jueves, 26 de diciembre de 2024
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Arzobispo de Oviedo: Mons. João Clá Dias se hace libro abierto en sus hijos

Mons. Jesús Sanz Montes celebró misa por el alma del fundador de los Heraldos del Evangelio el pasado 11.

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Mons. João Clá Dias

Redacción (13/12/2024 09:34, Gaudium Press) A continuación, algunos trechos de la homilía de Mons. Jesús Sanz Montes, ofm, Arzobispo de Oviedo-España, en la misa de Funeral por Monseñor João Clá, fundador de los Heraldos del Evangelio, oficiada en la Basílica de San Juan El Real de Oviedo, el pasado 11 de diciembre de 2024:

Querido Señor Rector y párroco de esta Basílica,

Hermanos con-celebrantes:

Las lecturas que hoy la Iglesia nos proclama, en este miércoles de la segunda semana del Adviento, nos acercan desde el Profeta Isaías el señalamiento de una meta a la que todavía no hemos llegado. Y se nos recuerda, que hay tantas cosas en nuestro caminar que están todavía sin terminar, inconclusas, como necesitando de que alguien pueda redondear la llegada y por tanto una vigilante espera, para que eso que se nos promete, lo podamos alcanzar. Y el Evangelio como un contrapunto, nos recuerda en una de las oraciones más personales del Señor a su Padre Dios, cuando Él dice: ‘Venid a Mi los que estáis cansados y agobiados. Yo os aliviaré. Mi yugo es llevadero. Mi carga es ligera’.

Parece que entre el mensaje esperanzador de Isaías y el realismo con el que Jesús viene en nuestra ayuda, se enmarca precisamente este tiempo del Adviento, que como Iglesia del Señor, estamos todos recorriendo.

En esta tarde, aquí en la Basílica de San Juan, una familia de queridos hermanos, los Heraldos del Evangelio, me pidieron presidir un Funeral —como se ha hecho en otras Iglesias del mundo entero— por el fallecimiento de Mons. João Clá Días, fundador de los Heraldos del Evangelio.

Él murió el primero de noviembre. Es una fecha, junto con el dos —Fiesta de conmemoración de los fieles difuntos— en donde el Pueblo Santo de Dios acude a los cementerios, precisamente para orar por sus difuntos.

Al estar yo aquí en Asturias, no me pude desplazar a Madrid donde descansan mis padres y amigos que han fallecido ya. Pero yo recordaba en las parroquias por las que estuve ayudando a curas jóvenes en esas dos fechas, lo que hacemos los cristianos llegando [las fiestas de] los santos o los difuntos, al comienzo de cada noviembre.

De los difuntos: Su memoria, sus palabras y su ejemplo

Fundamentalmente hacemos tres cosas. En primer lugar, la memoria.  Recordamos palabras y ejemplos de personas que nos han precedido. (…)

En segundo lugar, lo hacemos con agradecimiento, porque no simplemente estamos recordando como quien repasa historias pretéritas, sino que recordamos a alguien cuyas palabras y ejemplos no queremos olvidar y lo hacemos con un corazón lleno de agradecimiento. Porque eso que recordamos, el encuentro que tuvimos con estas personas, con este santo fundador, nos han abrazado, nos han sostenido, nos han acompañado, nos han iluminado.

Y en tercer lugar lo que hacemos es orar, pedimos por el eterno descanso de quienes han sido llamados ya por el Señor, iniciando esa Eternidad que a todos nos aguarda.

Esto es cabalmente lo que hacemos en esta tarde nosotros, teniendo el recuerdo vivo, la memoria, la gratitud y la plegaria por Don João Clá Dias. Lo hacemos porque como decía Chesterton a propósito de San Francisco de Asís —nada menos—, decía este prolífico y agudo escritor inglés, que ‘Dios salva a una generación con los Santos que más la contradicen’.

João Clá Dias nació en Brasil, de padre español y madre italiana. Y desde muy pequeño tuvo precisamente el don de la devoción. La devoción no es una cuestión solamente piadosa, que también lo es. La devoción —devotio en latín— significa entrega. Desde muy pequeñito, él recibió la gracia de la verdadera devoción. Esa que después le servirá [para] consagrarse a María desde San Luis María Grignon de Monfort con la verdadera devoción a Nuestra Señora.

Fue creciendo y él ha sido testigo. Testigo del momento coyuntural que a él le tocó en suerte y en gracia vivir. Él no fue una persona de la Edad Media, ni tampoco del siglo venidero allá por el siglo XXIV, sino que es alguien de nuestros días, de nuestro tiempo. Y con Don João, Dios también ha podido contradecir a una generación, cuando constatamos que en medio de nuestros días en el mundo, en el mundo de la cultura, en el mundo de la política, de la economía (…) podemos estar adoleciendo de confusión, crispación, traición, de tantas cosas que son sagradas. Suscita el Señor alguien, que con su vida, con su ejemplo y su palabra contradice estas derivas de una generación extraviada. (…)

Hay tres cosas en la obra de Don João, que emergen y que vienen a documentar el carisma con el que Él ha llamado a este hombre, a este bautizado, para crear un camino nuevo —carisma digo— dentro de la Iglesia del Señor. Y son tres referentes que tienen que ver con lo esencial. Como han hecho siempre los santos.

