Nadie escapa a la regla. Siendo pastor u oveja, ¿cuál es nuestra obligación?
Redacción (21/04/2024, Gaudium Press) La liturgia de este IV domingo de Pascua evoca dos figuras cautivadoras: el pastor y la oveja.
A veces somos pastores, a veces ovejas.
Cuando Dios creó el mundo, lo hizo de tal manera que la relación entre los seres creados refleja aspectos de carácter sobrenatural, como, por ejemplo, las evocadoras imágenes del pastor y la oveja.
De hecho, en el transcurso de nuestra vida, a veces se nos puede comparar con las ovejas y otras con el pastor. Incluso puede ocurrir que ambas realidades se apliquen a la misma persona al mismo tiempo.
Sin embargo, ¿cuándo somos “ovejas” y cuándo somos “pastores”?
Siempre que ejercemos autoridad sobre otros, legítimamente, como padre o madre de familia, jefe, etc., somos pastores; y, por el contrario, siempre que tenemos una autoridad encima de nosotros, somos ovejas.
Pastores u ovejas, ¿qué importa realmente? Es importante, sobre todo, que cumplamos con nuestro deber.
El deber del pastor
El pastor es lo contrario del mercenario, que no es dueño del redil, y por eso lo abandona y huye ante del lobo, porque no le importan las ovejas. Al contrario, el verdadero pastor conoce a cada una de sus ovejas y da la vida por ellas.
En momentos en que la carga del pastor pesa sobre nuestros hombros, ¿cómo actuamos? ¿Estamos dispuestos a dar la vida por nuestras ovejas? En otras palabras, ¿sacrificarnos por aquellos que están bajo nuestro cuidado, no hacer lo que nos gustaría hacer, salir de nuestra “zona de confort” para beneficiar a otros? No es fácil…
Sin duda el verdadero amor se demuestra cuando estamos dispuestos a renunciar a nuestros intereses personales, ya que amar es sufrir por el otro con alegría.
Por tanto, el pastor debe velar por la integridad física y espiritual de sus ovejas. Por ello, los padres deben ser conscientes de las malas influencias que puedan acercarse a sus hijos, a través de compañeros o compañeros inapropiados, y muchas cosas más…
Por tanto, es necesario estar en guardia contra el lobo que husmea en el redil.
Se dice que los antiguos pastores se paraban sobre pies de madera para poder vigilar mejor su rebaño. Vigilancia, esta es una característica fundamental del pastor.
Y las ovejas, ¿cómo deben comportarse?
Seguridad en Dios
El Salmo responsorial nos da la respuesta: es mejor refugiarse en el Señor que poner la esperanza en los seres humanos. Esto es lo que hizo San Pedro, como se relata en la primera lectura de hoy. Siendo una auténtica oveja del rebaño de Jesucristo, supo buscar refugio en el Señor en lugar de contar con los poderosos de este mundo, por lo que se transformó en un verdadero león ante los lobos que antes lo atemorizaban. Tal coraje no procedía de sus propias fuerzas, sino de las gracias derramadas por el Espíritu Santo, de las que el apóstol quedó lleno.
Por tanto, que la Virgen María nos cuide en ambas situaciones, como ovejas o pastores: que nos ayude a velar por los que nos han sido confiados, si somos pastores; y, como ovejas, para no poner nuestra seguridad en nuestras propias fuerzas, sino siempre en la asistencia divina.
Por Rodrigo Siqueira
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