Andrea Gagliarducci, uno de los más reconocidos vaticanistas de la actualidad y especialista en la diplomacia vaticana, coloca el foco en un libro publicado y coordinado por el canonista Dr. José Manuel Jiménez Aleixandre y la Hna. Juliane Vasconcelos Almeida Campos, doctora en Filosofía, titulado “El Comisariado de los Heraldos del Evangelio: Cronología de los hechos, sancionados sin diálogo, sin pruebas, sin defensa”.
Redacción (11/11/2025 20:22, Gaudium Press)
En un breve informe, Gagliarducci repasa algunos puntos clave de la intervención del Dicasterio dirigido por el Cardenal João Braz de Aviz, en una de las asociaciones “más florecientes” de la actualidad.
En la visión aguda de este analista, es importante dar a conocer el caso, ya que constituye un buen ejemplo de cómo la ideología, cuando se antepone a la objetividad de los hechos, puede causar graves daños no solo a la institución implicada, sino a la propia Iglesia. El vaticanista da a entender que aún existen oposiciones inútiles que hieren la unidad de la Iglesia.
Gagliarducci se ciñe estrictamente a los hechos: 1) como puede comprobarse, la visita apostólica tuvo un parecer favorable a los Heraldos, y aun así se llevó a cabo el Comisariado; 2) la animosidad del cardenal Braz de Aviz desde su época como obispo en Ponta Grossa, Brasil, es bien conocida (el libro ofrece detalles); 3) hay un extenso apéndice documental que demuestra los graves e injustos perjuicios morales, financieros y espirituales sufridos por la institución; 4) los Heraldos se encuentran inmersos en un proceso kafkiano, en el que ni siquiera saben de qué se defienden ante el Dicasterio para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica.
Es verdad que más de 30 procesos fueron abiertos contra la institución. Sin embargo, tras una lectura desapasionada del robusto aparato documental recopilado por el propio comisariado y recogido en el libro, es posible percibir su artificialidad: fue orquestado —con la ayuda, como demuestra el libro, incluso de ciertos eclesiásticos— precisamente para crear lo que Gagliarducci denomina un “estruendo mediático”. Permítaseme acrecentar que hay informaciones de que agentes han intentado influir negativamente al Papa sobre este asunto, en la tentativa de inducirlo al equívoco en cuanto a la veracidad de los hechos. El ilustre vaticanista menciona la cuestión de los menores y los supuestos exorcismos. Sea como fuere, insiste repetidamente en que todos los procedimientos resultaron favorables a los Heraldos del Evangelio.
A pesar de todo esto, el dicasterio ha paralizado por completo el proceso vocacional de los Heraldos del Evangelio hasta nuevo aviso: no es posible recibir nuevos miembros y, aun sin impedimento canónico alguno, no se han producido ordenaciones diaconales ni sacerdotales desde 2019, privando a la Iglesia de al menos cien nuevos sacerdotes. ¿Quiénes son, al final, las víctimas?
Ante este panorama, el experto vaticano se pregunta cómo responderá el Papa León XIV a este importante caso para la Iglesia, principalmente en el Brasil. Sus gestos en la búsqueda de justicia y verdad son, hasta ahora, auspiciosos. Ahora solo resta confirmar a sus hermanos (cf. Lc 22, 32).
Introducción por Rafael Tavares
(Andrea Gagliarducci) Entre la herencia del pontificado del Papa Francisco, se encuentra un asunto que involucra una suspensión y que prevé una intervención postergada sine die debido a acusaciones nunca realmente probadas, incluso en casos donde los procesos civiles instaurados (30 en total) siempre concluyeron con el sobreseimiento o la absolución de los implicados. Este caso es relatado en un libro detallado, compuesto en gran parte por documentos originales, titulado El Comisariado de los Heraldos del Evangelio, Cronología de los Hechos 2017-2025, publicado recientemente en italiano [ndr.: el original fue escrito en portugués y también existe una traducción al español]. Escrito por José Manuel Jiménez Aleixandre y la Hermana Juliane Vasconcelos Almeida Campos, ambos de los Heraldos del Evangelio, el libro detalla, en más de setecientas páginas, toda la historia de los Heraldos del Evangelio, desde la decisión de su comisariamiento en 2019, tras una visita apostólica que comenzó en 2017.
La visita apostólica y, posteriormente, el comisariado, afectaron a una de las realidades más prósperas de las congregaciones religiosas, con presencia en 78 países y una vocación de difundir la cultura y crear una civilización del amor que complació a Juan Pablo II, hasta el punto de que los Heraldos fueron la primera asociación religiosa erigida por la Santa Sede en el nuevo milenio.
¿Por qué hablar del caso de los Heraldos del Evangelio hoy?
Porque, en primer lugar, el caso de los Heraldos parece representativo de varios casos ocurridos durante el pontificado del Papa Francisco. En uno de los últimos, el del Sodalitium Christianae Vitae, vio la supresión de la asociación por parte del Papa Francisco en su lecho de muerte; pero ya en 2024, el Cardenal Carlos Castillo Mattasoglio, Arzobispo de Lima, publicó un artículo en el diario español El País solicitando su supresión.
