El hecho ocurriría no el Sábado Santo del calendario gregoriano sino según el calendario juliano, que se usaba antiguamente.
Redacción (19/04/2022 13:22, Gaudium Press) Cuenta el P. Javier Olivera Ravasi en su Blog en Infocatolica “Que no te la cuenten” de una misteriosa “luz sagrada” o “fuego santo” que se enciende en la basílica del Santo Sepulcro ininterrumpidamente desde el S IV, el sábado santo, pero no en el calendario gregoriano (que es actualmente vigente, adoptado en 1582), sino según el calendario juliano, hasta entonces vigente.
Dejemos que sea el propio Padre Olivera quien cuente todos los detalles. Los subtítulos son de la Redacción:
Se trataba del milagro anual del “fuego santo” o “luz sagrada” que, desde el siglo IV, al parecer, viene ocurriendo casi ininterrumpidamente en el Santo Sepulcro, el lugar donde fue colocado el Cuerpo del Señor después de Su crucifixión y muerte.
El fenómeno, atestiguado por Eusebio de Cesarea (s. III) y San Gregorio de Nisa (s. IV), entre otros, es mencionado como una “una luz increada” durante siglos. En 865, el monje francés Bernardo describe lo que pudo ver en Jerusalén:
“El Sábado Santo por la mañana, después de la misa, la gente canta ‘Kyrie eleison’ (’Señor, ten piedad’) hasta que se iluminan las lámparas que cuelgan sobre el Santo Sepulcro y el patriarca empieza a distribuir el Fuego entre los fieles”.
Así de claro.
Sólo recién un par de siglos después de la separación entre oriente y occidente, la Iglesia Católica comenzó a silenciar o a minimizar este prodigio (reiteramos), aún mencionado por Urbano II después del cisma. Este fue el caso de Gregorio IX quien la denunció, al parecer sin pruebas, como un simple fraude.
Según señala Niels Christian Hvidt, quien viajó a Tierra Santa para presenciar el prodigio, el mismo sucede año tras año y es presenciado por el Patriarca de Jerusalén y, posteriormente, por el Patriarca armenio, previo a un examen riguroso de las autoridades civiles, tanto de sus vestimentas como del mismo lugar donde fue colocado Nuestro Señor.
Así le narraba a Hvidt, a finales de los ’90, el Patriarca ortodoxo de Jerusalén, Diodoro I († 2000):
– Periodista: “¿Su Beatitud, qué ocurre cuando usted entra en el Santo Sepulcro?».
– Diodoro: “Entro al Sepulcro, y me arrodillo, en santo temor, frente al lugar donde Cristo yacía después de su Muerte, y donde Él resucitó, de entre los muertos. Orar en el Santo Sepulcro, en sí mismo, es siempre para mí, un momento muy sagrado, en un lugar muy sagrado. Es aquí, donde Él resucitó, con Gloria, y es de aquí, desde donde Él propagó Su Luz al mundo (…).
Desde el centro de la losa, surge una luz indefinible
Busco mi camino, a través de la obscuridad, hacia la cámara interna, en la cual, caigo de rodillas. Aquí, digo ciertas oraciones que nos han sido dadas a través de los siglos y, habiéndolas dicho, espero. Algunas veces, espero unos cuantos minutos, pero, normalmente, el milagro ocurre inmediatamente después de que he dicho las oraciones. Desde el centro de la misma piedra, en la cual Jesús yació, surge una Luz indefinible. Generalmente, tiene un tinte azul, pero el color puede cambiar y tomar muchos matices diferentes. No puede ser descrita en términos humanos. La Luz se eleva de la piedra, como la niebla se eleva de un lago.
Parece que la piedra estuviera cubierta por una nube, pero es Luz. Cada año, esta Luz se comporta de manera diferente. Algunas veces cubre solamente la piedra, mientras que otras veces, ilumina todo el Sepulcro, para que las personas que están paradas afuera de Él, puedan verlo lleno de esta Luz. La Luz no quema. En los dieciséis años que he sido Patriarca, en Jerusalén, y he recibido el Fuego Santo, nunca se me ha quemado la barba. La Luz es de una consistencia distinta al fuego normal que arde en una lámpara de aceite.
