jueves, 21 de noviembre de 2024
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El Armiño, los deleites sapienciales y los deleites no sapienciales: cuando la Revolución comenzó

¿Cómo hacer para que no impere la ley de la Carne sino la ley del Espíritu?

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Foto: Ricardo Frantz en Unplash

Redacción (05/01/2024 16:39, Gaudium Press)  ¿Cómo hacer para que no impere la ley de la Carne sino la ley del Espíritu?

Recordemos el dictamen evangélico: “Estén prevenidos y oren para no caer en tentación, porque el espíritu está dispuesto, pero la carne es débil” (Mt 26,41).

Decía un día el prof. Plinio Corrêa de Oliveira, en una de sus muchas y entretenidas reuniones, que grosso modo se podía llamar de ‘Carne’ a la sensibilidad e imaginación no sujetas al yugo de la razón.

Leer también: Revolución en las Tendencias: El arte de destruir y construir – I

En esa línea se podía afirmar que Carne serían las facultades sensibles cuando bajo los efectos del pecado original. Es claro que el pecado original también afectó la inteligencia y la voluntad, pero su sello se torna patente y mayor en la sensibilidad.

Así, ‘Carne’ es la sensibilidad cuando quiere lo contrario de la razón iluminada por la fe, lo que ocurre con frecuencia: el Espíritu, es decir, la razón iluminada por la fe me indica algo, la Carne lo contrario, y la Voluntad, en medio, verá por lo que opta.

Pero, ¿es siempre la sensibilidad una ‘enemiga’, que nos inclina a la tierra, al pecado, al vicio?

A este importantísimo problema el Dr. Plinio le dio una solución que en la opinión de quien estas líneas escribe, es la más luminosa en toda la Historia.

Primero hemos de decir que repugna considerar la sensibilidad y sus actos como de una maldad intrínseca, pues la sensibilidad humana es también criatura de Dios, y para percibir su bondad no es sino pensar en el esencial y valioso servicio que ella prestaba al hombre antes de la caída de Adán, sirviendo también de instrumento para llegar al Creador.

Ahora sí podemos introducir los conceptos de autoría del Dr. Plinio objeto de estas líneas:

Existe un deleite sapiencial o sacral de los sentidos, cuando ese deleite tiene como fin último, explícito o implícito, el conocimiento y la alabanza de Dios, y hay un deleite no sapiencial de los sentidos cuando por el contrario ese deleite es un mero deleite de los sentidos, comúnmente abrumador, que por su intensidad o número no permite que sobre él se pueda ejercitar la razón, que no se pueda descubrir su ordenación rumbo al Creador, e impida percibir la ‘huella’ de Dios en el ser que se está contemplando y con el cual se produce el deleite.

Vayamos a los ejemplos.

Contemplemos este armiño.

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Su figura estilizada resalta su blanco y fino pelaje, que termina graciosamente y en forma de contraste con la punta negra de su cola. Todo muy bello. No fue por acaso que la piel del armiño cubrió los mantos de los reyes más poderosos de la tierra.

Su cara nos parece una mezcla de candor, refinamiento, y atención inteligente, pronta a percibir cualquier peligro o a encontrar una presa a su alcance. Su rostro perdería algo de encanto y de panache si no tuviera esos pocos y finos bigotes de los que hace gala. Sus orejas no terminan en punta sino que son redondeadas aumentando la sensación de redondez y bondad de su rostro. Los ojos cual oscuras y brillantes perlas negras revelan astucia: es inocente pero es sagaz.

Además, se sabe que el armiño repugna el barro, huye del lodo, es posible hacerle una cárcel solo rodeándolo de lodo: Dios quiso agregarle esa característica para hacerlo aún más símbolo de la pureza sumada a la agilidad.

