluntad auténtico no es aquel que ama al hombre por el hombre, sino quien lo ama por amor de Vos. Y que vuestra Paz incluye el cese de todas las luchas excepto vuestra incesante y gloriosa guerra contra el demonio y sus aliados, esto es, el mundo y la carne”.
“El estancamiento en el error y el mal, la concordia con los soldados de Satanás, la aparente conciliación entre la luz y las tinieblas, por conceder ciudadanía al mal, sólo traen desorden y generan una tranquilidad que es la caricatura de la verdadera paz. La paz verdadera sólo existe entre los hombres de buena voluntad, que procuran de todo corazón la gloria de Dios. Es por esto que el mensaje de Navidad liga una cosa con otra: ‘Gloria a Dios en lo más alto de los Cielos, y en la tierra paz a los hombres de buena voluntad’ (Lc 2, 14)”.
Navidad es el anuncio del Reino de Cristo, del Reino de María
“Pues fue en las tinieblas de este fin que, cuando menos se pensaba, y donde menos se esperaba, una luz purísima se encendió. En esta luz había el anuncio de la hora de la Encarnación, la promesa implícita de la Redención tan esperada, de la nueva era que comenzó para el mundo con el incendio de Pentecostés. Era el esplendor de esta luz inaugurando en las tinieblas una aurora que triunfalmente se transformó en día, es el cántico de sorpresa y esperanza delante de esa renovación sobrenatural, el anhelo y el antegusto de un orden nuevo basado en la fe y en la virtud, que los fieles de todos los siglos se complacen en considerar, cuando sus ojos se detienen en el Niño Dios, recostado en su cuna, sonriendo enternecido a la Virgen Madre y su castísimo Esposo”.
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