martes, 03 de junio de 2025
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El camino espiritual de Plinio Corrêa de Oliveira: la restauración de la inocencia

Flash’, inocencia, ‘imponderables’, vía del pulchrum. Elementos de un camino fascinante, que puede ser el camino del hijo pródigo.

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Redacción (01/06/2025, Gaudium Press) Plinio Corrêa de Oliveira: su figura, lejos de apagarse tras su fallecimiento en 1995, va creciendo, cada vez más. “Revolución y Contra Revolución”, obra suya, maestra en su género, suscita cada vez más interés, merece cada vez más profundizaciones, comentarios, estudios.

Sin embargo, el Dr. Plinio lejos de ser un mero teórico doctrinario, era sobretodo un hombre de virtud, que sin sonrojo decimos, inauguró la vía espiritual que servirá de camino para muchos en los siglos futuros.

Mons. Juan Clá en su obra “El don de la Sabiduría en la Mente, Vida y Obra de Plinio Correa de Oliveira” perfectamente expresa esta vía. Aquí solo queremos hacer un esbozo y destacar uno que otro aspecto.

Decía el Dr. Plinio que continuamente el alma es visitada por gracias que él calificaba en lenguaje familiar del tipo “mística ordinaria”, que él también llamaba coloquialmente de ‘flashes’ —como el flash de una cámara fotográfica—, gracias que más técnicamente son de orden operante, eficaces, que ponen en funcionamiento especialmente el don de la sabiduría, el cual como sabemos, es participado en toda alma en gracia de Dios.

Estas gracias, y justamente por su relación con la sabiduría, traen un aroma ‘experiencial’ de Dios, es decir, comúnmente son ‘sabrosas’, traen el ‘sabor’ de Dios, causando una especial felicidad sensible en el alma.

Es por ejemplo la sensación que muchos tienen de felicidad y plenitud, cuando desde lo alto del Corcovado contemplan la belleza del Pan de Azúcar y la Bahía de Guanabara, uno de los paisajes más lindos del mundo. Nunca he estado físicamente ahí, pero varios de los que sí, me dicen que el visitante o turista puede venir agitado, cansado, distraído, pero que cuando sus ojos se abren a ese panorama, es fácil que se establezca un silencio cuasi religioso, donde toda agitación de espíritu calla para ceder lugar a una contemplación extasiada. Es ese un ambiente que propicia que el alma reciba un ‘flash’, una gracia del tipo comentado arriba, mostrándole alguna virtud de Dios, y trayéndole una dulce propuesta: “Yo soy así. ¿Me amas?” “Yo soy así: ¿me quieres así?” “Sí, soy así. ¿No quieres ser así?”

La persona puede creer que lo que está sintiendo es un mero reflejo o efecto de la belleza natural contemplada. Sin embargo, el lindo paisaje es solo una excusa para esa visita de la gracia de Dios, exhortando el alma a la virtud, a la santidad, al parecido con Él.

Decía el Dr. Plinio en algunas reuniones, que la gracia del flash no cabalga normalmente sobre cualidades individuales de los seres, sino más bien sobre una contemplación ‘sintética’, es decir, no es solo el tono naranja-violáceo de un atardecer de la Bahía de Guanabara, sino todo el conjunto que se está considerando, es decir, los colores del cielo, los colores del mar, la forma del peñón, los verdes, el todo, que contemplado en su síntesis, da una impresión global, y esa impresión global es la base de una manifestacion de la gracia mostrando de forma sensible una cualidad de Dios, sea su bondad, su belleza, su maternalidad, su delicadeza, etc., etc.

Esta contemplación sintética coronada por la gracia, abre la puerta de esa gigantesca riqueza que el Dr. Plinio llamaba de “imponderables”, es decir los ‘mensajes’ que esos ambientes o los seres portan, y que más o menos todos percibimos: vemos una persona, observamos un tanto su rostro, su forma de caminar, vestido, etc., y decidimos evitarla, pues hemos percibido un ‘imponderable’ de peligro, o de indisposición, o incluso de maldad, y nos decimos interiormente que no es hora de tener ninguna comunicación con ella.

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Vamos un día con los chicos al zoológico, el que ya hemos visitado varias veces, pero la contemplación de un grupo de guacamayas azules y rojas nos impresiona particularmente en su colorido, en la fuerza impactante de colores que normalmente serían contrarios y excluyentes, pero que en esos seres se encuentran en perfecta armonía, causando un ‘imponderable’ que podría ser resumido en una palabra, como por ejemplo “vida”, o “vivaz”, o “alegría”, que ya son términos que de forma absoluta se aplican al Creador.

El alma que así va contemplando el Orden de la Creación, movida por la gracia, va haciendo del Universo un libro abierto, en cuyas líneas puede ‘leer’ las cualidades divinas, percibiendo el mensaje del Señor de parecerse a Él.

