viernes, 22 de noviembre de 2024
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Cardenal Müller y los ‘tantos heridos’ en este pontificado, en su libro In buona Fede

Dice el purpurado alemán que las dudas sobre Amoris Laetitia nunca fueron resueltas. Habla del secularismo que ha mandado al desván la teología moral en ámbitos de Iglesia.

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Redacción (14/02/2023 17:01, Gaudium Press) Avanzando con las reseñas de algunas de las cosas que dice el Cardenal Gerhard Müller en su último libro “In buona Fede”, comenzamos esta con sus comentarios sobre el tema exhortación apostólica Amoris Laetitia.

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Amoris Laetitia y las dudas nunca respondidas

Pregunta la periodista Franca Giansoldati al Cardenal: “Después del Sínodo sobre la Familia muchos fieles han pedido al Papa explicaciones a las tantas dudas doctrinales surgidas con la exhortación Amoris Laetitia por vía de la apertura a los divorciados vueltos a casar. ¿Cómo se resolvió la cosa?”

Responde el antiguo prefecto de Doctrina de la Fe diciendo que “el asunto no se resolvió y las dudas están aún ahí, bien a la vista”.

“Ninguno en estos años ha nunca dado respuesta – continúa. El hecho es que el matrimonio sacramental no puede ser reducido a la convivencia con otra persona, resta una decisión definitiva en el cuadro de la relación de Cristo-esposo con la Iglesia-esposa. Cristo obviamente viene antes de todo. La palabra del Señor a tal propósito es clara: ‘Aquello que Dios ha unido no lo separe el hombre’. (…) Por esto es voluntad de Dios que el matrimonio sea una unión íntima y singular entre un solo hombre y una sola mujer, y tal unión es la fuente de la cual mana la familia”.

En el capítulo donde el purpurado alemán se posiciona en contra de la opción corriente a que un papa renuncie al pontificado, pregunta la periodista Giansoldati: “Con los años el monasterio Mater Ecclesiae, sobre la colina Vaticano, en el cual vive Ratzinger desde el 2013, se ha transformado en un lugar de peregrinación donde las personas van a curarse las heridas del alma, donde poder reencontrar un núcleo de referencia; ¿cómo ha sido posible llegar a esto?”

Responde Müller diciendo que “lamentablemente son tantas las personas que se consideran heridas en este pontificado. Las causas son diversas”.

“Me viene a la mente el efecto bomba que ha tenido el motu proprio Summa Familiae cura del 8 de septiembre de 2017, con el cual el papa Francisco ha suprimido el Pontificio Instituto ‘Juan Pablo II’, sustituyéndolo con el Pontificio Instituto Teológico ‘Juan Pablo II’ para las Ciencias del Matrimonio y la Familia. Este instituto académico ha sido trasformado en un otro recipiente, ha sido desnaturalizado y las consecuencias no son suprimibles, habiendo tenido repercusiones en el mundo”.

Algo que nunca hubiera hecho Benedicto

El purpurado indica como razón fundamental de la supresión del primer instituto “cambiar o corregir el toque a una línea teológica –en este caso relativa a la indisolubilidad del matrimonio sacramental”, y que para arribar a ese resultado “no se debía llegar a pisotear incluso la ley natural, como ha sido hecho”.

Se refiere el Cardenal a un caso personal de injusticia, con tal de imponer la nueva línea doctrinaria: “¿Cómo es posible despedir a un profesor solo porque no se inserta en el surco de la Amoris Laetitia, la exhortación apostólica sobre la familia? Me refiero en particular a un caso, aquel del profesor Livio Melina, ahora jubilado, que en toda su vida académica no ha pronunciado nunca una sola palabra falsa contra la doctrina”. “Con todo, de un día al otro [el profesor Melina] ha sido sustituido con el arzobispo Vincenzo Paglia, que, seguramente, no tiene una competencia específica de estudios en el sector”.

“Si en un marco universitario no viene garantizada la independencia de los docentes, es claro que antes o después se llega al caos. Los profesores tienen derecho a la libertad académica en su enseñanza y en mérito a la doctrina católica sobre la familia no pueden ser subordinados a la corriente o al partido curial de X o de Y. Benedicto XVI no habría nunca infringido este sacrosanto principio de respeto y autonomía universitaria. El resultado es que ahora el número de estudiantes de este nuevo instituto se ha desplomado, tal vez no superan la treintena”.

En el origen, la descreencia en Dios

Para el Cardenal Müller en la base de la crisis de Europa y de la civilización occidental está un ateísmo que se ha enseñoreado clara o imperceptiblemente de muchos espíritus: Para los cristianos “la vida es un don del Señor. Y esto comporta también que si la existencia no es como la quisiéramos, ninguno tiene el derecho a suprimirla. Aborto y eutanasia van consideradas consecuencias del ateísmo. Nosotros que creemos que después de la muerte hay la resurrección, ponemos la fe en las manos del Creador. El mundo para los cristianos no puede ser solo el producto del caos y del acaso. Dios nos hace participar de su vida eterna”.

La ideología sustancialmente post-humana, tipo trans-humanismo o post-humanismo, en la cual “la mayor parte de los políticos occidentales está inmersa”, es una “última consecuencia del nihilismo” y “es solo porque no se cree más en Dios”. Y si “no se cree más en Dios no se puede defender con convicción la dimensión humana de la persona en su totalidad. ¿Por qué el nacionalsocialismo ha sido tan cruel e inhumano? La respuesta es elemental: porque no creía en Dios. Los valores irrenunciables [del cristianismo] en el futuro deben volver a ser centrales en los debates”.

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41JAFZXUEXL. SX323 BO1204203200 2 250x384 1Este ateísmo formal o práctico de las sociedades, no deja de haber a su vez penetrado en la Iglesia bajo el nombre de secularización, llegando incluso a relajar en ministros y sectores de Iglesia la conciencia moral:

“Andrea Tornielli en un artículo ha confirmado que [el ex Cardenal McCarrick] había sido condenado y punido porque había abusado de un adolescente menor pero no por las otras relaciones con seminaristas adultos y conscientes. A mí me pareció una argumentación extraña. Un obispo, de hecho, está obligado siempre a dar buen ejemplo, y por consecuencia, no puede tener relaciones sexuales con nadie. Tanto menos con seminaristas adultos conscientes. Son cosas que hacen mal. El problema es que tal vez en la Iglesia la teología moral ha sido mandada al desván. Se piensa con otras categorías, influenciadas por el peso de la opinión pública, según la cual, las relaciones entre hombres mayores son consideradas lícitas. Sin embargo para la Iglesia son un pecado grave. No se puede justificar un obispo que haya tenido relaciones sexuales con adultos. ¿Por qué no nos damos cuenta de esta deriva moral?. Es el espejo del relativismo, de la secularización del pensamiento cristiano y, por cierto, no se puede aceptar que sea la opinión pública la que establezca qué cosa sea o no sea un pecado grave”.

En el fondo, se plantea el eterno tema de la felicidad del hombre, que es una cosa para el mundo, para los paganos, y otra para los cristianos: “Aristóteles afirma que la felicidad es la elección que te hace estar bien. Yo soy feliz con algunas condiciones, por ejemplo si estoy libre de enfermedad, incidentes, si tengo buenos amigos, si gozo de libertad de pensamiento. Para un cristiano la felicidad consiste en haber encontrado a Dios, el amor con Dios. A este punto se podría preguntar si quien no cree en Dios esté condenado a ser un hombre infeliz, deprimido, abatido”.

(Gaudium Press / Saúl Castiblanco)

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