lunes, 21 de octubre de 2024
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Ciencia con ética y ciencia sin ética: el caso de las células madre embrionarias

El fin no puede justificar los medios. Pero cuando se emplean racionalmente buenos medios, se puede esperar un buen fin.

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Shinya Yamanaka – Foto: Screenshot Video YouTube Rome Reports

Redacción (16/01/2024, Gaudium Press) El fin no puede justificar los medios, y no se puede hacer intencionadamente el mal para conseguir supuestamente un bien. Pero los científicos que se enveredaron por el camino de la investigación con células madres embrionarias (hESC), hicieron el mal y no consiguieron el bien, como lo constata nota publicada ayer en ReligiónEnLibertad

“Su capacidad para diferenciarse a medida que el embrión crece y convertirse en parte constituyente de todos los órganos y tejidos necesarios para su desarrollo les valió el sobrenombre [a estas células madre embrionarias] de ‘pluripotentes’, y los investigadores vislumbraron en esta peculiaridad posibles aplicaciones beneficiosas en el campo de la regeneración celular: ‘La lista de posibles usos terapéuticos es casi interminable’, afirmaba en 1999 Lawrence Goldstein, profesor de farmacología de la Universidad de California en San Diego. Las perspectivas optimistas de curación de la enfermedad de Parkinson, el Alzheimer, la diabetes, las cardiopatías e incluso el cáncer hicieron que estas investigaciones fueran acogidas con clamor y entusiasmo, en la creencia de que marcarían el comienzo de una nueva era en la historia de la medicina”, relata la nota aparecida en ReligiónEnLibertad.

Entre tanto, “Veinticinco años después, uno se pregunta qué ha fallado: no solo no hemos sido testigos de los milagrosos avances prometidos, sino que ni siquiera existen estudios clínicos sobre el uso con éxito de las hESC, y mucho menos, en consecuencia, los florecientes beneficios anunciados públicamente”.

Sin embargo, es como si Dios sí premiara la ciencia realizada con ética como lo atestigua el caso del premio Nobel de Medicina 2012 Shinya Yamanaka:

“También contribuyó a la desaparición de las hESC el descubrimiento en 2007 de las células madre pluripotentes inducidas (iPSC, por sus siglas en inglés: ‘induced Pluripotent Stem Cells’), que solo cinco años después le valió el Premio Nobel a su descubridor, el científico japonés Shinya Yamanaka: había encontrado la forma de obtener células pluripotentes de tipo embrionario a partir de células somáticas normales, como las de la piel, por ejemplo”.

“Su descubrimiento representó un importante paradigma de cómo la ciencia puede proceder éticamente, ya que fue él quien decidió no trabajar con hESC, con la intención de evitar experimentos letales con embriones humanos. Esta decisión, que le valió el reconocimiento público, maduró a partir de su observación de un embrión humano al microscopio años antes, en la que tuvo la intuición de reconocer la dignidad del ser humano: ‘De repente me di cuenta de la pequeña diferencia que había entre esto [el embrión] y mis hijas… Pensé: no podemos seguir destruyendo embriones para nuestra investigación. Tiene que haber otra manera’. Decidido a no transigir, utilizó ratones en su trabajo de investigación sobre reprogramación celular”.

“Su éxito, unido al hecho de que la investigación médica con células madre adultas y pluripotentes inducidas avanza, a diferencia de lo que sucede con la investigación con células madre embrionarias, ha demostrado que la ciencia y la ética, trabajando juntas, pueden lograr resultados más allá de lo imaginable”.

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