El régimen de Daniel Ortega asaltó el Palacio Episcopal de Matagalpa y expulsó a las monjas clarisas de tres monasterios en Nicaragua. “Son cuestiones históricas que se están perdiendo en el país”, señaló la abogada Martha Patricia Molina.
Redacción (04/02/2025 11:31, Gaudium Press) Ha dado mucho qué hablar la expulsión de las monjas clarisas de Nicaragua, por parte del régimen Ortega.
En un nuevo y brutal episodio de represión contra la Iglesia Católica en Nicaragua, la Policía del régimen de Daniel Ortega llevó a cabo un asalto al Palacio Episcopal de Matagalpa y expulsó a las monjas clarisas de tres monasterios en distintas regiones del país.
Durante la noche del 28 y la madrugada del 29 de enero, autoridades militares ingresaron a la fuerza a la comunidad religiosa, obligando a unas 30 monjas de clausura a abandonar los monasterios ubicados en Managua, Matagalpa y Chinandega. A su salida, solo se les permitió llevar consigo unas pocas pertenencias, mientras las fuerzas afines del gobierno tomaban posesión de los conventos y saqueaban sus bienes. Estos actos forman parte de un patrón de saqueo y apropiación ilegal de bienes eclesiásticos, lo que ha generado una creciente condena nacional e internacional.
Las monjas de la Orden de Santa Clara, conocidas como clarisas, fueron expulsadas sin previo aviso ni justificación legal. En su huída, las religiosas solo pudieron llevarse lo que alcanzaban a cargar, como sus identificaciones y algunas ropas, dejando atrás su patrimonio y años de trabajo monástico. “Lo que se están robando es invaluable”, comentó a Infobae la abogada nicaragüense especializada en tema de Iglesia, Martha Patricia Molina, al referirse al daño histórico y cultural que estos saqueos representan.
Además, la policía del régimen se apoderó del Palacio Episcopal de Matagalpa, edificio histórico que fue la residencia de Mons. Rolando Álvarez, obispo de esa ciudad, quien actualmente se encuentra desterrado. Molina explica que, aunque el edificio fue ocupado por la policía desde el secuestro de Mons. Álvarez, nunca hubo una expropiación formal, lo que convierte la confiscación en una violación de la ley.
Según un recuento publicado por la plataforma Confidencial, el régimen de Ortega ha desarrollado una estrategia sistemática para apropiarse de bienes religiosos. En los últimos años, más de 1,300 organizaciones vinculadas a la Iglesia, fueron disueltas o canceladas, no solo por presión directa gubernamental, cuanto por presión para que se disolvieran ‘voluntariamente’, para intentar de esa manera la confiscación de sus bienes.
La Orden de las Clarisas, fundada en 1212, llegó a Nicaragua el 23 de junio de 1955, y desde entonces su presencia ha sido fundamental en la vida espiritual del país. Las monjas se dedicaban a la oración y a la producción de hostias y ornamentos religiosos. Sin embargo, con el constante ataque a la Iglesia en Nicaragua, el futuro de esta orden en el país está más que comprometido.
No es solo lo material
La abogada Molina también denuncia que estos ataques van más allá de lo material. “Esto no solo es un robo, es una manera de demostrar el poder absoluto del régimen sobre la fe y las creencias religiosas”. Ella explica la idea de que esta ofensiva tiene un objetivo, capitalizarse para disponer de bienes y recursos.
Asimismo ella teme que, en el futuro, veamos un proceso similar al de la “piñata” de 1990, cuando el Frente Sandinista distribuyó masivamente los bienes del Estado tras perder las elecciones. “Se los reparten o los venden”, añade, refiriéndose a los bienes incautados que podrían ser utilizados como parte de una estrategia de propaganda estatal.
En este contexto de persecución religiosa Mosaico CSI realizó una entrevista realizada a Mons. José Ignacio Munilla Aguirre, obispo de Orihuela-Alicante en España, quien reflexionó específicamente sobre la situación de las monjas clarisas: “Esta es la realidad. No sabemos si es que se han vuelto locos para perseguirlas o es que en realidad han intuido que en ellas está una fuente de intercesión por la Iglesia perseguida que las hace peligrosas. Lo que ocurre es que estén donde estén, incluso si las hubiesen matado y estuviesen en el cielo, estén donde estén, su oración intercesora por la Iglesia perseguida va a continuar”.
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