viernes, 25 de julio de 2025
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“Del grito de la Tierra al gemido de la creación”: El cambio climático en el pontificado de León XIV

…el problema empezó en el corazón y que quizá la solución esté en el confesionario y no en el plenario de la ONU…”

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Foto: Diego Fernández Sánchez / Unplash

Redacción (24/07/2025 09:59, Gaudium Press) La Misa por la Custodia de la Creación, celebrada el 9 de julio en Borgo Laudato Sì, reveló un nuevo tono en el enfoque de la Iglesia sobre el tema de la ecología. En su homilía, el Papa León XIV denunció que “nuestra Tierra está en ruinas”. La declaración marca no sólo una continuación del llamado ambientalista del Papa Francisco, sino un cambio moral y teológico que redefine cómo el Vaticano aborda la crisis ecológica.

Francisco, cuya encíclica Laudato si’ (2015) se convirtió en una referencia mundial, marcó un hito al integrar las preocupaciones ambientales con la justicia social y económica. La idea de una “casa común”, tan querida por el Papa argentino, ha seducido a los ambientalistas y ganado terreno en la ONU, en los pactos multilaterales y en los discursos sobre el desarrollo sustentable. Su lenguaje pastoral era compasivo, su crítica del consumismo era incisiva. Pero su estilo, abierto al diálogo con instituciones seculares y agendas globales, también le ha valido críticas internas. Los sectores más conservadores vieron en la ecología de Francisco un riesgo de disolución doctrinal o de excesiva proximidad al ecologismo ideológico. Esto fue particularmente evidente durante el Sínodo de la Amazonía de 2019, marcado por debates sobre cuestiones doctrinales como el establecimiento del pecado ecológico, la posibilidad de que las mujeres accedan a la ordenación diaconal y la ordenación sacerdotal de hombres casados para abordar la falta de sacerdotes en las zonas más remotas de la región. El tono ecologista terminó dando espacio para la introducción de temas que no eran el centro de la discusión de los obispos. El Sínodo se convirtió en una plataforma de reivindicaciones de los líderes amazónicos y culminó con la petición de creación de un Rito Amazónico para la liturgia de la Misa. La propuesta está siendo estudiada por el Vaticano.

Con León XIV, la agenda cambia de tono y de horizonte. El primer pontífice estadounidense de la historia no rechaza la gravedad de la crisis ambiental, pero la inserta en un diagnóstico teológico: el pecado. Para el pontífice, la creación gime porque el corazón humano se ha alejado del Creador. La Tierra no es sólo el hogar de todos, es un altar vandalizado, un icono del juicio divino. Donde Francisco evoca a San Francisco y a los pobres, León XIV recurre a San Juan, al Apocalipsis y a los Padres de la Iglesia.

En el mensaje difundido con motivo de la Jornada Mundial de Oración por la Creación, el Papa pidió “justicia ambiental urgente”. Pero esta justicia, según él, comienza con el alma. No se menciona a la ONU, ni a las COP, ni a la Agenda 2030. En cambio, escuchamos palabras como penitencia, conversión y escatología. La responsabilidad del colapso ecológico no recae principalmente en las estructuras económicas o políticas, sino en el corazón desordenado del hombre. Para León XIV, salvar el planeta es ante todo salvar al pecador.

Con esto, la relación entre los dos pontificados no es de ruptura, sino de realineamiento. El actual Papa profundiza lo que inició su predecesor, desplazando el centro de la reflexión. De la praxis a la teología. Del consenso diplomático al lenguaje espiritual. De la expresión poética a la llamada escatológica.

La repercusión fue inmediata. Sectores de la prensa católica progresista lamentaron el “retroceso” y la “nostalgia teológica” del recién elegido pontífice. Sectores conservadores aplaudieron el regreso al lenguaje claro, a las raíces de la doctrina y al enfoque en la conversión. Incluso algunos líderes protestantes en Estados Unidos han elogiado el énfasis en el pecado y la redención como eje de la ecología. Sin embargo, para muchos expertos, el discurso de León XIV representa un desafío a la hegemonía del pensamiento ecológico contemporáneo: un Papa que habla de la Creación como obra divina, exige arrepentimiento y rechaza soluciones meramente técnicas o políticas se expondrá a las críticas de quienes contaban con el apoyo perenne de la Santa Sede en la causa global de salvar el planeta.

Después de todo, la crisis ambiental persiste. Pero el eco que ahora resuena en el Vaticano viene de otra dirección. No es el lamento de los glaciares, sino el gemido de un alma olvidada de Dios.

Y es curioso observar cómo, cuando fracase el próximo Acuerdo de París, cuando los expertos debatan los objetivos climáticos y se evaporen los fondos verdes, todavía habrá un pontífice recordándonos que el problema empezó en el corazón y que quizá la solución esté en el confesionario y no en el plenario de la ONU.

Porque, seamos sinceros: si el aspecto “verde” de la agenda de la ONU fuera suficiente, el Edén ya habría sido reinstaurado en Nueva York o Ginebra. Pero no fue así. Y todo parece indicar que no será así. León XIV no parece dispuesto a ofrecer un pontificado teñido con los colores del ecologismo diplomático. Su propuesta, más arraigada en la espiritualidad que en el activismo, seguramente desilusionará a quienes confundieron la conversión con la militancia y a la Iglesia con una ONG. Para estas personas, todo lo que queda es la nostalgia de una época en la que, al menos para algunos, salvar el planeta parecía más urgente que salvar almas.

Por Rafael Tavares

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