Es claro que con la contemplación y las anteriores consideraciones hemos gozado de un deleite, que hemos querido hacer sapiencial, es decir, factible de terminar en una glorificación del Hacedor del armiño, Dios Nuestro Señor, del cual este simpático ser simboliza su Pureza, Agilidad, Candor e Inteligencia. Es un deleite experimentado que a la vez que sensible (hemos usado el sentido de la vista) es también espiritual, pues usamos la razón para intentar desentrañar la huella de Dios, el ‘mensaje’ de Dios en el armiño. Ese deleite por ser sensible-espiritual es más profundo, pues hemos empleado varias potencias del alma y no solo las facultades sensibles, y si con la ayuda de la gracia realmente hemos encontrado rasgos de esa ‘huella de Dios’, pues podemos haber por lo menos vislumbrado las cumbres de lo místico, lo que haría que ese deleite fuera aún mayor.

Era lo que decía el Dr. Plinio, cuando afirmaba que “deleite en la perspectiva sapiencial es un deleite mucho mayor”.

Pero ahora imaginemos que un amigo que tiene un magnífico criadero de armiños en su casa, nos ha invitado a tomar el té. Al llegar a su morada, y como realmente gustamos del animalito, le pedimos que nos dejara visitar el criadero, famoso por sus espléndidos especímenes.

Sin embargo, ocurría que nuestro amigo tenía prisa por ir a tomar el té y comentarnos un agudo problema que le venía rebanando los sesos y en el cual creía que le podríamos aportar significativas luces, por lo que él quiso que la visita al criadero se realizara a la velocidad del rayo:

—Esta es Toñita, que está muy gorda pero es de las mejores ‘mamás’ que tenemos. Ese es Bob, destruye todo, muy ágil. Pero ven, aquí, mira a Silvestre, lo contrario de Bob, un dormilón de marca mayor. Oye, corre aquí que aquí está Cacatúa, le decimos Cacatúa porque a veces tiende a pegar las orejas y forma una especie de penacho. Pero espera, ven aquí y mira a Atila, el armiño macho-alfa, el que impone el orden en la comunidad. Listo. ¿Contento? Vamos ahora a la casa, que debo contarte algo urgente… Otro día hacemos la visita con más calma…

Tras este recorrido relámpago, ¿habremos experimentado algún deleite? Es claro que sí, porque los armiños eran magníficos, pero ese deleite normalmente habrá sido un deleite meramente sensible, meramente animal, por tanto a-sapiencial, que no terminaba o no apuntaba, de forma implícita o explícita, a una glorificación del Creador.

Afirmaba el Dr. Plinio que los deleites no pueden ser solo para lisonjear los sentidos. Es falso el deleite que no se coloca en una perspectiva sapiencial, sacral. La sucesión de meras impresiones sensibles no sapienciales, DESORDENAN EL ESPÍRITU, E INCLUSO AUNQUE NO SEAN PECAMINOSAS, VAN PREPARANDO EL YUGO TIRÁNICO DE LA SENSUALIDAD Y POR TANTO EL PECADO.

Pero no solo el pecado individual.

Decía el Dr. Plinio que la ‘técnica’ con la que progresivamente se fue erosionando la sapiencialidad y la sacralidad de la Civilización Cristiana medieval, fue justamente el favorecer impresiones sensibles cada vez más intensas, cada vez en mayor cantidad, cada vez más rápidas, y por tanto cortando la fructificación de esas impresiones en cánticos de glorificación del Creador, quien nos ofrece los seres para que lo conozcamos a Él, dándonos también la ocasión de deleites profundísimos, pero no para el mero deleite egoísta de los sentidos.

Esa ‘técnica’ fue desordenando lo que en el ensayo Revolución y Contra Revolución el Dr. Plinio llama de Tendencias, potenciando la explosión del orgullo-igualitario y de la sensualidad-liberal-anarquista, primero a nivel de Pasiones humanas, luego a nivel de Ideas y posteriormente explotando en el campo de los Hechos revolucionarios.

Pero todo comenzó con una invasión de delectaciones sensibles no sapienciales. Primero muy sutiles; finalmente gigantescas, animales, animalizantes y tiránicas.

Además es bueno recordar que el hombre no está en esta vida solo para tener deleites.

Ya se vislumbra un inicio de solución: que la gracia ocasione la restauración de la Sabiduría, también al nivel de la sensibilidad, en todo, incluso en los ambientes, las costumbres, la Civilización.

El claro que ya aquí el asunto se revela muy amplio, susceptible de posteriores desarrollos.

Por Saúl Castiblanco

 

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