Doña Lucilia, que murió en olor de santidad, a los 92 años, el 21 de abril de 1968, asumió los valores incontrovertibles del cristianismo. ¡Nunca titubeó!
Redacción (20/04/2023 16:51, Gaudium Press) ¡Mañana, 21 de abril, se cumplen 55 años del paso al cielo de doña Lucilia! Cuando era joven, en la facultad de derecho de la PUC-SP, quedé estupefacto con la noticia de que miembros de la TFP (Tradición, Familia y Propiedad) veneraban la santidad de la difunta doña Lucilia, madre del Dr. Plínio Corrêa de Oliveira, solicitando la intercesión póstuma de esta señora. Pensé que era absurdo. Fanatismo.
¡Hoy, después de obtener gracias por mediación de doña Lucilia, obviamente cambié de opinión! Vi cómo me equivoqué y también cómo me dejé engañar por gente mendaz y turbia.
El Papa Francisco me ayudó mucho. De hecho, el actual sucesor de San Pedro, a la luz del Concilio Vaticano II, explicó que “a menudo estamos tentados a pensar que la santidad está reservada sólo a quien tiene la posibilidad de apartarse de las ocupaciones comunes para dedicarse mucho tiempo de oración” (Gaudete et Exsultate, n. 14). Sin embargo, el santo padre concluye: “Todos estamos llamados a ser santos, viviendo con amor y ofreciendo nuestro propio testimonio en las ocupaciones de cada día, donde cada uno se encuentra a sí mismo” (ídem).
Antes de continuar con esta pequeña reflexión, es importante no olvidar el dogma, aún no declarado ex cathedra, según el cual todas las gracias, sin excepción, nos llegan por medio de María Santísima, la Madre de Dios. Los santos nos obtienen las bendiciones celestiales de manera subordinada, ya que, en el cielo, también recurren a la Mediadora de todas las gracias.
Continuemos. Quien lee la estupenda biografía (670 páginas) de doña Lucilia, escrita con la habitual desenvoltura de Mons. João Clá Dias, EP, cuya lectura recomiendo con entusiasmo, se encuentra ante una mujer sencilla, visceralmente católica, profundamente mariana, que ofreció “el propio testimonio en las ocupaciones de cada día”, según la característica de santidad subrayada más arriba por el Papa Francisco.
Doña Lucilia, que murió en olor de santidad, a los 92 años, el 21 de abril de 1968, asumió los valores incontrovertibles del cristianismo. ¡Nunca titubeó! Se convirtió en una portentosa guía evangélica del Sagrado Corazón de Jesús para todas las personas que convivían con ella, en especial para su amado hijo, el Dr. Plinio, destemido militante de la causa católica.
He aquí, pues, doña Lucilia, una laica en camino a la santidad canonizada, es decir, una santa reconocida por la Iglesia… ¡En el ambiente del hogar, roguemos la intercesión de doña Lucilia, aquella bondadosa señora! Consonante con la magistral biografía antes mencionada, que se lee con gran deleite, doña Lucilia ofreció amor y solicitud igualmente a quienes la fustigaron. Desde el cielo amorosamente nos socorrerá, a viandantes, que le pidamos algún auxilio.
Por Edson Luiz Sampel
Presidente de la Comisión Especial de Derecho Canónico de la Subsección 116 de la OAB-SP.
Profesor del Instituto Superior de Derecho Canónico de Londrina.
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