Este ejercicio es típico de lo que el Dr. Plinio llamaba de inocencia, que así se ve como algo mucho más que un estado de no mancha y no pecado, cuanto de trascendencia rumbo al Absoluto a partir del universo creado. Es solo ir un poco a nuestro tiempo de infancia, para recordar cómo una sencilla piedrita de un río podía ser inicio en mi cabeza de un maravilloso castillo, o cómo el cachorrito o el lulú de la casa era el más perfecto de los animales, o sea, el caminar del alma inocente hacia la perfección absoluta, que se encuentra en el Creador, era un ejercicio natural, casi espontáneo. Y acercarse a Dios es sinónimo caminar a la santidad.

Es decir, en la mente de Plinio Corrêa de Oliveira, santidad era cuasi sinónimo de inocencia, algo que hace recordar la frase de Cristo: “Si no os hacéis como niños no entraréis en el Reino de los Cielos”.

Pero ocurre que el hombre, por efecto del pecado original, tiende a desviarse de ese camino de trascendencia a lo divino.

El deleite sensible, que al inicio de su vida era la sal que acompañaba a ese ejercicio de ver el Absoluto y caminar al Absoluto a través de la creación, poco a poco se fue convirtiendo en el único objetivo a desear y a alcanzar y saborear.

Poco a poco el alma fue privilegiando el mero placer de los sentidos, despreciando el gusto profundo y divino del espíritu que así entraba en contacto con Dios. Los bienes del universo poco a poco dejaron de ser los embajadores del mensaje divino, y ser convirtieron en meros objetos con los cuales el hombre quería saciar su cada vez más desbocada sed de gozo animal.

Las pasiones del alma, antes una fuente limpia y cristalina de amor hacia Dios vía también sus criaturas, se fueron pervirtiendo en el amor de las meras criaturas, que termina siendo el amor de sí mismo, gozado morbosa, sensible y egoísticamente con la excusa de las cualidades de las criaturas: se hace en ellas realidad el dictado de San Agustín, de que solo hay dos amores, o el amor celestial de Dios (también en el Orden de la Creación) o el amor egoísta de sí mismo y de las palpitaciones sensibles de su propio cuerpo (incluso destruyendo a las propias criaturas que dice amar). Ha surgido el orgullo igualitario y la sensualidad desbocada, que según las tesis de “Revolución y Contra Revolución”, dan origen al camino hacia la utopía igualitaria, anárquico-libertaria.

Las visiones de conjunto, que antes permitían la síntesis y la elevación al Absoluto, van dando paso a visiones fragmentadas de sólo lo que a mí me causa placer sensible, las cuales son luego reemplazadas ni siquiera por visiones, sino por noticias sensibles unilaterales o monotemáticas, perdiendo cualquier visión sabia y global de la realidad.

La serenidad equilibrada y temperante del alma contemplativa, se va mudando progresivamente en movimentación con agites no sabios, después en caudal sin freno, para ser finalmente el huracán loco y descontrolado de un alma que ya no se gobierna a sí misma, sino que es esclava de sus pasiones y sentidos.

Pero todo comenzó por ir prefiriendo el gusto sensible por encima del mensaje divino del flash, que terminó en el enviciamiento al placer sensible que enceguece la visión de conjunto y la visión del Absoluto.

Entretanto, y esto es lo bueno: ese camino desastrado tiene vía de regreso.

Ubicado el problema, casi revelada la solución.

Dios sigue mandando sus flashes al alma, que siguen siendo un apelo para imitarlo en su virtud, en su santidad, en su templanza.

Entonces, el Dr. Plinio proponía ‘cultivar el flash’, es decir, respetar la voz de Dios así se nos manifiesta, en los mismos encantos que él suscita a partir del orden creado. En el momento en que la persona, ya enviciada en los caminos de la Revolución, sienta ese tipo de gracias, esos entusiasmos generosos y desinteresados, ella tiene que privilegiar lo que Dios le está mostrando por encima del placer que ella está sintiendo. Por ejemplo, la persona debe encantarse con la belleza de un castillo, incluso aunque nunca pueda aspirar a él; y no solo debe detenerse en el deleite que está sintiendo, sino que tiene que buscar a Dios que se manifiesta en esa belleza.

Igualmente, la persona debe ir comprendiendo que vive prisionera del vicio de la agitación y el frenesí, y que esto le impide ver y escuchar los ‘imponderables’ de Dios; la persona debe tomar conciencia que lo frenético es lo enemigo de la voz de Dios, que quien corre es como quien huye de la voz de Dios, y que ella no debe correr, y agitarse, sino serenarse para contemplar los maravillosos conjuntos de la Creación.

Esto es el esbozo de la verdadera recherche du temps perdu, de la recuperación del tiempo y el paraíso perdidos, el paraíso de los flashes de la inocencia.

Pero claro, todo esto comienza, como comienza todo en la vida espiritual: teniendo la actitud humilde de quien se sabe pecador, de quien se sabe enviciado, necesitado de auxilio, y que por eso junta sus manos y pide a la Reina de la Gracia, que es la Reina del Flash, de los Imponderables: Madre mía, restaura mi inocencia…

Por Saúl Castiblanco

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