Cuando Jesús se apareció a sus discípulos después de su Resurrección, les dirigió tres palabras que hoy se presentan como camino seguro para la humanidad perdida.
Jesus aparece aos Apóstolos no Cenáculo – Igreja de São Miguel e Todos os Anjos, Southwick (Inglaterra)
Redacción (27/04/2025, Gaudium Press) En el Evangelio del II Domingo de Pascua, San Juan, recoge tres grandes lecciones de misericordia de Jesucristo hacia su Iglesia.
Al aparecer en el Cenáculo, las primeras palabras de Nuestro Señor son: “¡La paz esté con vosotros!” (Juan 20, 19). Con este saludo transmite la serenidad que durante la Pasión y Muerte en la Cruz les faltó a los Apóstoles, acobardados ante la perspectiva de perder la propia vida. La paz de Cristo era el antídoto sobrenatural que necesitaban.
Como resultado de esta paz, Jesús comunica el Divino Paráclito a sus Apóstoles e instituye el Sacramento de la Penitencia, otorgándoles el poder de perdonar los pecados: “Recibid el Espíritu Santo. A quienes perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos” (Jn 20, 22-23). Estableció así el tribunal más alto de la tierra, en el que Cristo mismo, en la persona de sus ministros, absuelve de su culpa al penitente arrepentido.
Ocho días después, la paz también se infundió en el alma del apóstol Santo Tomás, el mismo hombre que había pedido seguir a Cristo, recibiendo la revelación de que Él era “el Camino, la Verdad y la Vida” (Jn 14, 6). Sin embargo, después de la muerte de Jesús, dominado por el miedo, la incredulidad y la falta de confianza, aquel discípulo se negó a creer en su Resurrección. Sus hermanos le dijeron: “Hemos visto al Señor”. Él respondió: “Si no veo la señal de los clavos en sus manos, y no meto mi dedo en el lugar de los clavos, y no meto la mano en su costado, no creeré”. (Jn 20, 25). El Divino Maestro lo llamó paternalmente a sí y respondió a su petición, concluyendo: “No seas infiel, sino fiel” (Jn 20, 27).
Sin duda la vocación de Tomás era enseñar al pueblo que el verdadero y único camino a seguir es el que él aprendió de labios del Redentor. El Señor le permitió esta prueba para que, superado el obstáculo, el Apóstol se convirtiera en un fiel testigo de su Persona y llevara la Buena Nueva hasta los confines de la tierra. De hecho, evangelizó Persia y la India, donde murió mártir. Hay incluso indicios misteriosos, recogidos en las tradiciones indígenas, de su predicación en América.
Tengamos presentes las tres grandes lecciones que Nuestro Señor nos da en este domingo dedicado a su misericordia: buscar la paz de Cristo es el único camino a seguir para que la humanidad, sumergida en las tinieblas de la incredulidad, pueda resurgir; Si nuestra conciencia nos acusa de alguna falta, no dudemos en buscar el tribunal de la misericordia, que es la Confesión, y entonces obtendremos la paz; Cuando nuestra alma se sienta envuelta por la oscuridad de la incertidumbre, sigamos lo que Santo Tomás aprendió de Jesús: “Tened ánimo, yo he vencido al mundo” (Jn 16,33).
(Texto extraído de la Revista Arautos do Evangelho n. 280, abril de 2025. Por el Padre Francisco Berrizbeitia Hernández, EP.)
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