El caso del Sodalitium evidenció una inversión de la práctica habitual de la Santa Sede, pues incluso ante casos graves de abuso por parte de los fundadores —véase el caso Maciel y los Legionarios de Cristo— la opción siempre fue reformar la congregación y preservar sus buenos frutos.
Sin embargo, el caso del Sodalitium también ilustra una situación que, en América Latina, se tornó tan polarizada, que es la distinción del bien y del mal, de la ideología y de la realidad, y donde errores y pecados se mezclan de tal manera que politizan todas las decisiones difíciles y materializan la lucha entre progresistas y conservadores, que, en la realidad, es cada vez más absorbida por los fieles.
En este sentido, ciertamente no ayudó que, al frente del Dicasterio durante los años descritos, estuviera un cardenal brasileño, João Braz de Aviz, quien no tuvo buenas experiencias con los Heraldos y que, en sus años como obispo en el Brasil, se encontró en posición antagónica.
Sin embargo, no hay abusos reconocidos por parte de los Heraldos, al menos hasta ahora. La obstinación puede ser justificada por la cantidad de acusaciones, pero, en realidad, cuando ninguna acusación es probada ante un tribunal, ¿por qué continuar el ataque?
Pero el caso de los Heraldos del Evangelio recuerda también, mutatis mutandis, al proceso relativo a la gestión de fondos de la Secretaría de Estado del Vaticano, el famoso “Proceso Becciu”, porque, al fin y al cabo, hay varias decisiones que parecen arbitrarias, varias acusaciones que parecen preconcepto y una construcción narrativa que solo puede conducir a un ataque.
Finalmente, el caso de los Heraldos del Evangelio recuerda a muchos otros procesos vaticanos de los últimos años, donde los investigados se vieron envueltos en una tormenta mediática mucho antes de poder defenderse. Esta situación evoca al personaje de El Proceso de Kafka, quien se encuentra en un juicio sin saber por qué y no puede hacer más que defenderse sin saber cómo proceder.

Los pedidos para transformar la naturaleza de la asociación de fieles, de privada para pública, son interpretados como un deseo de apropiarse de los bienes de la propia asociación. Y sí, la visita apostólica, iniciada en 2017, obtuvo resultados definitivamente positivos, de acuerdo con lo que fue manifestado por varias fuentes. No obstante, el Dicasterio decidió colocarlos bajo tutela.
Son muchas las reivindicaciones levantadas contra los Heraldos del Evangelio. Se dice que desobedecieron la decisión del Dicasterio de no admitir menores. En realidad, fueron las familias de estos menores, chocadas por esta decisión y vulneradas en sus derechos, quienes asumieron la responsabilidad de mantener a los niños en un entorno sano y católico. Se habló de exorcismos realizados fuera de la jurisdicción diocesana, pero en realidad se trataba de “oraciones de sanación”, una especie de “exorcismo carismático” cuya naturaleza también fue aclarada por el obispo local.
Sobre todo, cabe destacar que más de treinta acusaciones civiles y canónicas movidas contra los Heraldos del Evangelio tuvieron un final favorable para ellos, como atestigua la propia comisión designada por la Santa Sede.
Lo que llama la atención es que los Heraldos enfatizan que nunca se les informaron los motivos de la visita apostólica ni del nombramiento del comisario. Ni siquiera el comisario, el cardenal Raymundo Damasceno Assis, fue recibido como era de esperarse, en cuanto que el obispo de Bragança Paulista, bajo cuya jurisdicción se ubica un número muy significativo de casas de los Heraldos, nunca fue recibido.
Como una realidad floreciente dentro de la Iglesia, los Heraldos del Evangelio no han podido realizar ordenaciones diaconales ni sacerdotales desde 2019 —contrariamente a la práctica del propio dicasterio— y enfrentan obstáculos para abrir nuevas casas; ni siquiera pueden acoger a nuevos miembros. Todo fue congelado en un proceso que parece interminable.
¿Qué hará León XIV ahora? Esta es la pregunta que queda en el aire. ¿Escuchará también la versión de los Heraldos del Evangelio, les permitirá defenderse o tomará una decisión basándose en lo que el Dicasterio ha producido o en la información que este allegue?
El libro es de lectura necesaria, al menos porque es justo leer los documentos y escuchar el otro lado de la historia. Es necesario superar los prejuicios ideológicos e intentar comprender si realmente se debe pedir a los Heraldos que aborden la situación interna o si, por el contrario, se debe certificar que las acusaciones carecen de fundamento.
Este equilibrio es, hoy, el ejercicio más difícil. Sin embargo, es necesario que la Iglesia supere la época de los antagonismos y entre en la época de la comunión.
Por Andrea Gagliarducci, original en italiano en Vatican Reporting







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