El Cardenal, quien fue durante tres periodos presidente del episcopado italiano, conversó con Aldo Cazzullo del Corriere della Sera.
Redacción (09/12/2024 10:35, Gaudium Press) La voz del Cardenal Camilo Ruini, purpurado de más de 90 años que conserva una claridad mental juvenil, siempre es muy respetada en Italia y a todo nivel de Iglesia. El Cardenal, quien fue durante tres periodos presidente del episcopado italiano, conversó con Aldo Cazzullo del Corriere della Sera, con ocasión de la conmemoración de sus 70 años de sacerdocio. Extractamos algunos trechos de esta nutrida entrevista.
Son 70 años de sacerdocio, pero en ellos “¿nunca dudó de la existencia de Dios, de la vida eterna, de la resurrección de la carne?”, pregunta Cazzullo al purpurado: “No —es su respuesta tajante, por un don de Señor. He tenido muchas tentaciones contra la fe; pero siempre he resistido”. Pero cuál es la diferencia entre duda y tentación, replica el periodista, a lo que el purpurado da una respuesta de claridad teológica: “Son dos cosas muy diferentes. La duda es una suspensión del asentimiento. La tentación es un empujón para no creer, al que se puede responder: no, yo creo, y me empeño con mi cabeza a superar esta tentación”.
¿Envidia el Cardenal Ruini la fe simple del hombre simple?
“Lo hablé un día con Ratzinger, él todavía era cardenal. Me dijo que para él y para mí, que sabíamos de teología, era imposible tener la fe de los simples, teníamos que elaborar más”.
El periodista parece tener un especial punto de interés con la doctrina católica de la resurrección de los cuerpos al final de los tiempos y pregunta: “En particular, ¿cómo explica la resurrección de la carne?”, y cita una expresión de Riccardo Muti que reza que “Hoy están siendo cremados todos, recomponer un cuerpo a partir de las cenizas será difícil…”
“Poco importa la condición de nuestros cadáveres, responde el Cardenal Ruini. La resurrección es operada por la omnipotencia de Dios, que solo encuentra un límite, por así decirle, en el principio de contradicción”, principio que en este caso se resumiría que Dios no puede hacer nada contra sí mismo, y por tanto “Dios no puede hacer lo contradictorio”.
No le da miedo declararse ‘conservador’
Pregunta el periodista si es verdad que el Cardenal era una sacerdote progresista que celebró la boda de Romano Prodi, primer ministro italiano de línea centro izquierda entre 1996 y 1998, además de haber sido presidente de la Comisión Europea después. “Nunca he sido progresista, responde. En todo caso, si queremos utilizar estas categorías, [soy] un conservador. Yo era muy amigo de Romano Prodi y celebré su matrimonio. Hubo un malentendido en nuestras relaciones, al menos de mi parte: creía que él pensaba como yo. En cualquier caso, siento amistad y estima por Prodi, que sé que es correspondida”.
Al parecer algunos critican una cierta buena relación que el Cardenal mantuvo con Silvio Berlusconi, quien fue presidente del consejo de ministros de Italia en tres ocasiones.
“Apoyé a Berlusconi en el sentido de que no lo demonicé. Y traté de colaborar con él por el bien del país. En esencia, mantendría esta línea incluso ahora.”
“Una vez me dijo: No podemos esperar tener a Berlusconi sin los defectos de Berlusconi”, dice al purpurado el periodista Cazzullo.
“Esto es cierto. Los católicos nos entusiasmamos con Kennedy; pero tampoco él era un modelo de vida familiar. Recuerdo que, tan pronto como recibió el cargo de primer ministro, Berlusconi vino a preguntarme qué podía hacer por la Iglesia”.
¿Y qué le dijo el Cardenal? “Me dio vergüenza. Era el primero en hacerlo: ningún demócrata cristiano había venido nunca. No esperaba una aproximación de ese género”.
Recuerdos de San Juan Pablo II
¿Cómo recuerda su primer encuentro con el Papa Wojtyla?
“Era el otoño de 1984. Me invitó a cenar, con gran sorpresa para mí, y me hizo varias preguntas sobre la Conferencia Episcopal Italiana y la Conferencia de Loreto [ndr. encuentro donde se reflexionó sobre las relaciones entre la Iglesia y la comunidad humana, en abril de 1985], que se estaba preparando”. “Respondí muy francamente, sin ocultar los problemas. Así nació una relación profunda, que duró hasta su muerte”.