En cierto momento, la Luz se eleva y forma una columna, en la cual el Fuego es de una naturaleza diferente, por lo que puedo encender mis velas de Él. Una vez que recibí la Llama en mis velas, salgo y doy el Fuego, primero al Patriarca Armenio, y luego, al Copto. Después, doy la Llama a todas las personas presentes en la Iglesia” [Hasta aquí Diodoro].
Se encienden las velas sin explicación
Según se dice, el milagro no se limita a lo que ocurre dentro del pequeño sepulcro sino que muchos reportan que las propias velas (que los creyentes abarrotados poseen en sus manos) se encienden por sí mismas aún antes de que el Patriarca de Jerusalén salga de lo que fuera la tumba del Señor (aquí el suceso en 2020, sin personas en razón del Covid-19 y con autoridades israelíes dentro del mismo lugar).
Como con cualquier otro milagro, hay personas que creen que esto es un fraude de los ortodoxos, dando a entender que, cada año, el Patriarca de turno ingresa previamente con algún artefacto (encendedor, fósforos, etc.); sin embargo, algo así parece inverosímil por diversas razones: por el estricto control previo de las fuerzas locales, por lo difícil de mantener un fraude tantos siglos (más aún, cuando no existían fósforos ni encendedores, hace mil años…) y por los testimonios autorizados de algún que otro franciscano de la Custodia que hemos consultado.
Además, queda el detalle final: los testigos oculares señalan que, en los primeros minutos, el fuego no quema.
En 2008, un equipo de científicos rusos de la Academia de Ciencias Naturales Pável Florenskii, encabezados por el Prof. Andrey Alexandrovich Volkov, realizó una serie de mediciones físicas en la tumba del Señor el mismo sábado santo de los ortodoxos. La hipótesis principal de su trabajo era que la aparición del fuego se debía a una descarga eléctrica. Sobre la base de esta versión, se decidió registrar el espectro electromagnético de onda larga durante la misa y en el momento de la aparición del Fuego Santo. Del mismo, se concluyó que la radiación electromagnética se registraba de manera automática dentro de una gama de frecuencias de 0 a 360 kHz, apareciendo el fuego entre las 15:04 y las 15:08
“Hemos demostrado qué ocurre exactamente, y hemos descrito el fenómeno en términos científicos“, comentó el profesor Florenskii, señalando que no podía rechazar una procedencia sobrenatural para el fenómeno.
¿Qué nos enseña todo esto? Que de ser cierto el milagro, Dios aún sigue manifestando sus dones para bien de los creyentes, a pesar de la incredulidad del mundo anticristiano en el que vivimos.
– “¿Pero acaso –dirá alguno– esto no estaría confirmando en el cisma a los ortodoxos?”.
Y, la respuesta es que, pensar así, no sólo sería una falacia de falsa asociación, sino también, un error por imprecisión histórica pues –amén de que Dios hace milagros cuando le place– la fecha de esta Pascua es más católica que la Virgen María (no sólo viene siendo celebrada desde siglos antes del cisma, sino aún la siguen celebrando los católicos de rito bizantino).
En fin; hay que seguir rezando para que, algún día se logre nuevamente la unión tan deseada, sin claudicar en la Verdad, con quienes se han apartado de la comunión con Roma.
Feliz tiempo pascual.
Que no te la cuenten…
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[1] Cfr. Harold Lamb, Historia de las Cruzadas (2 vol), Juventud Argentina, Buenos Aires 1954; las cursivas son nuestras. El discurso de Urbano está tomado de los extractos de cuatro cronistas, probablemente ellos lo oyeron en Clermont en lengua vernácula y luego lo tradujeron al latín. Para hacerse una idea gráfica de las Cruzadas, recomendamos los hermosos grabados de Gustave Doré, en Las Cruzadas (Ilustraciones), Edimat, Madrid 2005, pp. 208.
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