Hoy la Iglesia conmemora a Don Miguel Rúa, primer sucesor de Don Bosco en la orden salesiana.
Redacción (29/10/2020 12:15, Gaudium Press) Hoy la Iglesia conmemora a Don Miguel Rúa, primer sucesor de Don Bosco en la orden salesiana.
Un día, en 1852, don Bosco tuvo un gesto misterioso con un niño. Él estaba en un grupo de varios, a quienes el Santo fundador repartía medallas. Pero a este niño, flacuchento, pálido, de noble semblante, San Juan Bosco le hizo algo extraño: hizo como que partía su brazo izquierdo con la mano de su brazo derecho. 30 años después don Rúa preguntaba el significado de ese gesto: “Te quise decir que los dos obraríamos siempre ayudándonos el uno al otro y que tú serías mi mejor colaborador”. Recordemos que entre muchos dones místicos de Don Bosco estaba el de profecía.
Miguel Rúa nace en Turín y se educa con los Hermanos Cristianos, que mucho lo apreciaban. Al Instituto de los Hermanos iba don Bosco a confesar, y fue ahí que don Rúa quedó prendado de la grandeza y santidad de ese hombre.
El niño comenzó a frecuentar el Oratorio de don Bosco, hasta que un día el Santo le dijo: “Miguelín: ¿nunca has deseado ser sacerdote?». Al jovencito le brillaron los ojos de emoción y le respondió: “Si, lo he deseado mucho, pero no tengo cómo hacer los estudios”. “Pues te vienes cada día a mi casa y yo te daré clases de latín”, le dijo Don Bosco, y así comenzó su formación secundaria.
Un día don Bosco preguntó a los chicos de su Oratorio dos cosas: 1ª. ¿Cuál es el más santo y piadoso de los oratorianos? 2ª. ¿Cuál es el más simpático y buen compañero de todo el Oratorio? La segunda la ganó Santo Domingo Savio. La primera don Miguel Rúa.
Un religioso con todas las cualidades
Don Miguel fue el primero de sus alumnos que ordenado sacerdote se quedó a ayudarle en su obra. Acompañó a San Juan Bosco por más de 37 años.
Un día don Bosco hizo de él un elogio que se diría insuperable: “Si Dios me dijera: hágame la lista de las mejores cualidades que desea para sus religiosos, yo no sé qué cualidades me atrevería a decir, que ya no las tenga el Padre Miguel Rúa”.
Al final de su vida don Bosco decía: “Si el Padre Rúa quisiera hacer milagros, los haría, porque tiene la virtud suficiente para conseguirlos”.
No le gustaba hablar de sí mismo
Sin embargo su humildad lo movía a no querer nada de extraordinario. Un día, ya ancianito, le preguntaron los religiosos jóvenes: “Padre, ¿nunca le ha sucedido algún hecho extraordinario?”. Y él les dijo: “Sí, un día me dijeron: ya que está reemplazando a Don Bosco que era tan milagroso, por favor coloque sus manos sobre una enferma que está moribunda. Yo lo hice, y tan pronto como le coloqué las manos sobre la cabeza, en ese mismo instante… ¡la pobre mujer se murió!”. Todos rieron y sobre todo se dieron cuenta que no le gustaba hablar de sí mismo.
León XIII le preguntó directamente a San Juan Bosco a quien quería como su remplazo, y el Santo indicó al Beato Miguel Rúa. Fue superior salesiano por 22 años. Bajo su gobierno la obra se expandió grandemente.
Decían los salesianos: “Si alguna vez se perdiera nuestra Regla o nuestros Reglamentos, bastaría observar cómo se porta el Padre Rúa, para saber ya qué es lo que los demás debemos hacer”. Brillaba la bondad en él, la paciencia, y también el cumplimiento exacto de todos sus deberes.
Un día, cuando don Rúa tenía 25 años enfermó gravemente, don Bosco dijo que no moriría.
“Miguel no se muere ahora, ni aunque lo lances de un quinto piso”. Y después explicó por qué decía esto. Es que en sueños había visto que todavía en el año 1906 (40 años después) estaría Miguel Rúa extendiendo la comunidad salesiana por muchos países del mundo. Y a él personalmente le dijo después: “Miguel: cuando ya seas muy anciano y al llegar a una casa alguien te diga: ‘Ay padre, ¿por qué se ha envejecido tan exageradamete?’, prepárate porque ya habrá llegado la hora de partir para la eternidad”.
Así ocurrió en 1910, el 6 de abril.
Con información de EWTN
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