Se opuso a Felipe el Hermoso, perseguidor de los Templarios.
Redacción (08/11/2021 08:36, Gaudium Press) Juan Scoto nació en Duns, Escocia, y por eso se le conoce mucho como Juan Duns Scoto. Nace en plena Edad Media, en el año de 1265, e ingresa luego en la orden franciscana, en 1280.
Estudia en la Universidad de París, y luego enseña en Cambridge, Oxford y París, donde se agolpaban las gentes para escuchar sus aulas.
Eran tiempos del infame Felipe el Hermoso, el que hizo abofetear al Papa en Agnani, por manos del siniestro Nogaret. Felipe el Hermoso, el de la injusta y cruel persecución a los Templarios. Ese no digno nieto de San Luis promovió entre los catedráticos de la Universidad de París un apelo al Concilio contra el Papa Bonifacio VIII, pero como Juan Duns Scoto no la quiso firmar, tuvo que irse de la Universidad y de París, para regresar ahí un año después a obtener el doctorado. Ya era famoso de fama internacional.
Entre sus glorias, tal vez la mayor, está la de hacer de la defensa de la Inmaculada Concepción uno de los ejes de su vida.
Hubo, entre 1304 y 1307 una disputa en la Universidad de París sobre la Inmaculada Concepción. En total, 200 teólogos adujeron sus razones de por qué Dios quería que su Madre también fuese víctima de la mancha del pecado original. En una muestra de su gigantesca capacidad, y al final de las exposiciones anti-Inmaculada, Juan Duns Scoto repitió uno a uno los 200 argumentos en contra, y los fue refutando basado en la Escritura y la doctrina, con serenidad de ánimo, de forma humilde, pero con contundencia. Potuit, decuit, ergo fecit: “Podía, convenía, luego lo hizo”. Es decir, Cristo podía hacer a su Madre libre de la mancha de Adán, pues podía aplicar de forma anticipada sus méritos la Virgen Absoluta ; convenía que eso ocurriese, para que la carne que recibió en su seno a la carne de Cristo fuere completamente limpia desde la concepción; por tanto lo hizo. La teología después solo repetiría los argumentos del que la Iglesia llamó Doctor Sutil.
Después de un tiempo, la Universidad de París exigiría a los estudiantes y doctorandos un atestado de que eran favorables a la Inmaculada Concepción, lo que se considera un eco de la disputa en la que venció el Beato Duns Scoto.
Después de varios arribos, partidas y regresos a París, recibe la orden de su superior franciscano de ir a Colonia. No era un profesor cualquiera, sino que era el Regente de la Universidad de París, pero el Beato no duda en cumplir la orden.
No se sabe por qué se le manda a Colonia, cuando estaba desarrollando una importante obra en la Universidad de París. La teoría con más peso es la de la envidia, de algunos colegas en la Universidad, envidiosos a cuya cabeza se encontraba Jean de Pouilly, contrario a la Inmaculada Concepción; intrigante, había maquinado contra el Papa Bonifacio, y además tenía acceso al inicuo Felipe el Hermoso, lo que lo hacía más nocivo. El General franciscano sabía de todo eso, y al parecer por eso quiso sacarlo y llevarlo a Colonia.
Su llegada a la ciudad alemana, donde moriría, fue triunfal. Clero y pueblo salen a acoger al famoso profesor, y ocurre una festiva procesión hasta su entrada en el convento franciscano, teniendo en el centro a un hombre sencillo, de hábito surcido y remendado, casi descalzo: tiempos felices donde se admiraba la ciencia y la virtud, no la sensación y la futilidad. También iluminó a Colonia con su ciencia y ejemplo. Fue profesor en Colonia, y también maestro regente de 1307 a 1308.
Finalmente muere el 8 de noviembre de 1308. Termina su vida por tanto joven, de 43 años, y muchos se lamentan de ese hecho.
Es uno de los líderes de lo que se ha llamado la Escuela Franciscana de doctrina, integrada también por el Beato Alejandro de Hales y San Buenaventura, al cual estudió mucho y profundizó. Se repite bastante el decir de su acérrima oposición a Santo Tomás, que un reputado autor como Étienne Gilson dice que es fábula. Pero es claro que Santo Tomás es doctor universal de la Iglesia, regla segura de fe cristiana, y si se tiene que escoger en materia de doctrina entre uno y otro (salvo en lo que se refiere a la Inmaculada) es más seguro el de Aquino. Pero el que sea un profundizador de San Buenaventura, hace que el interés por los escritos de Scoto sea legítimo, pues el vuelo místico de San Buenaventura es enteramente original y maravilloso.
San Juan Pablo II reconoce a Juan Duns Scoto como beato, el 6 de julio de 1991.
Con información de Franciscanos.org
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