Cien cuerpos fueron encontrados en una fosa común en Kenia. Funcionarios del país confirman que estas personas, incluidos niños, murieron de hambre luego de someterse a un riguroso ayuno alentado por el líder de una secta conocida como Iglesia Internacional de la Buena Nueva.
Redacción (08/05/2023 09:58, Gaudium Press) Aunque inevitable, la muerte siempre nos provoca cierto malestar. La muerte colectiva, sin embargo, tiene el poder de sacudirnos profundamente. Las guerras, como la que se vive desde hace más de un año en Ucrania, los atentados con bombas, los terremotos, las inundaciones, los deslizamientos de tierra son hechos que se saldan con un gran número de víctimas y provocan mucha conmoción. Sin embargo, un suicidio colectivo, como el descubierto en Kenia, nos deja consternados y llenos de indignación.
Según las autoridades de ese país, se encontraron 89 cuerpos, incluidos muchos niños, enterrados en una fosa común. De acuerdo a informes de prensa, se convenció a los miembros de la secta de que hicieran un ayuno severo para ir al cielo.
El pastor Paul Mackenzie Nthenge, fundador y líder de la Iglesia Internacional de las Buenas Nuevas, se entregó a la policía el 14 de abril y está bajo arresto junto con otros seis miembros de la secta. Ya había sido detenido en dos ocasiones, la última en marzo de este año, tras un caso en el que dos niños murieron de hambre, siendo liberado tras pagar una fianza de 700 dólares.
Las tumbas están ubicadas en un bosque de 325 hectáreas cerca de la ciudad costera de Malindi. La policía registró la desaparición de 212 personas y se cree que muchas siguen escondidas en distintos puntos del bosque, dando continuación al ayuno que pone en riesgo sus vidas.
Este no es el primer caso
Este no es el primer caso de situaciones de este tipo. Uno de los más conocidos fue el suicidio de 918 personas, que se envenenaron ingiriendo cianuro en Georgetown, la capital de Guyana, en noviembre de 1978. Los muertos eran miembros de la secta Templo de los Pueblos, fundada en Estados Unidos por el pastor Jim Jones, quien estimuló el suicidio masivo y el asesinato de más de 300 niños en la comunidad. Se suicidó de un tiro en la cabeza.
Existen otros registros de suicidios colectivos, alentados por ideologías pseudorreligiosas, especialmente en fechas que supuestamente ocurriría el fin del mundo, como los años 2000 y 2012. Uno de ellos ocurrió en Uganda, en marzo de 2000, cuando cerca de 500 miembros del Movimiento para la Restauración de los Diez Mandamientos de Dios, prendieron fuego a sus cuerpos dentro de una iglesia.
Pero, después de todo, ¿qué hace que las personas tomen esta actitud extrema, terminando con sus propias vidas, colectivamente, y permitiendo la muerte de niños, a menudo sus propios hijos?
Falsos ídolos y falsos profetas
Podemos decir que estos nefastos acontecimientos están, en cierto modo, previstos en las Sagradas Escrituras y fueron comunicados por el mismo Jesús quien advirtió: “Se levantarán muchos falsos profetas y seducirán a muchos”. (Mt 24, 11). Y, mucho antes del nacimiento de Cristo, el profeta Jeremías ya había dicho que “¡maldito el hombre que confía en el hombre, y hace de la carne su brazo, y cuyo corazón se aparta del Señor!”. (Jr 17,5).
Conociendo nuestra naturaleza y la medida exacta de nuestra maldad y nuestra debilidad, Dios dispuso que su Hijo naciera entre nosotros, viviendo la vida de un hombre para enseñarnos todo lo que necesitábamos saber, no dejando de advertirnos sobre el cuidado que debemos tener con los falsos profetas, “que vienen a nosotros con vestidos de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces” (Mat. 7:15).
Sobre Pedro, Jesús fundó su Iglesia, pero, por estar en desacuerdo con ella, sus verdades y sus enseñanzas, los hombres disidentes fundaron otras religiones, y esto creció exponencialmente, con el surgimiento de la disidencia de la disidencia.
Para darle una idea, los estudios indican que, en Brasil, donde hay 178.511 templos, se abren 21 iglesias evangélicas por día —casi una por hora— en la última década.
¿Por qué la gente se aleja de la Iglesia?
Muchas personas se alejan de la Iglesia en busca de nuevas formas de culto y una parte de ellas, lamentablemente, acaban cayendo en manos de desequilibrados que provocan tragedias como las que denunciamos. Pero, ¿qué hace que la gente abandone la Iglesia fundada por Nuestro Señor Jesucristo? ¿Qué están buscando de todos modos?
Para no ser injustos y usar un concepto moderno, necesitamos posicionarnos desde nuestro lugar de expresión, y mi lugar de expresión, como católico, es dentro de la Iglesia. Por tanto, no puedo hablar con propiedad de lo que no sé, de lo que pasa en el corazón de una persona que renuncia a su Bautismo y deja la Iglesia que Jesucristo instituyó y va en su busca a los lugares donde Él mismo dijo que no estaría.
¿Qué hace que la gente abandone la Iglesia y cambie de religión? ¿Qué hace sentir al ser humano esta necesidad de dejarse conducir por el carisma de líderes que lo alejan cada vez más de la verdad predicada por Jesús?
Son preguntas para las que no tenemos respuestas. Lo que sí sabemos es que este “separatismo” entre cristianos tiene como resultado el debilitamiento de la fe y la desesperanza de muchos, que puede culminar en actos extremos como el suicidio colectivo.
El problema no está en la Iglesia
Muchos tratan de atribuir esta evasión de fieles a un problema de la misma Iglesia Católica, pero, si el problema estuviera en la Iglesia, el nacimiento del protestantismo, bajo el alegato de que la Iglesia tenía muchos defectos, hubiera resultado en una segunda iglesia solamente, para corregir donde estaba fallando la Iglesia original. Sin embargo, lo que pasa –y hay estadísticas que no nos permiten mentir– es que de una se crea otra; otra, otra, y otra, y otra, de una manera que no sucedía ni aun en los días de adoración a Baal.
Como anima el mismo Papa, debemos tener respeto por los cristianos que comparten ideas diferentes a las nuestras, pero este respeto es en relación a las personas, nunca a los errores cometidos por ellas.
De la misma manera, no podemos nivelar las iglesias y atribuirles a todas el mismo tipo de fallas. Sin embargo, dados los ejemplos que hemos traído, nunca se sabe dónde y cuándo aparecerá uno que encaminará a sus seguidores al delirio y la muerte colectivos, vendiéndoles la falsa idea de que sus actos extremos los llevarán al cielo, porque, como dijo Jesús: “No todo el que me dice Señor, Señor, entrará en el Reino de los Cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos. Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no predicamos en tu nombre, y en tu nombre no echamos fuera demonios y no hicimos muchos milagros? Y sin embargo les diré: Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de iniquidad” (Mt 7, 21-23).
Por Alfonso Pessoa
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