¿Cuáles eran estos problemas?
“La orientación de la cúpula de la CEI, de la que yo no formaba parte, no era exactamente la de Juan Pablo II. Y tampoco lo fue el de los dirigentes de la conferencia de Loreto, a la que yo pertenecía. Esto permitió al Papa llegar preparado a la conferencia, sabiendo qué decir y qué responder”.
“¿Es cierto que Wojtyla razonaba en términos de ‘nosotros’ y de ‘ellos’ con referencia a los católicos y a los comunistas? Montini [Pablo VI] y Moro [ndr. Aldo Moro, primer ministro italiano en dos ocasiones, uno de los líderes de la democracia cristiana]”, pregunta Cazullo. “Juan Pablo II conocía bien el comunismo real, responde el Cardenal Ruini. Y pensaba que no era posible llegar a un acuerdo con ellos. Debo añadir, sin embargo, que sentía una auténtica veneración por Pablo VI, el Papa del Concilio, y no creía distanciarse de él oponiéndose al comunismo. Pablo VI no debe confundirse con Moro”.
Pero “¿era Wojtyla un hombre de derecha?” “No, responde el purpurado. Si bien era duro con los comunistas, no era conservador. Acogió con alegría el Concilio. Para él el Concilio fue la gracia más grande del siglo XX”.
Recuerdos con Benedicto
El periodista Cazzullo no deja de ser incisivo: “Ratzinger era un teólogo finísimo, pero ¿sabía ser Papa?”
“Benedicto XVI no se sentía cómodo con el gobierno práctico de la Iglesia y fue el primero en reconocer este límite suyo. Pero con su enseñanza y con la oración hizo mucho bien a la Iglesia y a la sociedad”.
El Cardenal se explaya en consideraciones sobre el actual pontificado:
“No he tenido con el Papa Francisco una relación análoga a la que tuve con los dos Pontífices precedentes. Cuando Bergoglio fue elegido yo ya tenía ochenta y dos años, ya estaba jubilado. Además, no había con él la consonancia espontánea que me vinculaba con Juan Pablo II y con Benedicto XVI. Pero…”. ¿Pero? “No soy en modo alguno hostil al Papa Francisco. Y no estoy de acuerdo con quienes no reconocen nada bueno en su pontificado, o incluso contestan su legitimidad”.
¿Cómo imagina la Iglesia del futuro?
“Siempre he sido partidario de la Iglesia del pueblo; pero ahora debo señalar que está disminuyendo rápidamente”, respuesta que parece revelar el pensamiento del Cardenal, en el sentido de la pérdida del arraigo popular del catolicismo en amplios sectores. “Espero que se haga realidad la intuición de Benedicto XVI sobre las minorías creativas que hacen crecer la sociedad en sentido cristiano”.
Sin embargo, el Cardenal Ruini ve motivos de esperanza, incluso en Europa: “Pensemos en ese pequeño grupo de católicos que en Escandinavia, bajo el liderazgo de excelentes obispos, están logrando progresos notables, en un mundo donde la Iglesia luterana está en total crisis”.
Pregunta el periodista si no fue un error haber negado funerales católicos a Piergiorgio Welby, un pintor y poeta italiano que enfermo de distrofia muscular progresiva pidió la suspensión de su tratamiento: “Negué el funeral porque Welby, con su decisión de suspender el tratamiento, se había colocado expresamente en una posición incompatible con la de la Iglesia católica. Conceder el funeral significó renunciar a nuestras posiciones. Pero desde el principio dije que podíamos y debíamos orar por él, como por cualquier otra persona, para que el Señor lo acogiera en su eterna misericordia. Negar el funeral no significa condenación al infierno, a la muerte eterna.”
¿Pero el infierno existe? ¿O existe y está vacío?
“Hans Urs von Balthasar decía: claro que existe; por supuesto que hay demonios; que allí haya también hombres no tenemos certeza, y podemos esperar que no. Juan Pablo II pareció suscribir esta visión en uno de sus discursos. Pero el cardenal Re me explicó que ese pasaje no era realmente suyo, y cuando se dio cuenta, el Papa dijo que de no citar nunca ese texto, porque no era su pensamiento”.
