sábado, 23 de noviembre de 2024
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Apóstoles Felipe y Santiago, uno evangelizó Grecia y el otro se encargó de la Iglesia de Jerusalén

Festejados por la Iglesia el mismo día, ellos nos dieron testimonio de que, en la gran viña del Señor toda obra cuenta, todo granito tiene importancia.

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Redacción (03/04/2024, Gaudium Press) La liturgia católica celebra la Fiesta de los Apóstoles San Felipe y Santiago el Menor juntos, el 3 de mayo. Sobre ellos hay algunas referencias en el Evangelio que demuestran su carácter y rectitud, aún antes de la venida de Pentecostés.

San Felipe, Apóstol de los Apóstoles

El ilustre Felipe fue llamado por Nuestro Señor, de acuerdo a las Sagradas Escrituras, el mismo día que San Pedro y San Andrés fueron invitados a ser pescadores de hombres.

Esto muestra la predilección que Jesús tuvo por Felipe, quien luego fue responsable de llamar a Natanael, su gran amigo, aquel de quien Cristo dijo: “¡Aquí está un verdadero israelita en quien no hay fraude!”. Hoy invocamos a Natanael bajo el nombre de San Bartolomé, y si él fue honesto y en nada fue hipócrita, ciertamente sus amigos también compartieron esta honradez, pues nada más despreciable para el hombre honesto que la mentira. Por tanto, este mismo elogio dado a San Bartolomé por Cristo se puede aplicar a San Felipe.

En un pasaje bíblico, durante una de las multiplicaciones de los panes y los peces, es San Felipe quien, preocupado por la multitud, pregunta: “Señor, ¿cómo daremos de comer a tanta gente?” En otro pasaje, notamos que un grupo de griegos desea ver a Jesús, y son San Felipe y San Andrés quienes los animan y presentan a Nuestro Señor. Tal celo por los demás denota la caridad de San Felipe, quien ya estaba extendiendo entre los paganos, las bendiciones de Nuestro Señor. Esa es la razón por la cual el Apóstol Felipe es muy estimado en Grecia, y es un gran Patrón de la nación que fue la cuna de la filosofía occidental.

Un hecho curioso de la vida de San Felipe, narrado por escritores de su tiempo, lo constituye el hecho de que el Apóstol fue llamado por Jesús cuando él ya se había casado y tenía tres hijas. Por lo tanto, su alistamiento en las filas de los Apóstoles, consentido por su familia, no fue sin dolor.

Se cree que murió cerca del año 80 d.C., pues fue entonces cuando su ardiente discípulo, San Policarpo, quien continuaría haciendo maravillas por la Iglesia naciente, se convierte a la verdadera religión. No fue suficiente haber traído a San Bartolomé, sino que la magnitud de la grandeza de San Felipe además fue aumentada por la lista de los discípulos convertidos por San Policarpo.

Se dice que su muerte tuvo lugar en Hierápolis, en las tierras de la antigua Grecia, haciendo el vínculo que las une aún más palpable. Fue apedreado y enterrado por sus perseguidores, quienes odiaban la fe cristiana y sus maravillas.

Santiago, físicamente semejante a Jesús

El Apóstol que conocemos como Santiago el Menor, no debe ser confundido con otro de los Apóstoles, Santiago el Mayor, hermano de San Juan. El título de “el Mayor” se refiere a los sublimes misterios de los cuales ese Santiago fue testigo, tales como la Transfiguración y la oración en el Huerto de los Olivos.

Sin embargo, en materia de santidad, ambos Santiagos alcanzaron las alturas y adquirieron resultados prodigiosos. Santiago el Menor era pariente de Jesús, y otros dos hermanos suyos fueron Apóstoles: San Judas Tadeo y San Simón, cuya fiesta, a propósito, se celebra juntamente en el mes de octubre.

Los relatos nos indican que Santiago el Menor era muy parecido a Nuestro Señor, por ser su primo hermano, y que había la posibilidad de confundirlos. Esa es una de las razones por las cuales Judas, el traidor, necesitó identificar a Jesús ante los romanos.

Su presencia en los Evangelios no es tan manifiesta, en parte debido a que él fue invitado por Cristo estando ya en su segundo año de vida pública. Algunos autores creen que Jesús se habría aparecido exclusivamente a él después de la Resurrección, confiándole la tarea de guiar la Iglesia de Jerusalén.

Vemos este encargo de Santiago el Menor ya en los Hechos de los Apóstoles, donde se dice que “Santiago, Cefas y Juan fueron los pilares de la Iglesia”. De sus escritos, se conservan las Cartas de Santiago, en las que él hace explícita la “cereza en el pastel” para refutar, de una vez por todas, todas las herejías concernientes en materia de fe que se desarrollarían en el futuro: “La fe sin obras es muerta”. Por esa razón Lutero, para dar validez a su doctrina errónea, necesitó realmente suprimir el libro de Santiago de la Biblia, ¡por consiguiente mutilándola y, junto con ella, toda la Tradición!

Santiago el Menor fue martirizado por los judíos en el año 62 d.C., y el instrumento de martirio fue el apedreamiento. Tenía 96 años de edad, un hombre muy anciano al cual ni siquiera fue dado el respeto debido a una persona de tan extrema edad. Así como Jesús, su Divino Primo, Santiago también dijo antes de morir: “Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen”. Ocho años después de su muerte tuvo lugar el Sitio de Jerusalén, y muchas personas se dieron cuenta de que tan horrible evento también había sido un castigo por la muerte del santo obispo.

San Felipe y Santiago, Apóstoles

En determinado momento, Felipe pregunta a Jesús: “Señor, muéstranos al Padre y nos basta”. Cristo le responde: “Felipe… quien me ha visto, ha visto al Padre”. Esta revelación ha sido fuente para el estudio de toda la teología, ayudando a demostrar mejor el misterio de la Santísima Trinidad.

De este modo podemos notar que, en la obra de Nuestro Señor, cada Apóstol tuvo una misión específica, un llamado particular para llevar a cabo diferentes tareas. San Felipe y Santiago permanecen en nuestros corazones por haber cumplido esos designios, por haber sido fieles y extremamente generosos.

Ambos no podrían haber tenido un destino más diferente: uno fue encargado de evangelizar a los Griegos, el otro de preservar lo que había de bueno en los Hebreos. Pero la fiesta es de los dos. Felipe y Santiago son festejados el mismo día, para darnos testimonio de que, en la gran viña del Señor toda obra cuenta, todo granito tiene su importancia. Pidamos a los Apóstoles Felipe y Santiago el discernimiento y comprensión de nuestra propia vocación y la constancia para cumplirla, para la gloria de Dios. (Recopilado por Roberta Mac Ewan)

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