La Iglesia nos dice que el mundo de hoy necesita la alianza conyugal, única forma de superar, con su fuerza que une y reconcilia, la precaria situación del mundo contemporáneo.
Foto: Vatican News
Redacción (13/07/2025 09:02, Gaudium Press) Los jubileos, en sus inicios del año 1300, ocurrían cada 100 años. Con el tiempo fueron pasando del concepto bíblico – tiempo de gracia y perdón, tanto en la tradición judía como en la cristiana (Lev 25) – a 50 años; actualmente fijados en cada 25 años. Es una celebración de la Santa Iglesia Católica por la misericordia de Dios y el perdón de los pecados. Los fieles, por lo general, van en peregrinación a Roma, aprovechan la indulgencia al atravesar la Puerta Santa – que representa el paso hacia la salvación que Jesús abrió a la humanidad – y veneran las reliquias de los santos apóstoles Pedro y Pablo, conservadas en las basílicas de su nombre. Siendo una celebración para toda la Iglesia, también se lo puede hacer en otros lugares, como lo es, localmente, en sus catedrales y co-catedrales.
A poco de iniciarse el tercer milenio, el Papa San Juan Pablo II, esperaba y deseaba celebrar los dos mil años del nacimiento del Divino Salvador del mundo, Jesús nuestro Señor. Con la bula Incarnationis Mysterium, del 29 de noviembre de 1998, se indicaban las condiciones para recibir la indulgencia jubilar simplificando normas de años anteriores, pero, las condiciones de confesión, comunión, oración por el Papa y renuncia al pecado se mantuvieron. Fue un 24 de diciembre de 1999 que se iniciaron las celebraciones abriendo la Puerta Santa de la Basílica de San Pedro, poco después de la Misa de la Natividad del Señor.
Nos encontramos en los primeros veinticinco años del siglo XXI, una nueva Bula papal presentó a este Año Jubilar titulada: Spes non confundit (La esperanza no defrauda, Rom 5, 5). Con el fallecimiento del anterior Pontífice llegó, a manos de León XIV, todo este recorrido bajo el signo de la esperanza.
Dentro de los numerosos y especiales momentos ya vividos durante los primeros meses de este Jubileo: el mundo de las comunicaciones, las Fuerzas Armadas, la Santa Sede, artistas, diáconos, adolescentes, movimientos y asociaciones, seminaristas, obispos, etc., participaron de esta gracia.
Entre los ocurridos, se realizó – y quiero destacar por su importancia – el Jubileo de las familias, de los ancianos y de los hijos.
Ante una multitud reunida en la plaza de San Pedro, el Santo Padre León XIV, celebró la solemne Eucaristía; podríamos resumir, en pocas palabras, su mensaje durante la homilía: “Del seno de las familias nace el futuro de los pueblos”.
“Frente a una humanidad que se ve traicionada”, “frente al mal que divide y mata”, el Santo Padre resaltó a los presentes: “La Iglesia nos dice que el mundo de hoy necesita la alianza conyugal para conocer y acoger el amor de Dios”, única forma de superar, “las fuerzas que destruyen las relaciones y las sociedades”.
Como símbolo de gozo, invitaba “a reflexionar”, que en las últimas décadas fueron beatificados y otros canonizados, “esposos, no por separado, sino juntos, como pareja de esposos”: Luis y Cecilia Martín, padres de Santa Teresita del Niño Jesús; los beatos Luis y María Beltrame Quattrocchi, romanos del siglo pasado; la familia polaca de José y Victoria Ulma, con sus 6 hijos y en 9 meses de embarazo, unidos en el amor, y el martirio, por intentar rescatar a una familia judía escondiéndola en su propia casa durante la ocupación nazi en la Segunda Guerra Mundial; todos – hasta los niños – fueron ejecutados sumariamente el 24 de marzo de 1944.
Cuántas soluciones son propuestas para el mundo convulsionado que vivimos en su precaria situación. Siendo “un signo que da para pensar”, León XIV manifestaba firmemente: “proponer como testigos ejemplares a matrimonios santos”.
Contradiciendo afirmaciones tan frecuentes en los días de hoy, de todo corazón, dijo a los esposos presentes y a todos en general: “el matrimonio no es un ideal, sino el modelo del verdadero amor entre el hombre y la mujer: amor total, fiel y fecundo, citando a San Pablo VI (Humanae vitae, 9). Este amor, al hacerlos ‘una sola carne’, los capacita para dar vida, a imagen de Dios”.
Y, a seguir, los animaba que sean para sus hijos, “ejemplos de coherencia, comportándose como desean que ellos se comporten, educándolos en la libertad mediante la obediencia, buscando siempre su propio bien y los medios para acrecentarlo”.
Agregando para los hijos: “sean agradecidos con sus padres: decir ‘gracias’ por el don de la vida y por todo lo que con ella se nos da cada día es la primera forma de honrar al padre y a la madre (Ex 20,12)”.
No olvidándose de los mayores, abuelos y ancianos, les recomendaba “velen, con sabiduría y ternura, por quienes aman, con la humildad y paciencia que se aprenden con los años”.
Sus sabias enseñanzas destacaban cómo la fe se trasmite en las familias de generación en generación, al ser un “lugar privilegiado para encontrar a Jesús, que nos ama y siempre quiere nuestro bien”.
Resaltaba, en un momento de su homilía, que: “si nos amamos así, sobre el fundamento de Cristo, que es ‘el Alfa y la Omega’, ‘el principio y el fin’ (Ap 22,13), seremos un signo de paz para todos, en la sociedad y en el mundo. No hay que olvidarlo: del seno de las familias nace el futuro de los pueblos”.
Días antes, a los participantes del seminario “Evangelizar con las familias de hoy y de mañana” (2-6-2025), el Santo Padre manifestaba que lo que mueve a la Iglesia en su esfuerzo pastoral y misionero, “es el deseo de ir a ‘pescar’ esta humanidad para salvarla de las aguas del mal y de la muerte a través del encuentro con Cristo”. Incentivando, sobre todo, a los matrimonios al “ejemplo de vida”, para que los jóvenes de hoy comprendan: “la belleza de la vocación al amor y al servicio de vida que Dios concede a los cónyuges” (San Juan Pablo II, Familiaris consortio, 1).
El mundo está viendo cómo, León XIV, con su figura serena y firmes principios, se ha expresado, en un momento u otro, sobre el camino a la santidad y la importancia del testimonio de vida, caracterizando su propio estilo de gobierno en la Santa Iglesia de hoy. Como “buen pastor”, apacentando las ovejas, ofreciendo a Cristo Jesús como “camino, verdad y vida” (Jn 14, 6), verdadera esperanza de paz. Que la Virgen lo proteja, lo ilumine, nuestras oraciones por él.
(Publicado originalmente en La Prensa Gráfica de El Salvador, 13 de julio de 2025)
Por el P. Fernando Gioia, EP
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