jueves, 21 de noviembre de 2024
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Cuando la cena divina se quiere trasformar en aquelarre: la misa del P. Bernasconi

Torso desnudo, barba poblada de varios días y su mano derecha apoyada sobre una blanca tela que cubre una colchoneta inflable boyando en un mar azul…”

Crotona 2

Foto: Redes sociales

Redacción (26/07/2022 10:03, Gaudium Press) Torso desnudo, barba poblada de varios días y su mano derecha apoyada sobre una blanca tela que cubre una colchoneta inflable boyando en un mar azul mediterráneo.

Con su mano izquierda el barbudo de espalda al aire sostiene y observa detenidamente un objeto… podrá ser un teléfono móvil con el que se esté haciendo una selfie. Pero mirando bien… ahh, sí, es una copa, que debe contener un refrescante ‘mojito’, obvio, para amenizar la soleada y bronceante jornada, aunque la copa parezca un tanto solemne para la ocasión. A su lado un joven sostiene la colchoneta, tal vez para que no se desplace mientras el veraneante se acomoda sobre ella y continúa su día de playa iniciando la lectura de textos que ahí están.

Detrás del primer plano, el aro salvavidas termina de componer el cuadro, sobre un mar que se pierde en el horizonte y que invita al relax, que podrá ser tranquilo o de miradas un tanto pecaminosas, pues hay que ponerle ‘chispa’ a la vida…

Pero no, no es una escena de mar y turistas estivales.

Es dizque un cura haciendo misa, según el reporte que hace ayer La Repubblica: “Habíamos elegido el pinar de un camping pero estaba lleno. Hacía mucho calor y entonces nos dijimos: ¿por qué no meternos al agua?”, dice fácil el P. Mattia Bernasconi, que estaba acompañado de jóvenes de la parroquia San Luis Gonzaga de Milán. Se hallaban en una playa de Crotone.

No comprensión del gigantesco misterio

Al diablo el derecho canónico (cn 929), que prescribe que “al celebrar y administrar la Eucaristía, los sacerdotes y los diáconos deben vestir los ornamentos sagrados prescritos por las rúbricas”. Al diablo el cánon 932 que establece que la eucaristía debe hacerse en lugar sagrado y en altar bendecido, o si la necesidad lo exije “en un lugar digno” y “mesa apropiada”.

Al diablo casi que todas las rúbricas, las reglas de obligatorio cumplimiento que deben seguirse al celebrar la misa. Que si el paramento debía ser verde, o rojo de martirio, ‘qué mas da’ debió decir el P. Bernasconi, ‘hagámonos un paramento color almendra estilo bronceador Coppertone’.

¿Habrá llevado el Evangeliario en la solemne procesión de entrada alguna lectora fácilmente ‘paramentada’ de bikini? ¿O cuando el celebrante besó el altar por vez primera durante el rito, se habrá hundido la colchoneta inflable facilitando la apertura de una alegre conversación con los pececillos de la mar?

¿O tal vez la lectura del Evangelio se vio acompañada por las notas de algún trepidante reggaeton que salieron de un yate que cruzó raudo por ahí, cuyos tripulantes no alcanzaron a entender lo que estaba ocurriendo?

La desacralización de los ritos, a pesar de todos los intentos en contrario, va mar (esa sí) en boga. Hechos como los del P. Bernasconi, más que mostrar una no sujeción a las normas establecidas por la Iglesia para salvaguardar el rito, lo que revelan es una no comprensión y consecuente menosprecio del misterio, que es, nada más ni nada menos que el mayor milagro operado en la faz de la Tierra, la transubstanciación del mero trigo en todo un Dios.

Adónde iremos a parar… No es por casualidad que muchos se están quejando de cierta animosidad hacia unos que buscan cuidar los ritos, a la par de patente laxitud hacia aquellos que quieren hacer de lo más sagrado comida de puercos. (SCM)

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