¿Cómo florecen las vocaciones? En la familia Morrison no hubo imposiciones, solo una vida cristiana auténtica, llena de libertad, alegría y generosidad.
Foto: Religión en Libertad
Redacción (13/06/2025 14:39, Gaudium Press) “Nunca los obligamos, simplemente ellos lo querían hacer con naturalidad”, confiesa Grace Morrison. Esta familia estadounidense, sin fórmulas mágicas ni imposiciones, ha visto florecer en sus hijos vocaciones al sacerdocio, a la vida religiosa y al matrimonio, todo bajo una sola consigna, ser radicalmente generosos con el Señor.
Eric y Grace Morrison no diseñaron un plan vocacional para sus hijos. Tampoco se propusieron producir sacerdotes o religiosas. Sin embargo, hoy cuatro de sus siete hijos han respondido al llamado de Dios en distintas formas de entrega. Lo más conmovedor de esto es que todo nació del testimonio cotidiano y sencillo de unos padres que vivieron la fe como una forma natural de amar.
Danny Morrison, diácono en Washington, D. C., se refiere a su historia vocacional como algo aburrido, porque –según él– no hubo un gran evento de conversión. “Fue un llamado lento del Señor a lo largo de mi vida”, cuenta con humildad. Pero lo cierto es que ese supuesto aburrimiento tiene una belleza serena, la de haber crecido en un hogar donde lo sobrenatural no era extraño, sino parte de la vida ordinaria.
Este 21 de junio, Danny será ordenado sacerdote, sumándose a sus hermanos James y Nicholas. Por su parte, su hermana Mary Sophia profesará sus primeros votos con las Dominicas de Santa Cecilia, en Nashville, en agosto.
“Una de nuestras frases favoritas en la familia es ‘todo o nada’”, reconoce el padre Nicholas, ordenado en 2021. “Intentamos ser radicalmente generosos con el Señor, entregándoselo todo, y trabajando por Él y por la salvación de los demás”.
Para su padre Eric, no hay secretos. “No hay fórmulas mágicas. En mi caso, creo que fue intentar mantener siempre una puerta abierta”. El padre Mark Ivany, director de vocaciones de la Arquidiócesis de Washington, confirma esa intuición: “Eric y Grace hicieron un trabajo maravilloso al promover las vocaciones de sus hijos sin presionarlos de ninguna manera”.
Fue justamente esa libertad lo que abrió el corazón de los hijos. La hermana Mary Sophia recuerda, “nos animaban a entregarlo todo a Cristo. Una vez que lo hiciéramos, Él nos mostraría cuál sería nuestra vocación”.
Y es que la fe, en casa de los Morrison, nunca fue impuesta, sino vivida con coherencia y alegría. “Íbamos a misa todos los días, pero ellos tenían la libertad de ir o no”, dice Grace. “La forma en que se practicaba la fe era realmente bonita, nunca fue una obligación”, añade el padre James. “No era un añadido ni un compromiso dominical. Era toda nuestra vida”.
En vez de presentar el sacerdocio como algo difícil o alejado, la familia Morrison supo mostrarlo como una vocación real, gozosa y cercana. El padre Ivany lo resume así, “la principal cosa que hicieron los Morrison fue simplemente proponer el sacerdocio o la vida religiosa como una vocación legítima y alegre en la vida”.
Una de las decisiones que más influyó a los hijos fue la de invitar frecuentemente sacerdotes a cenar a casa. James recuerda que sus padres los trataban como a cualquier otro amigo, “veíamos el sacerdocio como un don realmente importante para la Iglesia y para el mundo. Descubrimos que era una opción viable para una vocación feliz y vivificante”.
Otro punto clave fue la comunidad. Los Morrison criaron a sus hijos en medio de una cultura católica vibrante, alegre y contagiosa, donde otras familias vivían con la misma fe apasionada.
Y, por supuesto, no todos los hijos fueron llamados al altar o al convento. También floreció el matrimonio. Su hija Anna está casada y tiene hijos. Otro estudia en la Universidad Franciscana de Steubenville, y la menor, de 12 años, fue adoptada en Ucrania y tiene necesidades especiales.
“Ellos nos animaron a ser radicalmente generosos con los demás, con el Señor y con quienes nos rodean”, dice con gratitud el padre Nicholas. Esa radicalidad en el amor, vivida con dulzura y libertad, es lo que ha hecho de esta familia un testimonio luminoso de que la santidad también se hereda cuando primero se abraza.
Con información de Religión en Libertad
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