jueves, 30 de enero de 2025
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Cardenal Cipriani, la enrevesada historia de una filtración

Todo saltó el 24 pasado, cuando El País hablaba de pederastia del Cardenal. Pero el Cardenal ha respondido.

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Foto: Celam

Redacción (30/01/2025 09:50, Gaudium Press) Todo saltó el pasado viernes 24 de enero, cuando con resonancia El País de España publicaba un reportaje de su corresponsal en Roma, Íñigo Domínguez, merecedor de un largo titular, verdadera carga de profundidad: “El primer cardenal del Opus Dei, arzobispo de Lima, fue apartado por el Papa en 2019 tras acusaciones de pederastia”.

La noticia, claramente una bomba, informaba que la aceptación de la renuncia del Cardenal Juan Luis Cipriani como Arzobispo de Lima, rápidamente efectiva apenas este alcanzó los 75 años de edad reglamentarios en el 2019, había sido sobre todo motivada por una denuncia de pederastia, y que el Papa lo había forzado a salir del Perú, además de prohibirle usar atuendos cardenalicios y limitación de ministerio. La nota incluía también un ataque no tan velado al Opus Dei, del que decía que había conocido la denuncia contra el Cardenal en 1983, pero que la había tirado al desván de los olvidos por un espacio de 35 años.

Entretanto, el asunto —aunque grande— no pasaría de una embestida más de un diario que ya tiene acostumbrado a su público, y a su no-público, a su acritud anti-Iglesia. Además, pronto diversas voces apuntaron que el periodista no era propiamente alguien de fiar, teniendo en vista su participación en el “caso Bollycao”, falso, fabricado, que puso en duda no solo la credibilidad del periodista sino también la del medio. Un breve paréntesis sobre lo ocurrido con este caso:

El caso Bollycao

Un día cuatro amigos, viendo como el tema de los abusos sexuales estaba creciendo en cierta prensa, decidieron reunirse para inventar una historia. Lo primero fue la creación del personaje, el protagonista, al que le pusieron como nombre ‘Sergio Gámez’.

‘Sergio’, de la más pura ficción, sería un chico que asistía a las charlas impartidas por un catequista del Camino Neocatecumenal. La trama del cuento, aunque bien construida, no brillaba genialmente por su originalidad: un día el ‘catequista neocatecumenal’ invitaba a ‘Sergio’ “a merendar, que pidiera lo que yo quisiera (…). Así que accedí a comerme un delicioso bollycao. Lo pagó y salimos de vuelta hacia la parroquia. Le di insistentemente las gracias y él me dijo que me invitaba con todo gusto, pero que debía ser un secreto entre nosotros, para evitar que los demás niños sintieran pelusa o le pidieran también ellos un bollycao. ‘¿Seguro que sabes guardar un secreto?’ (…). A partir de ahí se estableció una complicidad entre ambos, que a mí me complacía extraordinariamente”. El resto de la historia es fácilmente imaginable: ‘Sergio’ sufriría de varios tipos de abuso en esa historia ficticia por parte del ‘catequista’, constituyendo un caso más, típico, de los numerosos que infelizmente enlodan la historia de la Iglesia. Solo que este era fruto de la imaginación. Pero El País, medio al que se le envió el cuento, se lo tragó por entero y lo publicó como fidedigno el 7 de julio de 2023. Un ‘oso’ enorme, del que aún se sigue hablando.

Entonces, ¿las informaciones ahora obtenidas sobre el Cardenal Cipriani no serían más bien un fake más?

El siguiente capítulo de esta historia se vistió de púrpura, aunque al Cardenal ya le estén prohibidos esos atuendos: El Cardenal Cipriani respondía a El País.

El sábado 25 en la mañana, es decir, al día siguiente de aparecida la noticia, el Cardenal ex Arzobispo de Lima emitía un comunicado en el que resumidamente afirmaba que “los hechos que describen [en El País] son completamente falsos. No he cometido ningún delito ni he abusado sexualmente de nadie ni en 1983, ni antes ni después”. Es decir, le decía sin decirlo al periodista Domínguez, que una vez más, era un vehiculador de noticias falsas.

Expresaba también el purpurado que efectivamente en el 2018 habían llegado a la Santa Sede unas denuncias contra él, y que en agosto de ese año se le informó de ello; no obstante, era “una denuncia que no se me entregó”. Lo habían acusado, gravemente, pero no sabía específicamente de qué. “A continuación, sin haber sido escuchado, sin haber sabido más y sin que se abriera un proceso, el 18 de diciembre de 2019 el Nuncio Apostólico me comunicó verbalmente que la Congregación para la Doctrina de la Fe me había impuesto una serie de penas limitando mi ministerio sacerdotal y pidiendo que tuviera una residencia estable fuera del Perú”, decía en la carta del 25 el Cardenal, quien ahí contaba que también se le pidió su silencio, “cosa que he hecho hasta ahora”.

