sábado, 23 de noviembre de 2024
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¿Detrás de qué corres peregrino de esta vida? ¿Detrás de qué?

Y al final sentimos, con el exhausto de quien se exigió más allá de sus límites, de sus ritmos naturales, que todo no era sino fatuo humo, fantasmagoría inconsistente…”

Correr

Redacción (26/03/2022 17:58, Gaudium Press)

¿Detrás de qué corres peregrino de esta vida? ¿Detrás de qué?

Si realmente todo es, como dice la Escritura, solo vanidad, vanidad de vanidades y solo vanidad…

Normalmente corremos ni siquiera por nuestros sueños, sino por sueños que creemos ser los nuestros, pero son del mundo, y del padre de este mundo.

Y al final sentimos, con el exhausto de quien se exigió más allá de sus límites, de sus ritmos naturales, que todo no era sino fatua humareda, fantasmagoría inconsistente, espejismo en medio del seco desierto, engaño vanidoso, de la vanidad de ese que nada puede dar.

¿Detrás de qué corres peregrino de esta vida?

Tras varias décadas de correr, si es que ya no eres tan joven, y aún tal vez con la ilusión de que el tiempo no se acaba y de la eternidad de este mundo vanidoso, ¿no sientes ya que la vida es solo un soplo, y que lo real es la eternidad después del encuentro con la Verdad?

¿No estás cansado peregrino de esta vida, no lo estás?

Pero sí, el mundo ya se está cansando, se está desilusionando, de una buena desilusión, peregrino de la vida.

Hubo un tiempo en que él exultó, a la vista de rugientes motores, que corriendo y explotando, lo llevarían al paraíso ágil de la veloz felicidad. Pero ya esos motores, peregrino, esos motores ya no ilusionan más.

Hubo otro tiempo en que se extasió, cuando se contemplaba el correr, a la velocidad de la luz, de los electrones del protón, llenando de luz indiscreta las sombras de la noche, después de que se oculta el sol. Pero hoy tampoco esas luces, tampoco las de neón, ya no ilusionan más, y muchos sienten añoranzas de la luz matizada de las velas, de la discreción de los candiles, de la poesía suave y candente de las flamas.

Es a un mundo cansado, diríamos agobiado, al que hoy podríamos preguntar: ¿detrás de qué corres mundo peregrino, detrás de qué?

Y del fondo de los espíritus, va surgiendo la añoranza de un mundo que tal vez no conocieron pero que desean, de un pasado mítico con aroma parecido a un cielo futuro. Un paraíso perdido, que sin embargo puede ser hallado, de una felicidad a la cual no se llega corriendo, sino contemplando, también rezando.

A ese paraíso no se llega en jet, se va en carroza; también caminando.

A ese cielo no se va agitado, allí se encuentra la paz.

Es un cielo donde hay muchos, pero sin masificación; hay alegría, pero nunca conmoción; hay gravedad, lejos de la depresión.

Es el cielo, peregrino, que comienza en esta tierra, que está alcance de dos manos que se juntan, de dos rodillas que se hincan, de dos ojos que se elevan, y que claman, tal vez desde el abismo: “Padre Nuestro, que estás en los cielos…”, “Madre mía, esperanza mía, Virgen mía…”

Por Carlos Castro

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