Ha sido detenido en la madrugada del domingo. Tiene antecedentes. Consumidor frecuente de tusi y cocaína.
Redacción (11/11/2024 09:12, Gaudium Press) Gilet, municipio de 4.000 habitantes al norte de España, poco al norte de Valencia, zona escenario en estos días de las catastróficas inundaciones ocasionadas por la DANA. Allí se ubica el monasterio franciscano del Santo Espíritu del Monte, lugar de la tranquila y característica espiritualidad de los frailes menores, al que acuden numerosas personas.
Es el sábado 9 de noviembre en las horas de la mañana, y el país entero y más Valencia intentan lidiar con las terribles secuelas del agua, el lodo y el fango. Ello ocupa la atención de las gentes.
Sin embargo, un oscuro personaje rondea las paredes del claustro, un energúmeno, que no piensa en ayuda, en salvar, sino que en su furia loca solo desea agredir. Matar.
“Voy a matar a los frailes”, “soy Jesucristo”, grita mientras se introduce furtivamente en el monasterio, con un palo y una botella, mientras busca frailes en sus habitaciones que acto seguido apalea. Los religiosos acababan de desayunar y se encontraban en las celdas organizando las cosas del día. No así Fray Ángel, corpulento, quien se encontraba abajo; él escucha gritos, sube a las habitaciones y se depara con el atacante con quien forcejea, pero este, cobarde ante la resistencia, escapa. El energúmeno ha dejado tras de sí una estela de heridos. Uno de ellos, de 76 años, sufre un traumatismo craneoencefálico grave, y aunque pronto se le atiende en el Hospital Clínico de València, se encuentra en estado crítico de pronóstico reservado.
Otros tres frailes reciben atención primaria en el monasterio, por heridas de diversa gravedad. Uno de ellos es más que anciano, a los 95 años recibe heridas por amor a Cristo.
Demasiadas horas trascurren en la indignación; las fuerzas de seguridad, tras recoger los testimonios que describen al cuasi-asesino, husmean tras su rastro, pero no lo encuentran: era un hombre de aprox. 1,80 m, corpulento también, con sus brazos llenos de tatuajes, arrugas muy marcadas en el rostro.
Sin embargo, ayer, la Policía ya daba el parte: habían detenido en la madrugada a Javier B.C, de 46 años, alguien que manifiestamente ha expresado su odio a la religión cristiana, tiene antecedentes por violencia de género y al parecer habría tenido algún problema con los frailes. Consumidor constante de tusi y cocaína, elementos que conforman el cuadro completo. Tras varias informaciones de vecinos, incluyendo un expolicía, que correspondían al perfil que se había elaborado, fue detenido en un departamento que había invadido en Puerto de Sagunto y luego entregado a la Guardia Civil, que lo trasladó a los calabozos de su cuartel en Puçol.
Aunque algunas informaciones dan cuenta que había tenido su encontronazo con los franciscanos, para los vecinos el atacante era un perfecto desconocido. “Todo el mundo se ha sorprendido porque no era conocido ni en la casa ni por parte de la gente”, ha dicho el alcalde Gilet.
En fin, el propio provincial franciscano, en comunicado, incentivó a reforzar la seguridad en los monasterios. Aviso que bien puede ser extensivo a todas las comunidades religiosas.
Al parecer el odio del espíritu del mal hacia la Iglesia no está pudiendo contenerse, y empieza a valerse de ‘instrumentos’ ‘drogadictos’, o de cualquier índole, que halle a mano, para evidenciar su cada vez más viva enemistad eterna contra los hijos del Resucitado. Cuidado…
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