Quedaba pues en entredicho El País; pero ya el asunto había tocado más directamente al Vaticano, a quien Cipriani, sin decirlo, reprochaba que se hubieran tomado serias medidas contra él sin ni siquiera haberlo oído. La pelota del billar ya jugaba a tres bandas, El País, el Cardenal, y el Vaticano. La próxima tacada vendría de esta última ‘banda’.

Bruni habla

Pasó el sábado, solo el sábado, cuando el domingo el propio director de la Oficina de Prensa vaticana, Matteo Bruni confirmaba que “tras aceptar su dimisión como arzobispo de Lima”, al Cardenal Cipriani “se le impuso un precepto penal con ciertas medidas disciplinarias relativas a su actividad pública, lugar de residencia y uso de insignias”, medida que fue “firmada y aceptada” por el antiguo Primado del Perú. Es decir, Bruni confirmaba al menos la parte relativa a las medidas vaticanas que había revelado El País, y hablaba de un “precepto penal”.

Sin embargo, el término “precepto penal” no dejaba de ser susceptible de equívocos, si se le compara con sus usos en el ámbito no eclesiástico, pues aquí un “precepto penal” pueden ser unas simples medidas cautelares, que no son relevantes en cuanto a la culpabilidad o no del reo, o puede ser una sentencia definitiva y ejecutoriada, fruto de un sesudo proceso penal, algo que sí establece culpabilidad. Los ‘preceptos penales’ contra el Cardenal —aunque eran bien pesados— no podrían ser lo que así se considera en la justicia común, sencillamente porque no había habido proceso. ¿O sí?

Pero la ‘película’ no terminaba así, con la declaración vaticana. Ahora vendría un comunicado de la Conferencia Episcopal Peruana.

Una frase, que causa dolor de púrpura

Efectivamente en la noche del martes 28, “La Presidencia de la Conferencia Episcopal Peruana” emitía comunicación que daba cuenta tanto de “la publicación del diario El País”, como de “la Carta del Cardenal Juan Luis Cipriani”, cuanto de “la confirmación, por el Director de prensa del Vaticano, de que se aplicaron algunas medidas disciplinarias”. Sin embargo, esta nota portaba una frase, que al parecer no había sido empleada así por el director de la Sala Stampa: “medidas disciplinarias una vez que se comprobó la veracidad de los hechos”. Los obispos del Perú daban por sentado que el purpurado limeño sí había hecho lo de que se lo acusa, que esto había sido ya definido por la Santa Sede, y que ello había motivado el “precepto penal” vaticano. Sin embargo, la trama no terminaba aquí. El Cardenal Cipriani respondería.

Efectivamente en Carta dirigida al nuevo presidente del episcopado peruano, y con fecha de ayer, el purpurado se reafirma en su inocencia, y manifiesta su dolor “por la injusticia con la que dan por ciertos unos hechos no probados sobre mi persona”, es decir, recuerda que él no ha sido sujeto en ningún verdadero proceso judicial.

“Lo afirmé en mi carta del 25 de enero y lo vuelvo a hacer ahora: ‘no he cometido ningún delito ni he abusado sexualmente de nadie ni en 1983, ni antes, ni después”.

Pero entonces, ¿por qué aceptó las medidas disciplinarias?

6 14“Me veo obligado a precisar que cuando el nuncio en el Perú me transmitió el precepto con el que la congregación me limitaba algunas facultades, lo firmé declarando por escrito en el mismo acto que la acusación era absolutamente falsa y que obedecería a esas disposiciones —como así he hecho— por amor a la Iglesia y por comunión con el Romano Pontífice. He aceptado unas medidas preventivas ante la acusación recibida hasta que se aclarara la verdad, a pesar de que tengan su origen en una acusación falsa, de la que no me he podido defender”, dice el Cardenal Cipriani.

El Cardenal habla pues de unas “medidas preventivas” a la espera de una definición en derecho.

La bola del billar parece, pues, que está una vez más del lado Vaticano:

¿Hay en este momento algún proceso contra el Cardenal Cipriani en el Dicasterio para la Doctrina de la Fe o en otra instancia? ¿O lo hubo? ¿De qué tipo? ¿Por qué el Cardenal no ha podido intervenir en ese hipotético proceso? ¿Las medidas disciplinarias adoptadas son del tipo ‘cautelares’ o hablan ya de ‘cosa juzgada’? El mundo sigue atento al desenlace. Si es que la cosa no para aquí. (SCM)

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