sábado, 23 de noviembre de 2024
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El coletazo de la cruel pandemia

Sorprendente: según una encuesta recientemente hecha en Francia, más del sesenta por ciento de los consultados prefiere el modelo Chino al de los Estados Unidos.

Shangai Puerto

Redacción (26/05/2020 10:06, Gaudium Press) Una nueva forma de gobierno popular se impone en el mundo teniendo a China como modelo: la “meritocracia” dicen. Sistema basado en partido único y mano férrea contra la corrupción administrativa pública y contra la competencia desleal en la iniciativa privada. Sistema que vigila y controla rigurosamente la vida cotidiana del ciudadano prohibiendo de paso sus prácticas religiosas. Sistema de filtro purificador que promueve a los más leales dentro del partido, la única creencia cuasi-religiosa permitida, porque el partido lo es todo para la comunidad. Los más de 90 millones de afiliados viven en el partido, para el partido, con el partido y del partido.

Los himnos y cantos revolucionarios le recuerdan a los chinos diariamente que todo lo que tienen y son se lo deben a su bondadoso, sacrificado y glorioso partido que dio héroes e intelectuales brillantes. Más o menos como la Iglesia ha dado mártires y doctores.

Un poder demasiado grande, que pocos critican

El partido comunista – favorecido por su alianza económica con las multinacionales occidentales en busca de mano de obra barata – crece en popularidad, respeto, aprecio y temor entre la población del país, y se hace cada vez más rico y poderoso. Algo más de setenta años en el poder lo ha convertido en señor y dador de vida para todos sus ciudadanos. Si alguna institución en Europa o América concentrase ese poder en ella, sería intolerable para los liberales y anarquistas occidentales. De eso fue precisamente que los Robespierres, Marats, Dantones y otros revolucionarios de 1789, acusaron en su momento a la Iglesia Católica en Francia antes de iniciar contra Ella la sangrienta persecución que se llevó miles de sacerdotes al exilio y otros tantos a la guillotina. Pero se llevó también muchos de aquellos religiosos que ilusionados con los cambios liberales apoyaron la revolución y firmaron la Constitución Civil del Clero. “Mal paga el diablo a quien bien le sirve”, dice la triste sentencia popular. Desatado el huracán, terminaron pagando con sus vidas también cientos de monjas inocentes, unas exclaustradas y otras linchadas sin compasión, a las que parece que todavía les retrasa su canonización para no tener problemas con el Estado.

Un dato sorprendente: En Francia la mayoría prefiere el modelo chino al de los EE.UU.

La paradoja es que – según una encuesta recientemente hecha en Francia – más del sesenta por ciento de los consultados prefiere el modelo Chino al de los Estados Unidos. Es decir, los hijos y nietos de la revolución de la Sorbona – de jeanes desteñidos y sucios, barbas hipis, poca higiene, mucha marihuana y cocacola – se inclina más por un gobierno de partido único y fuertemente autoritario. ¿No es sorprendente?

En mayo del 68 los estudiantes de todas las universidades de Francia – pero especialmente de París – salieron a las calles, desprendieron los adoquines, rompieron escaparates, incendiaron carros, atrajeron los sindicatos obreros a su protesta y declararon que era “Prohibido prohibir” embadurnando con grafitis todas las paredes. Una minoría anarquista tomó cuenta del movimiento, izó la bandera del vietcong en la fina punta de la hoy incendiada aguja de Notre Dame y declaró la revolución cultural maoísta como la verdadera revolución comunista condenado de paso al modelo soviético. La prensa apoyó abiertamente el caos y buena parte del clero cerró la boca, o condenó convencionalmente con maullidos de gato tísico para no infundir sospechas. El levantamiento no quería nada sino caos, nada proponía, carecían de ideología concreta, criticaban todo y proclamaban la libertad sexual absoluta sin razón ni argumentos. Una bandada de animales no lo habría hecho peor.

Hoy día, un coletazo del confinamiento de la pandemia puede llegar a ser una amenaza más grave, dado el estado de deterioro y ansiedad en que quedó agotada la opinión pública mundial, especialmente la de las naciones católicas de iberoamérica. El estopín tal vez será la ruina en que quedaron los negocios pequeños de la clase media y la pérdida de los ahorros de los profesionales independientes. Nada raro que los teólogos de la liberación aprovechen la oportunidad pidiendo la apertura de las iglesias y hacer de esta bandera la oportunidad de quitarle sacralidad a la misa y otras ceremonias transformando de paso los sacramentos en simples actos conmemorativos o formalidades, o incuso suprimiendo algunos.

Al final, confianza en Dios

Pero el libro de Job (17,12) acuñó una sabia divisa que puede ser la respuesta para la oscuridad que se aproxima. También Nuestra Señora afirmó claramente que su Corazón Inmaculado triunfara, y lo hará victoriosamente por encima de cualquier maniobra natural o preternatural que el enemigo de Dios quiera implementar. ¡Confianza! Aunque toque pasar algunos tragos amargos, y algunos hagan de la noche día, se acercará la luz que ahuyenta las tinieblas.

Por Antonio Borda

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