En primer lugar la Santa Eucaristía, porque la Eucaristía es la presencia de Cristo resucitado en medio de nuestros avatares, de nuestras incertidumbres, de nuestras dudas, de nuestros tropiezos y caídas. Jesucristo en la Santa Eucaristía es el pan, el pan bendito, su cuerpo santo con el que somos alimentados y nutridos. Y en la Eucaristía, tenemos la certeza de una presencia, de un Dios que no se ha fugado. (…) La Eucaristía será un primer amor de Monseñor João.

En segundo lugar, la Iglesia. La Iglesia que representa el sucesor de Pedro, pero la Iglesia universal como el Santo Pueblo de Dios. Si a la Iglesia no la amamos, si en la Iglesia no nos reconocemos, no estaríamos —propiamente dicho— siendo creyentes cristianos. (…) La Iglesia por tanto y la persona del Santo Padre, sucesor de Pedro, el Papa, es un segundo amor que queda manifiesto en el corazón de este hombre, a través del cual Dios ha suscitado un camino novedoso, dentro del Cuerpo de Cristo que es la Iglesia.

Pedir por la Iglesia para que sea fiel, pedir por la Iglesia para que sea valiente, pedir por la Iglesia para que no tenga miedo y para que sepa sufrir martirialmente la incomprensión o las persecuciones. Amar a la Iglesia.

Y en tercer lugar, María. María es el método de Dios, dice un teólogo italiano. Porque con María Dios nos enseña cómo ha querido venir a nosotros. Y en María nació Jesús virginalmente. Pero en María, al pie de la Cruz en la persona de Juan, también hemos nacido nosotros. María como camino que nos lleva hacia el Señor. María tiene dos palabras que explican todo su itinerario cristiano: el ‘Fiat’ de la Anunciación y el ‘hágase’.  El hágase que se hace stabat al pie de la Cruz. El hágase de la Anunciación y el ‘aquí estoy’ en silencio al pie de la Cruz, como testigo de una Resurrección que vendría.

María, la Iglesia, el Papa y la Santa Eucaristía….

Así ha nacido una nueva familia religiosa

Y así ha nacido una familia religiosa que tiene una parte de consagrados, una parte de consagradas, una rama sacerdotal, y un grupo numeroso —casi innumerable— que son los terciarios, Heraldos del Evangelio, que tenemos la alegría de tener también en nuestra Diócesis de Oviedo.

Lo que hacemos al celebrar un Funeral no es ponernos tristes o melancólicos. Experimentamos sin duda alguna el dolor —por otra parte comprensible— de una separación de alguien que fue Padre, de alguien que fue Faro, de alguien que nos acompañó y sostuvo. Estas cualidades —lo digo por experiencia— no terminan en un creyente cuando muere en el Señor. Y por tanto esa paternidad, esa referencia luminosa como faro, que nos orienta especialmente en las tempestades, siguen presentes como atributos, ahora que descansa junto al Señor. Y lo podréis experimentar, como otros hemos experimentado, esta presencia cierta, tierna, cariñosa y eficaz de personas, que Dios quiso cruzar en nuestra vida haciéndonos tanto bien.

Rezamos por él y por su eterno descanso. Ponemos ante la Misericordia de Dios esta preciosa biografía. Dios que lo ve todo, Dios que lo ve todo, le conoce como nadie, mejor que él a sí mismo, y este Dios de mirada penetrante, no hace ascos a nuestras debilidades cuando estas se han dado. Por eso no estamos canonizando a Monseñor João, sino rezando por un querido hermano, que para tantos de vosotros ha sido un entrañable padre. Rezamos por su descanso eterno, para que el encuentro con el Señor sea el encuentro de un pastor con el Buen Pastor y que desde esa Eternidad, que para él se inicia e inaugura, pueda seguir acompañándoos, sosteniéndoos y ejerciendo de este modo su paternidad.

La obra de D. João se patenta en sus hijos

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Fray Luis de León fue convocado para que diera un testimonio de Teresa de Ahumada, santa Teresa. Y él tuvo que decir: ‘Yo a la Madre Teresa no la conocí, salvo que diga que solamente la conozco por sus escritos y por sus hijas’. Preciosa expresión de la herencia, que vosotros habéis recibido. Los escritos y la obra que con él se ha levantado es un testimonio fehaciente, pero los hijos, Heraldos del Evangelio que tienen en Monseñor João Clá Días al Padre Fundador, vosotros sois un argumento, vosotros sois un libro abierto, en donde se puede deletrear y seguir aprendiendo el carisma, que con él, para toda la Iglesia, Dios nos ha dado.

Así pues rezamos por su eterno descanso y pedimos con agradecimiento, memoria de un recuerdo vivo y con nuestra plegaria, para que entre en el Paraíso al que fue llamado.

Termino diciendo que —aunque nos cueste la separación—, en los Advientos de los tantos que algunos ya hemos vivido, siempre decimos ‘Ven Señor, ven y  no tardes’.  Y hay un momento en donde el Señor llega. ‘Ven Señor’ y para Monseñor João ha llegado. Por tanto el grito del Adviento de la vida se hace realidad para él.  Nosotros seguimos cantando ‘ven Señor y no tardes’. En él, es una realidad.

Pues nos unimos a ese canto en él, realizado y cumplido, para pidiendo por él, ser bendecidos por sus manos.

¡Qué el Señor os bendiga y os guarde queridos Heraldos!

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