El Pontífice advirtió del riesgo de tener una “relación ‘mercantil’ con Dios, centrándonos más en nuestra bravura que en la generosidad de su gracia”.
Redacción (25/09/2023 16:02, Gaudium Press) Durante el rezo del Ángelus del pasado domingo 25, el Papa Francisco reflexionó sobre el Evangelio del día (Mateo 20, 1-16), que trataba de la parábola en la que el propietario del viñedo paga la misma cantidad a los trabajadores contratados en diferentes horas del día, lo que fue considerado injusto por los que fueron contratados primero.
Dios nos ama porque somos hijos
El Pontífice explicó que esta parábola “no debe leerse a través de criterios salariales”, sino según “los criterios de Dios, que no calcula nuestros méritos, sino que nos ama como a hijos”, porque “la justicia de Dios no mide el amor en la balanza de nuestros rendimientos, desempeño o fracasos, Dios nos ama porque somos sus hijos y lo hace con amor incondicional y gratuito, para su corazón nunca es tarde, Él nos busca y siempre nos espera”.
Poco después, Francisco destacó que no sólo trabajan los hombres, sino “sobre todo Dios, que sale en cualquier momento a llamarnos, sin cansarse, durante todo el día”. Él no espera de nuestros esfuerzos para venir a nosotros, no nos examina para valorar nuestros méritos antes de buscarnos, no desiste si tardamos en responderle. Para tu corazón nunca es tarde, Él nos busca y siempre nos espera.
El Pontífice advirtió del riesgo de tener una “relación ‘mercantil’ con Dios, centrándonos más en nuestra valentía que en la generosidad de su gracia”. También advirtió del riesgo de sentirse “los primeros de la clase, juzgando distantes a los demás, sin pensar que Dios también los ama con el mismo amor que nos tiene a nosotros”. “Incluso en nuestras relaciones, que son el tejido de la sociedad, la justicia que practicamos a veces no puede escapar al esquema del cálculo y nos limitamos a dar según lo que recibimos, sin atrevernos a hacer nada más, sin apostar por la eficacia del bien hecho gratuitamente y del amor ofrecido con grandeza de corazón”, lamentó.
Y finalmente propuso preguntarnos si sabemos tender la mano a los demás y si somos generosos con todos. Para ello colocó a la Virgen como ayuda para convertirnos a la medida de Dios. (EPC)
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