El presidente del comité provida del episcopado americano habla de lo que puede ser deriva del sínodo, del verdadero amor a los pecadores, de la verdadera liberación cristiana.
Redacción (15/02/2023 11:15, Gaudium Press) Mons. Joseph Naumann, Arzobispo de Kansas City, es una persona más que ponderada, muy ‘centrado’. Por esto también su respuesta al Cardenal McElroy, publicada ayer en el National Catholic Register, que ya muchos califican de demoledora, es aún más significativa.
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Este prelado, que es también presidente del Comité de actividades provida del episcopado americano, es ya una cuenta más del rosario de autoridades que responde al Cardenal Obispo de San Diego, quien en la revista America- The Jesuit Review aboga por una “inclusión” que termina minando la moral sexual católica, propugnando por un imposible sacerdocio femenino, el acceso a la comunión a los divorciados y la relativización de la buena disposición para la comunión eucarística, entre otros.
La comunicación del Arzobispo
Apunta Mons. Nauffman que tras el Concilio Vaticano II – el cual aunque trajo una necesaria “renovación de muchos aspectos de la vida Católica”, también fue ocasión de “serias malas interpretaciones” que “llevaron a una confusión moral” – muchos pensaron que “la moral sexual tradicional se consideraba anticuada. Se burlaba de la virtud de la castidad. Voces influyentes dentro de la iglesia buscaron usar el ‘espíritu del concilio’ para cambiar la enseñanza y la práctica de la moral sexual católica”.
A esta ola sexualmente “liberadora” se opuso la voz perenne de la Iglesia, por ejemplo por medio de la encíclica Humanae Vitae de Pablo VI, quien “advirtió que la intimidad sexual fuera del pacto matrimonial se convertiría en un lugar público y que el daño infligido a los niños, las mujeres, los hombres y la sociedad sería catastrófico. El Santo Padre fue profético. Los nacimientos fuera del matrimonio, el aborto y la pornografía se volvieron comunes. Las enfermedades de transmisión sexual alcanzaron niveles epidémicos. Contrariamente a las predicciones de los defensores de la anticoncepción y el aborto, el abuso infantil y el tráfico de niños alcanzaron niveles récord”. Es la constatación de que “la prometida felicidad sin paralelo que los proponente de la auto-llamada libertad sexual nunca se materializó”.
Así sigue el Arzobispo Naumann:
El desmoronamiento de la moral sexual ha continuado durante décadas. Entre las falacias culturales se encuentra la noción predominante de que la actividad homosexual es saludable y normal, solo otra opción de estilo de vida.
En los últimos años, nuestra confusión cultural ha generado ahora una ideología de género, afirmando que los seres humanos pueden negar su género biológico. Trágicamente, muchos jóvenes han sido presionados para someterse a regímenes hormonales de transición de género y para mutilar sus cuerpos mediante cirugías de “reasignación de género”.
Afortunadamente, el Papa San Juan Pablo II, con su histórica enseñanza sobre la teología del cuerpo, nos dio un nuevo lenguaje para articular la belleza de la sexualidad humana y ayudar a restaurar la cordura moral. El Papa Benedicto también brindó enseñanzas claras en estas importantes áreas. El Papa Francisco ha hablado clara y fuertemente sobre el mal del aborto y el peligro de la teoría de género.
Capítulo Hollerich
Sin embargo
Me ha entristecido que en la preparación para el Sínodo sobre la Sinodalidad, ha habido un esfuerzo renovado por parte de algunos líderes de la iglesia para resucitar la confusión moral sobre la sexualidad humana. El Camino Sinodal Alemán es un ejemplo sorprendente. El liderazgo de la conferencia de obispos alemanes ha rechazado la corrección del Papa Francisco.
Lo más preocupante han sido las declaraciones del cardenal Jean-Claude Hollerich de Luxemburgo, quien afirma que la enseñanza de la iglesia relacionada con la homosexualidad es falsa porque cree que el fundamento sociológico-científico de esta enseñanza ya no es correcto. Las declaraciones del cardenal Hollerich son particularmente preocupantes debido al papel de liderazgo que se le ha asignado como relator general del Sínodo sobre la Sinodalidad.
Capítulo McElroy
Asimismo
Más recientemente, el artículo del cardenal Robert McElroy en la revista jesuita America ha denunciado que la Iglesia católica “contiene estructuras y culturas de exclusión que alejan a demasiados de la iglesia o hacen que su viaje en la fe católica sea tremendamente oneroso”. El cardenal McElroy defiende lo que él llama inclusión radical que abraza a todos en plena comunión con la iglesia en sus términos. El mandato de Jesús dado a los apóstoles de hacer discípulos de todas las naciones se interpreta como si significara agrandar la tienda de la Iglesia acomodando comportamientos contrarios a las propias enseñanzas de Nuestro Señor.
