viernes, 31 de octubre de 2025
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Desde el Tolima-Colombia hasta África: la historia de un joven misionero que cumple su sueño

A miles de kilómetros de su tierra, el Padre Jonathan Acuña vive la misión que siempre soñó: anunciar a Cristo entre las comunidades más pobres del desierto keniano.

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Redacción (31/10/2025 15:03, Gaudium Press) “La misión es un regalo para la Iglesia y todos estamos llamados a acogerla, vivirla y compartirla desde nuestro contexto”: Con esta convicción vive el Padre Jonathan Acuña, un joven sacerdote colombiano que desde hace nueve meses lleva adelante su vocación misionera en el desierto de Chalbi, una de las zonas más áridas y apartadas de Kenia.

De Chaparral al desierto africano

Originario de Chaparral, Tolima, el Padre Jonathan creció viendo llegar a su pueblo sacerdotes misioneros que compartían sus experiencias en otros continentes. Aquellos testimonios despertaron en él un anhelo profundo: ser misionero en África.

Con el paso de los años, ese deseo se transformó en una llamada interior. Ingresó a los Misioneros de la Consolata y, tras un proceso de formación espiritual y pastoral, fue ordenado sacerdote en 2023. Hoy, a sus pocos años de ministerio, ya cumple uno de los sueños más grandes de su vida.

Su día a día en la misión

Su rutina es la de cualquier sacerdote, pero en un contexto muy distinto. Cada día inicia con la Santa Misa a las 6:30 a.m., seguida de sus oraciones personales. Después dedica la jornada a su labor pastoral en Loiyangalani, una parroquia ubicada a dos días de viaje en bus desde Nairobi, la capital de Kenia.

Allí comparte la misión con el párroco, el Padre Abel Josef Tapano, sacerdote etíope, y con tres hermanas misioneras de Tanzania. La parroquia, que acaba de cumplir 60 años de evangelización, cuenta con dos jardines infantiles y un centro médico donde las religiosas colaboran activamente.

Como vicario, el Padre Jonathan acompaña a las tribus nómadas Samburu, El Molo y Turkana, promoviendo la formación humana y espiritual de los niños, jóvenes y enfermos. “Lo más importante es estar cerca de la gente, escuchar sus historias y caminar con ellos en la fe”, afirma.

Los desafíos del desierto

Cada semana, el misionero recorre caminos entre el desierto, las montañas y las orillas del lago Turkana para visitar comunidades cristianas, celebrar la Eucaristía y compartir su cultura. El idioma es uno de los mayores retos, ya que cada tribu tiene su propia lengua. Por eso, en la parroquia formaron una escuela de líderes catequistas que ayudan en la evangelización y mantienen viva la fe entre su gente.

Tras el fallecimiento del anterior Papa, la comunidad fundó el Oratorio Papa Francisco, un espacio donde los niños y jóvenes se reúnen cada domingo después de la misa para formarse, celebrar la fe y soñar con un futuro mejor.

Sin embargo, la realidad del desierto es dura. Las temperaturas son extremas, el acceso al agua es escaso y la alimentación muy limitada. “Lo que más me duele es ver cómo, aun en nuestro tiempo, los niños siguen muriendo por desnutrición”, confiesa. “Hacemos todo lo posible para mejorar las condiciones, pero a veces no tenemos los medios para resolverlo todo”.

A pesar de las dificultades, el Padre Jonathan nunca pierde la esperanza: “La belleza de la gente y su sencillez nos evangelizan. Ver que con tan poco son felices, nos enseña mucho”.

Una Iglesia joven y llena de alegría

El sacerdote colombiano habla con emoción de la vitalidad que encuentra en las comunidades africanas. “Lo más lindo es encontrarse en lugares de primera evangelización: niños que por primera vez ven a una persona blanca o escuchan hablar de Jesús”, comenta. “Es una Iglesia joven, llena de cantos y danzas, donde la fe se celebra con alegría”.

Para él, cada jornada es un aprendizaje: “Tengo la experiencia de tener lleno el corazón, venir sin nada y que las comunidades nos den todo. Ellos nos enseñan a ser más resilientes, a fortalecer la fe y a vivirla con alegría”.

Su vocación la resume en una frase que lo guía cada día: “Todo por el Reino, todo por Jesús y todo por los pobres.” Procura que sus acciones hablen más que sus palabras: “Trato de vivir con sencillez y cercanía; que mis gestos sean expresión de misericordia y consolación”.

La misión, tarea de todos

Más allá de las fronteras, el Padre Jonathan insiste en que la misión no es solo para quienes viajan a tierras lejanas. “La misión es un regalo para la Iglesia y todos estamos llamados a acogerla, vivirla y compartirla desde nuestro contexto”, explica.

Para él, hay tres maneras concretas de colaborar con las misiones:

  1. Orar por los misioneros, para que Dios les conceda fortaleza.
  2. Apoyar económicamente las iniciativas misioneras.
  3. Disponerse a ir, ofreciendo la propia vida en los lugares donde más se necesita la presencia del Evangelio.

El Padre Jonathan concluye: “Ser misionero es dejar que el amor de Cristo te lleve a los confines del mundo, y descubrir que en cada rostro, en cada mirada, Dios sigue presente.”

Con información de ChurchPop

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