El Beato Palau desarrolló algo como un desponsorio místico con la Iglesia.
Redacción (07/11/2022 12:11, Gaudium Press) Hoy la Iglesia conmemora la memoria de un verdadero profeta, el Beato Francisco Palau y Quer. Nace Francisco, de familia pobre en Aytona, España, el 29 de Diciembre de 1811.
Ingresa en 1828 al seminario de Lérida, donde estudia filosofía y teología. Profesa como carmelita el 15 de Noviembre de 1833.
El 2 de abril de 1836 se ordena sacerdote, entregándose al apostolado y a la vida de piedad. Vive doce años exiliado en Francia (1840-1851), y después de regresar a España, por temas político en Cataluña se le confina a Ibiza (1854-1860).
Excluido al Vedrá, ahí termina de conocer el misterio de la Iglesia
Es en la soledad del Vedrá – majestuoso islote frente a Ibiza – donde Dios le hace revelaciones maravillosas.
Un día se encontraba en el Vedrá, en una mañana sacudida por una furiosa tormenta, en 1865. La cima de la roca fue tomada por una nube luminosa que convirtió “la luz del sol en tinieblas”. [1]
En el centro del mismo aparecía la Iglesia, representada por la reina Ester. Después de afectuosos saludos, dijo: “En diferentes momentos de tu vida me has dado muestras de tu amor, de tu obediencia, de tu fidelidad, de tu constancia, de tu perseverancia y de tu lealtad; y pongo mi amor y mi confianza en ti. A partir de ahora nos ocuparemos de la suerte, de la situación de la Iglesia romana y de vuestra misión en ella”. [2]
En el apogeo de la unión mística, comenzó una serie de revelaciones sobre los males internos y externos que aquejaban a la Iglesia y los que, en el futuro, le sobrevendrían. El P. Palau contemplaría, al mismo tiempo, su esplendor imperecedero y la contienda decisiva, por su victoria definitiva, de un hombre lleno del espíritu de Elías.
Anuncia la venida de un Elías
En esta intención, dirigirá fervientes súplicas a Dios y ofrecerá austeras penitencias, no dejando de expresar sus esperanzas proféticas en las páginas de El Ermitaño, periódico por él fundado: “Si llega la verdadera restauración, que consiste en la conversión a Dios de todas las naciones y de sus reyes, el restaurador no podrá ser rey, si no apóstol; la guerra no convierte, sino que arruina, y este apóstol será Elías, el Elías prometido, cualquiera que sea el nombre que, al aparecer, se le dé. Llámenlo Juan, Moisés, Pedro, el nombre no importa: la misión de Elías restaurará la sociedad humana, porque así lo dispuso Dios en su Providencia”. [3]
Pero no son solo revelaciones, sino que establece algo como un desposorio místico con la Iglesia. Miremos lo que dice al respecto la nota biográfica en el site de la Orden Carmelita:
Se le revela la Iglesia como una persona mística, primero figurada en una bellísima joven que el Padre le da por Hija. ”Por fin, pasados cuarenta años en busca de ti, te hallé. Te hallé porque tú me saliste al encuentro, te hallé por que tú te distes a conocer” (MR 22,17) [Mis Relaciones, diario íntimo del Padre Palau]. En sus soliloquios con la Iglesia ésta le dirá: “-Si no me conocías, ¿por qué me buscabas? ¿Cómo podías hallarme ni ir en busca de mí? –me dijo- Mi Amada”. A lo cual él responderá: “-Mí corazón amaba lo infinitamente bello, pero de esta belleza no tenía más que una idea confusa; la buscaba porque sabía existía. ¿Por qué no te diste a conocer más temprano?” (MR 22,17).
Sus relaciones con la Iglesia
En la oración comprenderá que la revelación de la Iglesia como persona mística se debía realizar progresivamente. “- Yo (la Iglesia) soy un objeto infinitamente bello, bueno amable y deleitable; el corazón humano es cosa tan pequeña con respeto a mí, que no cabe dentro tanta grandeza, y por esto yo me he manifestado poco a poco y bajo mil formas y maneras; y ahora me manifiesto casi sin velos, porque tu entendimiento está ya dispuesto a recibir mi presencia en idea, especie, forma, figura o imagen. No obstante todos estos preparativos, apenas crees; tan pequeño es el individuo con respeto a objeto tan grandioso.
En las Baleares funda en 1860 dos congregaciones religiosas: Hermanas y Hermanos Carmelitas Terciarios de la Virgen del Carmen.
Isabel II interviene para que regrese a España, y allí realiza un gigantesco apostolado.
El demonio perseguía toda su actividad. Lleno del don de profecía y de milagros, le fueron hechas denuncias por las curaciones que hacía sin ser facultativo. También realizaba exorcismos, con total éxito.
Realiza misiones en las islas, en la tierra continental. La devoción crece a su paso. Va a Roma en 1866 y luego en 1870 para presentar sus preocupaciones sobre el ministerio del exorcismo al Papa y a los Padres del Concilio Vaticano I, pues decía que lo principal era que la Iglesia usase sus armas para combatir la acción de satanás en el mundo. Sin embargo no puede tratar allí el tema. Quería el Beato Palau que el Papa delegara el ministerio exorcístico en miles de sacerdotes para poder enfrentar de lleno al demonio.
Los últimos años de su vida los dedicó a la predicación, al exorcismo y a la consolidación jurídica de sus fundaciones. Sus últimos días los pasó junto a sus hijos espirituales que cuidaban a los enfermos de tifus. Enfermo, llegó a Tarragona a principios de 1872.
Muere en Tarragona el 20 de Marzo de 1872 a los 61 años de edad.
El 24 de Abril de 1988 es beatificado por el papa Juan Pablo II.
(Con información de Aciprensa, la Orden del Carmen, y el artículo “Beato Francisco Palau y Quer: Desponsório místico com a Igreja”, de la Hna. Clarissa Ribeiro de Sena, EP.)
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[1] BEATO FRANCISCO PALAU Y QUER. Mis relaciones con la Iglesia, c.8 n.27, p.457. In: Obras selectas Burgos: Monte Carmelo, 1988.
[2] Idem, n.28.
[3] BEATO FRANCISCO PALAU Y QUER. Anarquía social. In: El Ermitaño. Barcelona. Ano IV.
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