El cardenal McElroy parece creer que la Iglesia durante 2000 años ha exagerado la importancia de su enseñanza moral sexual y que la inclusión radical reemplaza la fidelidad doctrinal, especialmente en el área de la enseñanza moral de la iglesia con respecto a la sexualidad humana.
En mi opinión, este es un error muy grave y peligroso. Nuestra comprensión de la moral sexual impacta significativamente el matrimonio y la vida familiar. No se puede subestimar la importancia del matrimonio y la familia para la sociedad, la cultura, la nación y la Iglesia.
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Pero, ¿no sería el propio Cristo el propugnador de la ‘inclusión’? ¿O Cristo sería un ‘excluyente’? Así habla Mons. Naumann:
¿Debemos entender que el llamado de Nuestro Señor al arrepentimiento está fomentando una cultura de exclusión? La clara y desafiante enseñanza de Jesús sobre el matrimonio o las consecuencias de la lujuria, ¿tenía la intención de enajenar, o era una invitación a la liberación y la libertad? ¿Fue la inclusión radical la máxima prioridad de Nuestro Señor, cuando muchos discípulos se alejaron después de su discurso sobre el Pan de Vida?
¿Alguno de nosotros debería sorprenderse de que cuando escuchamos a los que viven en las periferias, a los que no están en nuestras iglesias, a los que no son católicos e incluso a los que no creen en Jesús, muchos estarán en desacuerdo con nuestra enseñanza moral contracultural? ¿Significa esto que debemos arrepentirnos por crear estructuras de exclusión y abrazar el espíritu de la cultura secular?
El Papa Francisco ha dicho claramente que la sinodalidad no es votar sobre doctrina y enseñanza moral. El Santo Padre también nos ha recordado que la sinodalidad es un esfuerzo por escuchar al Espíritu Santo, no al espíritu de la época.
Si nos esforzamos por ser verdaderos discípulos de Jesús, ¿no requiere esto que seamos contraculturales? Al comienzo de la iglesia, ¿qué atrajo a la gente al cristianismo? ¿Fue la inclusión radical? Ciertamente, el Evangelio de Jesús fue ofrecido a todos, hombres y mujeres, judíos y gentiles. Sin embargo, en la invitación de Nuestro Señor siempre se incluyó un llamado al arrepentimiento, no que todos sean bienvenidos en sus propios términos. ¿Fueron las epístolas de Pablo o el sermón de Pedro en Pentecostés sobre la inclusión radical, o fueron un llamado a la conversión?
¿El mundo evangeliza la Iglesia o la Iglesia evangelizó al mundo?
Continúa:
Lo que evangelizó la cultura al comienzo del cristianismo fue en parte el amor radical que caracterizó a los matrimonios y familias cristianas. ¡Lo que atrajo a muchos al cristianismo fue el testimonio de las vírgenes mártires! Las mujeres encontraron particularmente atractiva la enseñanza cristiana de que los esposos deben estar dispuestos a dar la vida por sus cónyuges como Jesús dio su vida por su novia, la iglesia.
En febrero, la Arquidiócesis de Kansas City organizará un retiro de Heridas que dan Vida para hijos adultos de divorcio o separación. Los hijos adultos de padres divorciados representan un grupo masivo de víctimas de la revolución sexual.
Al escuchar a los que viven en las periferias, deberíamos incluir escuchar el dolor que sufren los hijos adultos del divorcio, los jóvenes criados sin la presencia de un padre amoroso, los adictos a la pornografía a una edad temprana y los que están emocionalmente marcados por la cultura del sexo casual.
El Evangelio nos obliga a mirar a cada ser humano como hecho a imagen divina. Miramos a cada persona con la expectativa de que Dios está tratando de revelarse a nosotros a través de ellos. Reverenciamos a cada ser humano por tener un valor tan inmenso que Jesús dio su vida en el Calvario por cada uno de nosotros. Por esta razón, tratamos a todos los seres humanos con la mayor reverencia y respeto, sin importar edad, raza, etnia, género, fuerza física, capacidades intelectuales u orientación sexual. Esto no quiere decir que respetemos y reverenciamos cada elección que se haga.
Y concluye, empleando un término de advertencia ya usado por el fallecido Cardenal Pell al sínodo de la sinodalidad:
Nos reconocemos a nosotros mismos pecadores necesitados de la misericordia de Dios, y por eso buscamos recibir calurosamente a nuestros hermanos pecadores. Respetamos a los demás lo suficiente como para invitarlos a liberarse de la esclavitud del pecado. Vivir la virtud de la castidad en esta cultura hipersexualizada es un desafío para todos nosotros. Estamos preparados y deseosos de caminar con los demás en la búsqueda de la virtud y acompañando al otro en el camino de la conversión permanente.
Rezo para que el Sínodo sobre la Sinodalidad no resucite involuntariamente y dé nueva vida a la confusión moral. Si verdaderamente escuchamos al Espíritu Santo, confío en que no nos llevará a abandonar nuestra enseñanza moral para abrazar el espíritu tóxico de una época oprimida por la dictadura del relativismo.
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(SCM)
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