Antes de que los hombres pidieran la paz a Dios, Nuestra Señora la había deseado para los hombres.
Redacción (25/03/2022 15:28, Gaudium Press) El mundo conoce a Fátima como un anuncio paradigmático.
Una profecía hecha por la propia Madre de Dios, silenciada, omitida, desobedecida. Lo poco que se sabe de ella trata, en términos generales, de:
1- Reparación;
2- Castigo;
3- Triunfo.
Según este itinerario, la humanidad debe responder a la petición hecha a los pastorcitos de rezar el Rosario (llamado: la oración de la paz) y de consagrar Rusia al Inmaculado Corazón de María. Nuestra Señora incluso advirtió sobre las modas y costumbres inmorales que se habían introducido en la sociedad en las primeras décadas del siglo XX, ¡nada en comparación con las de hoy!
Mostró a los tres videntes los sufrimientos que tenían las almas condenadas al infierno, visión que despertó en ellas el deseo de hacer penitencia con tanta violencia que la misma Virgen tuvo que mitigar los sacrificios que voluntariamente se proponían hacer.
Como la humanidad no respondía a los pedidos de paz que le hacía la Madre de Dios, se cumplió parcialmente lo que Ella también profetizó, es decir, vendrían guerras y el mundo sería castigado. Como parte del castigo por la falta de enmienda, Rusia esparciría sus errores por el mundo y muchas naciones serían aniquiladas, es decir, serían reducidas a nada.
Finalmente, después de que todas estas cosas hayan sucedido, ya sea que los hombres hayan escuchado las oraciones de la Madre de Dios o no, el Inmaculado Corazón de María triunfará.
Antes que los hombres le pidieran paz a Dios…
Con este fondo de cuadro que se acaba de describir, se hace más fácil comprender el camino que venimos trazando desde 1917 y en qué dirección nos lleva, brindándonos la oportunidad de trazar las líneas del futuro.
Cabe señalar, ante cualquier otra conjetura, que la Virgen en Fátima colocó los castigos sólo como algo que decorrería, nunca como predeterminados, es decir, correspondía a los hombres elegir su propio futuro: la paz o la guerra.
Antes de que los hombres pidieran la paz a Dios, ya Dios había enviado a su Madre para ofrecer la paz al mundo. Han pasado décadas, la humanidad ha elegido su futuro…
Cuando comparamos la ropa de hace 100 años con la de hoy, vemos como el hombre se ha despojado tanto de su ropa como de su dignidad.
Ante las miserias y los dramas de la guerra, duele mirar a los seres queridos que han dejado esta vida, a veces asesinados cruelmente, sobre todo cuando se trata de civiles inocentes. ¡Hace cuánto tiempo que desapareció el concepto de inocencia! ¡¿No matan inocentes por miles y con crueldad las madres que abortan?!
¿Duele al sentido religioso ver destruidos los sagrados templos? Pero en tiempos de paz, ¿cuántos no han sido abandonados?
¿Provoca indignación ver familias rotas, divididas, distanciadas? Pero… ¡¿Qué concepto de familia tiene la sociedad hoy en día?!
Precisamente por eso, en las palabras del acto de consagración, el texto trae un pedido de capital importancia, y que debe ser tomado en serio por aquellos que desean seriamente la paz: Y, con vergüenza, decimos: ¡perdónanos, Señor!
Según nos enseña el catecismo, pedir perdón a Dios requiere no sólo contrición, sino deseo de reparar la falta cometida, pues esto demuestra que el arrepentimiento es verdadero.
Así, se plantea el problema: si no hay reparación, ¿terminará la guerra?
Por Cícero Leite
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