“¿Y qué piensa usted, cardenal Ruini?”
“Cuanto más me hago viejo, más lo pienso, cuanto más leo el Evangelio, más veo con qué fuerza Jesús habla del infierno y de quienes van allí: ‘¡Lejos de mí, malditos, al fuego eterno!’. Estas son palabras muy fuertes. Me parece extraño que podamos decir que el infierno no existe o que está vacío. Esperamos que haya la menor cantidad de gente posible”.
¿Cuáles son los enseñamientos irrenunciables?
“En primer lugar, la existencia de Dios. Una gran parte [de los hombres] ya no cree en ella. Pienso también en las grandes cuestiones ético-políticas: el divorcio, el aborto, la eutanasia, sobre las cuales existe una oposición radical. La sociedad está tomando un camino muy diferente al de la Iglesia”.
Si los homosexuales desean casarse, ¿no es eso un reconocimiento de la fuerza vital del matrimonio? ¿Por qué impedirlo?
Contesta el Cardenal: “No. Esto no es un reconocimiento de la fuerza vital del matrimonio, sino la negación del concepto mismo de matrimonio. A nivel personal, cada uno es libre de comportarse como desee. Otra cosa es la forma jurídica y el reconocimiento público del matrimonio homosexual. El matrimonio debe ser entre un hombre y una mujer. Si quitas esto, quitas la esencia del matrimonio”.
“¿Tendremos algún día sacerdotes casados y mujeres sacerdotes?”, pregunta Cazullo.
“No existen obstáculos dogmáticos respecto de los sacerdotes casados, aunque espero que se mantenga la regla del celibato para los sacerdotes de rito latino. Diverso es el discurso del sacerdocio de las mujeres. Nunca ha existido en la Iglesia Católica. Juan Pablo II ha intentado excluirlo definitivamente. Y el Papa Francisco mantiene la misma posición”. ¿Por qué el celibato? “Por dos razones. Nuestra tradición constante y el hecho de que Cristo era célibe. Luego hay una razón práctica que es muy importante para mí. Los comportamientos concretos en el matrimonio hoy han cambiado mucho. El sacerdote que se casase se encontraría en grandes dificultades. Si su matrimonio fracasa, él también será puesto a prueba como sacerdote”.
“Pero en muchas culturas, las mujeres son el vínculo entre el hombre y Dios. En el mundo clásico, en Grecia y la antigua Roma, había sacerdotisas”, arguye el periodista. “Pero no en el judaísmo. No en la Biblia”, responde el Cardenal.
Los seminarios están vacíos. ¿Cómo responder a la crisis vocacional?
“No tengo recetas. La crisis de las vocaciones es un aspecto o una consecuencia de la crisis general de la fe y de la vida cristiana, así como de la familia. Para tener un número suficiente de vocaciones nuevas y auténticas debemos superar esta crisis general. En cualquier caso, la gracia del Señor es decisiva”.
Medjugorje
Sobre las apariciones en Medjugorje, el Cardenal repite un pensamiento expresado de antiguo. El Cardenal Ruini presidió una investigación sobre la materia: “[Creo] Que las primeras apariciones son auténticas. Era de verdad la Virgen quien hablaba. Sobre las otras, suspendo el juicio”.
El periodista parece insistir sobre la bondad del matrimonio para el sacerdote y conformar familia: “¿Alguna vez le faltó tener una familia? ¿Una esposa, hijos?”
“No, responde el Cardenal. Tenía a mi hermana Donata, profesora de italiano, latín y griego, con quien estaba muy ligado. Y siempre he tenido gente muy cercana a mí. Pierina ha estado conmigo durante 38 años. Con ella, con Mara mi secretaria y con otras dos personas que me ayudan, Raffaella y Sergio, somos muy buenos amigos, más allá de la relación laboral. Ellos son mi familia”.
“¿Alguna vez se ha enamorado?”: el periodista quiere traspasar la intimidad de este Cardenal nonagenario. Pero Ruini no rehúye la respuesta:
“Enamorado propiamente tal vez no. Pero definitivamente me sentí muy atraído por algunas de mis amigas. Pero con la ayuda de Dios nunca he cedido a esta atracción”.
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